28 enero 2013

¡ECUADOR INCIERTO! NO


Arq. Vicente Vargas Ludeña                             Guayaquil, 27 de Enero 2013  
La democracia que hemos aprendido y que nos obligan a practicarla, organiza periódicamente elecciones con una papeleta hundida por una ranura en una urna: de metal, madera, acrílico cartón u otros materiales; de aquí salen elegidos  de una variopinta extracción social, económica e ideológica. Pero termina ejerciendo el poder la burguesía, escoltados por los poderes facticos. Si algún intruso, prole o lumpen, se coló a la cumbre del poder será objeto de la sospecha, escrupuloso y despiadado hostigamiento, hasta su derrumbe por fuerzas coaligadas: gran burguesía, fuerzas armadas y la Embajada del imperio.
El hoy que vive  Ecuador, cambió el rumbo de una historia lineal encadenada y condenada por fuerzas oscuras y lacayas; dejando sin horizonte ni esperanzas a una sociedad desconcertada y en estado de shock. Mientras la canalla política reía y festejaba su interminable y macabro carnaval. Con la misma democracia aprendida, obligada y falaz, estamos a punto de volver al pasado laberintico kafakiano; o seguir apuntando a nuevos y renovados sucesos para el pueblo ecuatoriano que si lo merece, esquivando la fatalidad que miserables de toda ralea auguran y esperan para la Patria. La democracia no es un manual, esta se construye dialécticamente en el tiempo con la presencia y participación de la multitud, a los que debe llegar el fruto del trabajo colectivo. Todo lo demás es democracia de papel, una entelequia.
Es tentador esculcar con pasión o sin ella, pero jamás indiferente, la vida y pensamiento, si es que en alguno existe, de los políticos, con mayor derecho cuando aspiran a gobernarnos.
El apellido Bucaram en el drama vivido en Ecuador, en los recientes treinta años, es una variante de la maldición gitana para nuestra sociedad. Van tres generaciones, con las recientes caras juveniles que ahora asoman en la puja electoral. La sociedad tiene muy claras y frescas las trafasías de esta estirpe, que parece que durará hasta el regreso del cometa,  igual a la interminable generación del coronel Aureliano Buendía, luego de “Cien años de soledad”. Pero no hablaremos de Bucaram candidato, sino de  sus prolongaciones y creaciones.
En las penitenciarías, donde los reos y convictos expían sus delitos, las fuerzas de la degradación moral los lleva a la reflexión de sus propias vidas. Al no encontrar respuestas racionales  a su derrumbe social, alguien le sugiere la última luz que él ha experimentado, y le extiende una Biblia. Basta. Luego se convierte en predicador y evangelizador “de la palabra”. El refugiado de Panamá, al fin y al cabo vive encarcelado en su propio Panóptico, pero él no es capaz de expiar su mundo anti ético  desgarrado en la vida política del Ecuador con “la palabra” que dice creer, entonces delega a un predicador público para que se convierta en su voz, y hable de Dios y la salvación de los hombres. Como siempre se burla de todos y se arrodilla en farsante acto de fe, lanzando a los leones a un evangelista fundamentalista con la Biblia en ristre  habla de los cielos, el temor al castigo y otros menjurges: sexo, moral, creencias y demás hierbas opiáceas. Este personaje salido de mágicas escrituras y antiguos testamentos se llama Nelson Zavala. Su presencia en el debate político es una aberración, plagada de fantasía divina. Pero sus mundos -Zavala-Bucaram- casi son paralelos, el tal hermanito también ha tenido un tortuoso pasado; como el reo y convicto, la Biblia es su  refugio y salvación.
Alvarito, diminutivo de Álvaro, no por deferencia sino por diferencia compasiva: el niño tonto en el grupo de amiguitos. Este adalid de la riqueza, es otro engendro político de Bucaram. La inmensa fortuna del padre de Alvarito, fue objeto de su deseo. La incertidumbre de la herencia y el testamento, Bucaram en el poder  sanó todo, a cambio de sus aportes  a la campaña electoral. No solo le pagó y complació, sino que lo designó Presidente de la Junta Monetaria. Ahí nace el Alvarito político tonto para todo, menos para contar dinero. Lo ha dicho públicamente, “en eso nadie me gana”. Pablo Emilio Escobar Gaviria –El patrón de mal- en el vértigo de su desquiciamiento por el dinero, llego a la conclusión que para disfrutar y gobernar en su Olimpo, a pesar de tener todo, algo faltaba. En el tráfago de su mundo nada estaba fuera de su alcance, sin embargo no logró ni con plomo, ni acuerdos la liberación de una secuestrada, casi en sus mismos cuarteles, por fuerzas irregulares en la atormentada Colombia; un Senador del sub mundo de la política –digamos un Lara en Ecuador-, motivado por Escobar, trianguló unas llamadas telefónicas con gobiernos del exterior y en tres días, la secuestrada fue liberada y abandonada en un camino público. ¡Carajo! Eso no lo tengo: poder político. Y la emprende, nada le arredra, coronó lo que faltaba. Fue Senador de la República. Después del Papa, el más importante soy yo, decía. Así nace el frenesí por el poder político de Alvarito. Concluye que llegar a la Presidencia era posible, si se comparaba con Bucaram y su cohorte, todo un cartel en el gobierno, del cual Alvarito era testigo y tertuliano. Si Bucaram llegó a la Presidencia; a mí, el País me pertenece, se imaginó. Casi lo logra. Hoy es un enigma su participación en la campaña electoral; si no ha comprendido la época que vive el País, al fin tonto es, alguna alma bondadosa debe habérselo dicho. El misterio algún día lo sabremos.
Unos cachetes y luenga nariz, adorna la galería de mochileros aventureros de la política,  con la debidas disculpas de los caminantes y peregrinos del mundo. El coronel de las mil aventuras es el paradigma del hombre huérfano de la más elemental ética, de dudosa capacidad intelectual, carente de todo principio, sobre todo la lealtad; este sujeto la desconoce sideralmente. Es un insigne felón. Su conducta ha sido, desde que apareció en la plaza pública, la de un agente, un quinta columna sin escrúpulos de la burguesía y la Embajada de EE: UU., en el seno del pueblo. Coincidentemente, guardaespaldas  militar de Bucaram en la presidencia. Así mismo como Alvarito, también testificó el maltrato a la majestad representativa del poder; y el  Palacio de Gobierno convertido en una bahía guayaquileña o un Ipiales quiteño. Con esos rápidos cursos y edificantes ejemplos, cualquier pedestre aspira y sueña ocupar ese poder. El coronel tuvo esos sueños, se afanó en plasmarlos. Lo consiguió, a muchos nos engaño. Estamos hablando del coronel Lucio Gutiérrez, nuevamente aspirante  a la Presidencia. Tampoco, como otros, ha comprendido que en Ecuador existe, desde hace seis años, un antes y un después; en el cual sujetos de esta calaña no tendrán cabida, por muchos que habrán, nunca faltan, ingenuos o pícaros que lo cortejan en pos de una migaja de poder. El coronel que no tiene quien lo instruya, además de elemental, es retrogrado. Sus eslóganes lo confirman: “debemos regresar al pasado -dice- como cuando yo era presidente, había seguridad y comida”; “desbarataré todo lo que ha hecho este tirano gobierno”. También su presencia, ahora, en la arena política está llena de dudosos objetivos, como dudosa es su propia existencia personal. ¡¿Acaso el entero Ecuador no conoció en carne viva la vergüenza de este atrabiliario traidor y su majestuosa incapacidad para comprender las alturas del poder en que se había encaramado y la entrega infinita a los intereses plutocráticos y extranjeros?!
La recalcitrante derecha ecuatoriana, ha probado con diferentes opciones electorales en los últimos tiempos. Todos le han fallado: Alvarito es tonto, Gutiérrez no es confiable, Roldós tiene cara y pensamiento “lelo”, Bucaram y sus sacristanes son lumpen; los demás no califican para una cena en el Club de la Unión, tampoco para enfrentar  y derrotar a Correa. Aprendiendo de la derecha venezolana se resignaron a saltar al ring, no para ganar la pelea, si, para no dejar la silla vacía y madurar sus brotes verdes para la próxima elección. Claro, no son alvaritos,  tampoco gutierritos; ellos saben que algo diferente ocurre en el País en consecuencia deben renovar sus parafernalias de lucha. El propio candidato, Guillermo Lasso -baby face-, condesciende con los planes del actual gobierno y ofrece mantener y mejorar algunos procesos de cambio en pleno desarrollo. La candidatura de la derecha fue seleccionada en los Clubes del gran cacao burgués y diseñada por los “think thank” -pensamiento tanque- en las plataformas neoliberales y ultra conservadores –con el inefable Opus Dei- del extranjero, cuyo canciller itinerante más conspicuo, es el señor Aznar, ex presidente del Gobierno de España, muchacho de Bush y Tony Blair. El banquero candidato, no apto para estos menesteres, lo han moldeado con un diseño minimalista –lo menos es mas- con un discurso sin sustancia: menos palabras, más imagen de triunfador, emprendedor, exitoso y platudo; menos persecución, más libertad; menos Estado, más libre mercado; menos control, más cervecitas los domingos; menos exámenes, mas ingresan los chicos a las Universidades; menos impuestos, más inversión pública. Así sucesivamente hasta regresar al pasado social cristiano o social demócrata, son lo mismo. El fin último es, neoliberalismo radical, desregulación de los mercados y del sistema financiero, siempre que sea infinita y total. Es decir reproducir la rapiña bancaria nacional que vivimos y la mundial que vive Europa y los EE. UU. El tutelaje que ejerció Febres Cordero –los canallas viven mucho, algún día se mueren”, decía el poeta Mario Benedetti- dejó en la orfandad con su partida al más allá,  a su rebaño burgués y desmanteladas las instituciones del Estado. Sus prohijados no han podido dar el golpe de estado efectivo que les devuelva sus plenas canonjías –no dejarán de intentarlo- y tampoco ven ceca su retorno al poder. Entonces, el banquero es la esperanza de un luminoso mañana para esta peste política. El candidato banquero es un residuo de esa pandilla de truhanes que asoló el hogar de miles de familias en el País.
Alberto Acosta es honesto intelectualmente, un académico, estudioso de la realidad ecuatoriana, pero ingenuo políticamente. El concepto de democracia lo tiene trastocado. En la Constituyente de Montecristi, trató de conciliar con el enemigo, permitiéndoles un sistemático sabotaje que puso en riesgo todo el proyecto político y al éxito de la nueva Constitución. En el presente realiza procesiones por las ciudades  y los pueblos con grupos políticos huérfanos de talento e imaginación: el MPD y un grupo de mestizos indianizados; desertores de su propia sombra, ecologistas, vegetarianos y demás trashumantes de la vida.
 Mauricio Rodas es otro candidato salido de los laboratorios neocon pulido en el exterior. Emulo de Enrique Peña Nieto elegido recién presidente de México, pituco, peinado lamido con gomina, pulcro y elegante, discurso tecno y ampuloso. Le falta una novia salida de las novelas de Televisa, como Peña Nieto para completar el perfil del diseño norte americano.
Estos muchachos de Ruptura de los 25, renegados del proceso de cambio que iniciaron con Correa, están terminando de monaguillos de la derecha escoltados por el General Moncayo, a veces liberal otras conservador, alguna nihilista, como el coronel de nuestro cuento: de derecha no, tampoco de izquierda, jamás del centro; también perdido en la desmemoria de su formación militar, allá en el Comando Sur, base de los EE. UU.
Para los grupos políticos que fueron desalojados del poder por la multitud en este sexenio, el Ecuador está amenazado de muerte. La incertidumbre es un fantasma que nos devora; en consecuencia terminaremos tragados por los agujeros negros que solo ellos alcanzan a ver en el galáctico horizonte del mercado mundial, o masacrados por la violencia criminal, elevada por sus oscuros designios, al bíblico apocalipsis, casi somos Sodoma y Gomorra merecedores de una lluvia de fuego, por tercos e ingenuos que nos dejamos conducir al patíbulo por un tirano autócrata.
Jamás el Ecuador de hoy, está tan cierto y seguro en el futuro que construye. La modernidad y desarrollo que el mundo ha estado forjando, pasó siempre bañando nuestras playas, no ancló sus amarras peor desembarcó. La construcción de una Patria verdadera ha sido el inicio. Una Nación que la respeten sus propios habitantes y los que la subyugaron siempre. A  los que nos tocado vivir a caballo entre el oprobio de ayer de un Estado proxeneta y canalla, casi fallido; a la dignidad e identidad del presente; se requiere critica y autocritica para una cabal comprensión de la importancia de la soberanía, sobre todo lo material e inmaterial que poseemos. Esto va dirigido especialmente a una clase media peregrina que no atina a percibir lo que sucede a su alrededor. Hoy disfrutan de mejores perspectivas, pero parce que desean más, sin saber cómo obtenerlo; su mundo de conocimientos e información de la propia realidad  lo reducen al noticiero de televisivo de la noche, o al periódico de la mañana. De esas fuentes abrevan y construyen sus vidas. Desconocen la riqueza polisémica de todos significados y significantes de lo humano y la naturaleza.
Es preciso señalar, también, los precipicios y amenazas por donde la Patria debe transitar en el camino a la cima. Por ejemplo, la emigración a las esferas del poder de insignes tránsfugas de la política: social cristianos, social demócratas, bucaramistas y un misceláneo batallón de oportunistas. Muchos están haciendo su agosto. Sin pretender justificar nada, aquellos eran los más numerosos habitantes de ese submundo, por lo menos dos generaciones fue lo único que conocieron; en su momento fueron necesarios, deberán ser reemplazados urgentemente por mozas generaciones. En el manejo de lo público ya se lo está palpando, fresca y sana juventud asume el reto.
En el realismo mágico de los candidatos  que se han dibujado aquí, existe un mundo de sueños y ensueños que venden como pregoneros pócimas milagrosas. Pero en realidad no hay tales candidatos –hay sombras fantasmales que asustan y avergüenzan-, ni tal campaña; también eso es surrealismo. Solo hay una realidad tangible: existe un Gobierno que no está sometido a ningún escrutinio ciudadano; el soberano le ha otorgado el poder hace seis años, no lo ha cuestionado peor lo derogado. Más bien la multitud le tiende la mano para compactar fuerzas en la construcción de lo inconcluso y lo nuevo por hacer.
No existe el Ecuador incierto. Solo hay la certidumbre de un Presidente que se llama Rafaél Correa Delgado.