21 febrero 2013

LA TAREA DEL LÍDER


Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                                        21-2-2013
El desarrollo del conocimiento y la producción de ciertos artilugios tecnológicos, especialmente, nos deslumbran tanto que llegan a enceguecer la realidad que nos rodea. Periódicamente los pensadores en los centros de poder clasifican las épocas dependiendo de sus intrínsecos e inmediatos objetivos: milenios, eras, olas, épocas etc. La realidad como latinoamericanos y ecuatorianos que conocemos, hemos vivido y de ahí provenimos son: la pre-colonia, la colonia, la influencia de la modernidad mezclada con rasgos feudales venida desde afuera, y la época actual que nadie apunta como definirla, salvo el sambenito universalmente aceptado de posmodernidad, con toda la carga ideológica y su respectiva impronta del capital financiero, como protagonista en la aldea global. En este intrincado panorama de las épocas y lo modelos, nos desenvolvemos no solo teóricamente sino también en la praxis; especialmente con las experiencias políticas electorales que acabamos de vivir en Ecuador electoralmente, el 17 de febrero del año en curso; y que nos ubican en diferentes disyuntivas nunca antes vividas.
Evidentemente, la complejidad de los modos y  multiplicidad de las relaciones de producción, nos impiden discernir y constatar fenómenos históricos que han sido, y  son aún comunes en la vida de los pueblos y la existencia de los seres. Es necesario partir de lo simple y de lo uno: la lógica, la ética y la estética, son las herramientas primigenias y vertebrales en la vida del ser. Estas, han servido para crear el homo habilis, el homo sapiens y el zoon politikon. De este animal político es que deseamos descifrar sus tareas, en el cual están implícitas las categorías arriba mencionadas, además, son una prueba de vida en la organización de una sociedad más justa y equilibrada y el líder las debe  cumplir a cabalidad.
La ratificación unánime que la multitud ha dado en estas elecciones al Presidente Rafael Correa y a su Proyecto político a través de la masiva selección de Asambleístas de su propio movimiento, es un fenómeno de particulares características históricas. Y es fenomenal el acontecimiento, porque se ratificó lo que tenía un pálido resplandor: ahora, se consagra la figura y presencia del líder con todo el peso de su carga semántica. Correa ha dado un paso trascendental, de Presidente se ha convertido en conductor de un pueblo. Nuestra historia política  ha tenido decenas de Presidentes; conductores escasos. Su mérito de líder, comienza torciéndole el brazo perverso al oprobioso pasado que las elites  habían montado en el País; y con firmeza ofreció otro camino por donde transitar. En el desamparo, descomposición moral, pesimismo y un incierto final que le esperaba a la Nación, cualquier camino que no sea la inequidad el pueblo valoraría. Por esta razón es preciso señalar la consagración y tarea del líder y su liderazgo en el ejercicio del poder.
En América Latina los pueblos están agotando su paciencia frente a tanto desamparo, extorsión y sometimiento de las economías hegemónicas, y parasitados por las oligarquías locales de cada nación. Con  partos dolorosos y gestados en grandes y  a veces cruentas epopeyas, las multitudes han tanteado al conductor que la guíe e interprete su penar; muchos resultaron felones. Así mismo de sus entrañas están saliendo los líderes que llegan puntuales a destruir el pasado ignominioso. Venezuela, Bolivia, Argentina y por supuesto Ecuador, son algunos ejemplos vividos. Esto no es panegírico de nada; es solo una crónica objetiva de lo que estamos viviendo; aunque corifeos criollos  e imperiales denuesten rabiosamente de estos pueblos por trazar sus propios horizontes, y vaticinen el Armagedón a sus vidas. El pueblo se equivocó en las elecciones, salió a decir un político de derecha.
Rafael Correa, interpretó la historia con las herramientas que adquirió y pertenecían a su vida: su extracción de clase, su talento, la academia,  la cualidad de líder y la voluntad de poder. Con esas armas inició el tortuoso y largo camino de transformar la abyecta realidad. Lo está logrando, así lo reconocen desde todas la puntas de la rosa de los vientos, también los más cavernarios retrógrados, aunque lo hacen en silencio y con miseria.
La victoria electoral, jamás debe ser vista como una reconfiguración política del Ecuador; aquello puede ser efímero; hemos vivido esas experiencias  con Velasco Ibarra, Guevara Moreno, principalmente. Este salto debe ser cualitativo, una vía al nuevo orden mundial, justo equitativo y pacífico. He ahí el papel de conductor que a su pueblo lo proyecte, y su onda expansiva cunda la región y contagie al mundo.
El tamaño de la responsabilidad y la envergadura del proyecto político no serán ligeros, tampoco fugaces. La tarea es titánica, permanente y plagada de peligros; por eso, una vida no basta. El horizonte que se labra, debe involucrar a los que, atrás vienen. Y aquello se mide en tiempo y espacio: décadas y geografías. No es comprensible, después de cuatro años, un Correa retirado en cualquier lugar del planeta iniciando su solaz envejecimiento, o convertido en burócrata internacional. Lo planteo sin  asomo de culto, lo hago desde la trinchera que nos toca combatir al enemigo. Sus justificaciones podrían ser humanas, pero la tarea es sobrehumana. La alternabilidad que la gran burguesía reclama y el imperio predica es una elaborada trampa para evitar cualquier cambio en el modelo. ¿Cuál es la diferencia entre Febres Cordero y Rodrigo Borja; Mahuad y Noboa; para comparar dos lumpen: Bucaram y Alarcón; Obama y Bush; Zapatero y Rajoy; Sarkozy y Hollande Etc. Etc.…? Otro argumento deleznable de los mismos sectores es la eternidad en el poder del verdadero líder, que se convierte en autócrata, tirano y otras aberraciones; el mismo argumento podría ser válido para las monarquías en la cuna de la civilización occidental, Europa. No solo que, aquellos  mueren en el poder sino que traspasan el trono, para que sus descendientes también mueran en ese sillón. Aquí hablamos  del conductor, no del liderazgo del marketing del consumo y las finanzas que nos ha vendido el neoliberalismo, asignándole categorías epistemológicas; es el conductor de la multitud que eligió liderar para siempre. Para ese liderazgo no hay plazos, treguas, descanso, rutina familiar -estoy recordando la pléyade de conductores que la humanidad y también la mestiza América Latina ha tenido-.
La tarea del líder es paralela a la tarea del héroe. Ambas son históricas. El héroe siempre rinde homenaje a la sociedad y a la Patria con su muerte; pero su vida está marcada por el ejercicio pleno de su libertad, es un aristócrata del mundo. Al héroe los pueblos  lo recuerdan, pero sobre todo, infinitamente lo aman. Al héroe –dice Bakunin- se lo debe fusilar al día siguiente de la revolución. Algunos ripostarán con furia los parangones, porque sus almas son de tamaño granular: insignificantes. Correa no es un héroe, es un líder. Pero es el ejercicio pleno de su libertad, de trascender eternamente, o volverse simplemente, un párroco  motivador de aldea de los sueños populares. En consecuencia, debe cambiar su discurso de retirarse para siempre a sus cuarteles de invierno después de cuatro años.
La patria lo requiere hasta siempre. Lo realizado y alcanzado en el País, incluida la verde esperanza que vive el pueblo, sin la presencia del líder, será fácil el retorno de las aves carroñeras, y los recuerdos serán solo  fuegos fatuos.