28 mayo 2015

LA EDAD MEDIA ESTA CERCA


Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                                Mayo, 21 de 2015
El derrumbe del Imperio Romano tiene múltiples relatos e infinitas interpretaciones. Existe, solo una: desapareció. El poder imperial no está más, pero la espléndida superestructura del sistema, pervive para siempre. Después de Alejandro Magno que llegó hasta los confines de la tierra, solo Roma lo repitió. Y esa es la clave de los imperios; se vuelven el centro del universo; mega estrellas que primero  irradian con su luz y queman con su fuego a los pueblos que subyugan; luego los atrae gravitacionalmente estrellándolos en sus glorias, en sus fastos, en sus sueños de eternidad. Roma eterna. Terminan devorados por sus propios vasallos. El centro del imperio, Roma, ha sido objetivo militar, político y botín de los pueblos a los que sometió desde Teodorico, en intermitentes campañas de los Ostrogodos, Visigodos, Longobardos, Francos, Moros, Normandos, Germanos, Húngaros y Vikingos. Los chinos y los japoneses lo están haciendo ahora, con el libre mercado. Los depredadores bárbaros, cual buitres devoraban lo poco que quedaba de una civilización que se consumía en su propia inmensidad; la contradicción dialéctica apagaba la luz, el desarrollo, progreso, se eclipsaba y oscurecía la vida de un continente en una prolongada y tortuosa noche. “La religión como la luciérnaga, necesitan la oscuridad para brillar”.
 Había llegado la Edad Media. Mientras pasados Imperios brillantes tenían muchos dioses, con ellos convivían, los permutaban y los refundían en otras divinidades; nunca fueron utilizados como armas de conquista. El Olimpo morada de todos los dioses, se transmutó en cielo, paraíso de un solo Dios. De pronto llegó la sombra del progreso encarnada en una sola divinidad. Y aparecieron otros pueblos con su propio y único  Dios: los cristianos, islámicos y judíos. Con esa entelequia se propusieron crear nuevos imperios, nuevas civilizaciones. La violencia, las guerras religiosas, la evangelización entraba en juego para imponer sus deidades. No ha terminado aún la jornada, todavía existen mundos impíos –su Dios no es verdadero, no conocen, la democracia y un sartal de valores que no tienen, es el argumento de la justicia infinita- a ellos se está llegando con todo el poderío militar para transformarlos.
Oriana Fallaci, escritora italiana ya fallecida, advierte en su obra “La Fuerza de la Razón”, sin disquisiciones teológicas, la desaparición del cristianismo como herencia y valor cultural de occidente. Su temor, es la amenaza principal y tal vez única, el avance del islam en Europa; independiente de otras sectas cada vez más exóticas y audaces, derivadas de los mismos troncos: el Dios verdadero, la salvación eterna y otras monsergas que compiten  en irracionalidades, las religiones. Samuel Huntington también juega con ese leitmotiv, “El Choque de Civilizaciones”, reduciendo el tema de la penetración de culturas periféricas  a  naciones más desarrolladas. Occidente es la Meca invertida, no para orar, sino para sobrevivir. El tema central “Del Choque…” es la religión, concretamente, el Islam. Los demás factores sociológicos tienen poca importancia en su obra. Encubre en esa fachada catedralicia el carácter imperial de los Estados Unidos y con ello justifica la política expansionista,  depredadora, agresiva y hegemónica; especialmente en la región más compleja en sus formas de gobierno; rica en recursos energéticos, y ser a la vez  ruta de la seda, cuya meta es precisamente China.
No propongo un debate teológico, religioso o catequístico; suficientes razones intelectuales tengo para despreciar el deísmo como razón existencial. Es la indignación que provoca la utilización perversa del recurso más irracional: la religión, que  la especie humana manipula, con fines políticos de dominación. Para poner sobre la mesa lo antes expresado leamos lo que dice Arthur Schopenhaeur  (1788-1860): “Si pudiese asegurarse de otro modo la vida eterna al hombre, al punto se enfriaría su ardiente celo por sus dioses, y hasta cedería el sitio a una indiferencia casi absoluta en cuanto se le demostrase de un modo evidente la imposibilidad de una vida futura…Por eso los sistemas materialistas o los sistemas escépticos del todo nunca ejercerán una influencia general o duradera… Verdad es que, si estuviésemos de humor satírico, pudiera añadirse que esa necesidad es modesta, pues se contenta con poca cosa. Fabulas burdas, cuentos insulsos, y a menudo no hace falta nada más. Grábense temprano en el espíritu del hombre, y esas fabulas y leyendas llegan a ser explicaciones suficientes de su existencia y puntales de su moralidad. Pensad en el Corán –lo mismo haced con la Biblia-. Ese libraco ha bastado para fundar una religión que, difundida por el mundo, satisface la necesidad metafísica de millones de hombres desde hace mil doscientos años  -y van más- . Sirve de fundamento moral, les inspira un gran desprecio de la muerte y entusiasmo para guerras sangrientas y vastas conquistas. En este libro -lo mismo en la Biblia- encontramos la más triste y miserable figura del deísmo. Tal vez haya perdido mucho en las traducciones, pero no he podido descubrir en él ni una  sola idea de gran valor, lo cual prueba que la capacidad metafísica no va a la par de la necesidad metafísica.” Efectivamente, es humanamente estúpido fundamentar la existencia de la civilización en pensamientos etéreos, carentes de la más insignificante racionalidad, característica de las religiones y sus dioses que nos acosan.
Desde esa perspectiva en la posmodernidad, las religiones seguirán existiendo en una ambigua nubosidad de deseos de saber el destino del ser humano, y la manipulación como herramienta eficaz de alienación. Cierto, no es la razón única arma para la conquista planetaria que dispone el imperio; tiene  otras: la zanahoria y el garrote.
La trashumancia  es histórica, buscar lugares para el pastoreo; los grupos humanos emigran a espacios donde haya comida y abrigo, también. La emigración es la plaga del siglo XXI para  los países de Norte: Europa y Estados Unidos. Según la Fallaci  el continente europeo está siendo tragado por los musulmanes; le llegan del Este y del Sur. Del Sur arriba la más negra fatalidad y muchedumbre, no pueden mimetizarse. Su procedencia, ancestros y su negra piel crean prejuicios y resistencia racial. El inmigrante musulmán no entra a Europa envuelto en su indumentaria, tampoco se inclina a determinada hora para la oración rutinaria. Todo lo hace cuando se integra a la comunidad filial, donde sus predecesores ya se han adaptado en el nuevo  País. Aquí empieza la lucha por la identidad cultural y la aceptación, la tolerancia al rechazo de los otros, y la puesta en práctica de sus creencias. Las relaciones tensas y hasta guerreras entre los Países de la región árabe, las inequidades  provocadas por las estructuras jerárquicas de poder y economías extractivas, la utilización de esas naciones por el imperio en guerras sin futuro; expulsan a sus habitantes a otros continentes. A su vez se vuelven punta de lanza de la colonización sistemática que aspiran las élites, especialmente árabes. Bumedien sucesor de Ben Bella, tras un golpe de Estado en Argelia sentenció: “Un día millones de hombres abandonarán el hemisferio Sur para irrumpir en el hemisferio Norte, y no lo harán precisamente como amigos. Porque irrumpirán y lo conquistarán poblándolo con sus hijos. Será el vientre de nuestras mujeres el que nos dará la victoria” He ahí, el principio del fin. Turquía fue vetada su ingreso a la Unión Europea por su carácter musulmán, a pesar de haber realizado todos los deberes obligados de una nación occidental. Pasó con buenas calificaciones inclusive en escritura y lectura latina. Pero su pasado, presente y su cada vez más radical islamismo le cerró las puertas. Europa no puede permitirse abrir semejante frontera por donde se filtrarían no menos de veinte millones de musulmanes. La tasa de crecimiento de estos grupos en el continente es de 6.4 %, mientras los “cristianos” es, 1.4 %. Indudable, Europa se ha rendido al Islam, a cambio de petróleo, aceptando ciudadanos de medio Oriente como inmigrantes legales, incluso se ha comprometido a incluir en sus centros educativos la divulgación de la cultura musulmana, como necesidad para conocer el paralelismo con el cristianismo. Con ello viene la implantación de toda la parafernalia semejante: Mezquitas, Centros de Estudio del Corán, normas y reglas de conducta musulmana, etc.
 Los chinos se han esparcido por el mundo desde hace siglos, construyen su China Town en cualquier metrópoli; no exigen más que reconocimiento ciudadano; buscan no ser diferentes de los demás; claro, sus ojos, su estatura y su dejo cantor al hablar los señala inmediatamente como otros. Sus dioses, si los reconocen, y sus prácticas espirituales son para sí. No buscan pregonar, como otras creencias que andan en escuadrones visitando y tocando puertas para enseñar lo que ellos creen.  
La emigración de Latino América hacia Estados Unidos, también objeto de análisis de Huntington, no lleva la impronta del Islamismo europeo, conquistar y dominar, sino plagar el País de emigrantes que no aportan más que información para los demógrafos. Al fin, el Norte y el Sur Latinoamericano están plagados por el mismo síndrome: cristianismo, una y mil formas de expresión religiosa semejante. Estados Unidos es un nido donde empollan, antes y ahora, profetas, misioneros, y santones; cada uno organiza escuadrones de secuaces que siguen sus farsas. Menciono algunos: Joseph Smith, Charles Tazo Russel, los Cristian Scientists. Es larga la lista de estúpida contradicción en la Nación de la ciencia y la tecnología. Además, los creadores de aquellas feligresías religiosas son personajes de alto perfil mediático que terminan aborregando a muchedumbres y por supuesto enriqueciéndose sin límites y sometiendo a sus instintos a las ingenuas mujeres creyentes. De tal modo que a la par que producen hamburguesas, crean sectas de potente atracción piadosa y económica; luego salen expediciones a evangelizar el mundo. Pero existe un fenómeno digno de resaltar en esta disquisición. A los negros los esclavizaron con cadenas metálicas; los liberaron atados a la Biblia; finalmente, ellos mismos volvieron a la servidumbre con el Corán. Maldito destino. El 85 % de los negros en EE. UU., profesan el islam y cada día se suman, desde rutilantes estrellas del deporte, la música o el entremetimiento. Malcom X es la figura más señera en la historia que está por contarse. El concepto WAP que defienden los fundamentalistas, tiene sus razones en la interpretación religiosa de la sociedad: Blanco, Anglo y Protestante. Los negros se apoderan del Corán, como identidad racial para desprenderse de sus esclavizadores. ¿Hasta dónde llegarán los negros y otros grupos en ese juego del islam como parias y terroristas que el sistema les ha asignado? Barak Hussein Obama es un cromosoma negro  de rasgos islámicos en la complejidad de la sociedad norteamericana, la cultura, la política y la ideología en la globalización.
El Nuevo Orden Mundial ha diseñado un modelo de sociedad, en la que el Imperio contemporáneo prevalezca en el tiempo y cubra toda la geografía. Pero sus pensadores se equivocan, o si lo intuyen no lo dicen. En el pasado los imperios reinaban dinastías y pervivían centurias. En la posmodernidad son como sus productos industriales de “obsolescencia programada”. Los Estados Unidos no llegarán a la tercera edad como rector imperial, y no podrán perennizar el destino manifiesto que se atribuyen. Las contradicciones internas que han surgido en sus propias entrañas, como dice Z. Bauman, el falso mundo del dinero y los fastos del consumo, han licuefactado los verdaderos cimientos de la civilización productora, creadora, perdurable, de amor, filial y solidaria.

Cuando terminen de llegar las ultimas oleadas de inmigrante del Sur solo con sus bártulos a la espalda y apoyados en un cayado, el esplendor de la civilización occidental y cristiana habrá terminado en las espesas tinieblas de las catacumbas, si antes, la imbecilidad imperial del destino manifiesto no ha conflagrado el planeta con todos los artilugios genocidas que guardan en los silos de la muerte. Porque con el Corán en la mano, o las estampitas de la Virgen de Guadalupe colgadas del pecho, no se construye  un agujero, ni se produce un mendrugo.