La satisfacción que los individuos
parecen encontrar en su miseria
refleja el esfuerzo creativo
necesario para cultivarla.
Arq. Vicente Vargas Ludeña
En el año 1988 el Ing. León Febres Cordero entregó el
mando Presidencial al Dr. Rodrigo Borja. El nuevo gobierno asumió el poder con
todas las consecuencias, que fueron desastrosamente públicas del régimen
anterior. Aquí se busca establecer las paradojas entre la ruindad de dos
gobiernos contrastados con su antecesor, el uno; y posterior el otro. Lo ruin y
miserable son hitos de esas caricaturas del poder político.
Febres Cordero jamás fue un estadista, ni siquiera un
gobernante de un Estado de Derecho constituido. Fue un mercader en el poder. El
carácter facho de su gobierno, su extracción de clase, la ninguna comprensión
de los procesos globales, su mayoral personalidad lo disponía no a gobernar,
sino a someter, escarnecer a sus enemigos o adversarios políticos. Sus ejes
predominantes en el poder eran los negocios del Estado. Su pasión y destreza en
el manejo de armas de fuego, le inspiró crear un estado de guerra contra el
“comunismo”. En esas batallas de fantasía persiguió y desapareció muchas
personas, otras cayeron en una guerra virtual declarada por el minúsculo führer.
Desafió a los militares; hasta que estos tomaron la justicia en sus manos a
través de un levantamiento en una unidad militar –Taura-. Donde las armas rugen,
la sangre brota. Hubo muertos, y la vida del protagonista principal flotó en la
levedad del tiro de gracia que nunca llegó. Como eso no sucedió: la muerte del
Presidente, la majestad del poder que dijo representaba sirvió para trapear el
piso; hasta el soldado de bajo rango pero indignado lo humilló empalmándole el
“culo”. Las transacciones de
representativo valor se realizaban en el propio despacho de la Presidencia,
donde ahí mismo se celebraban con champaña por el “éxito” de los resultados. En
consecuencia los negocios no reflejaban el desarrollo de las obras, sino el
enriquecimiento de sus miembros. En una somera Auditoría la Contraloría
estableció, que desde el edecán, los ministros, y todo aquel que se mojaba el
ojo presenciando aquello salió imputado y prontuariado con numerosas y gruesas glosas de peculado. Su
gabinete integro terminó en el exilio -Miami-.
El Dr. Rodrigo Borja, asumió las funciones que le
otorgó el pueblo ecuatoriano, recogiendo escombros de un Estado en crisis sistémica,
sobre todo ética y moral: un pueblo desmoralizado y vencido por la tragedia ocasionada
por el gobernante anterior. En pocas ocasiones, al inicio de sus funciones su
relato fue denostar o perseguir a su antecesor. Y más bien forjó su propia
clave: recuperar la majestad del Estado y del poder antes deshecha, vomitada
con casquillos y pólvora esparcidos por la valentía del mayordomo que había
sido huésped en la casa del Pueblo. La valoración del gobierno del Dr. Borja
fue mediocre, desde su visión ideológica y dentro de los cánones que el imperio
permite a los gobiernos de su patio trasero. Pero supo asumir sus
responsabilidades históricas, la ciudadanía le negó rotundamente sus anhelos de
volver al poder.
Hoy 2018, “han vuelto las golondrinas sus nidos a colgar”
de las cornisas del poder del Estado. Un séquito de completos carcamales, tal
vez sosegados, pero no, con menos codicia han sido sacramentados por otro
zafio, el actual e impresentable gobernante.
“La vida nos da sorpresas”. Después de 29 años
elegimos en las urnas un esperpento, un fantasma que, si acaso no se hubiera
descubierto la rueda, su movilidad seria arrastrándose por el piso. Fea y
repugnante figura imaginarse una vida rastrera, físicamente. Pero cierta,
moralmente. Esta figura repta por los pantanos de su incierta vida heredada de remotos
tiempos de su aciaga existencia.
Aunque resulte pleonástico. Para una cabal comprensión
se debe resaltar la maldición que encara el Presidente actual en el Ecuador. Casi
todos los analistas, simpatizantes o detractores han descrito con precisión el
tamaño de degradación moral que este escombro humano, ocultó para los aliados y
compañeros de ruta en el gobierno del cual él fue parte íntima durante diez
años.
Lleva apoltronado en el despacho presidencial 456
días; y no ha salido de su cerebro una propuesta coherente con el Plan que
expuso y ofertó en la campaña. Tampoco ha podido explicar el programa de
gobierno que la derecha le entregó para su aplicación. Los segundones y
corifeos que igual papel jugaron con sus propios pasados, después de saborear
el desprecio ciudadano, y comprender que una estructura desquiciada y
desquiciante, nada tenían que hacer, van abandonado la cueva que el escombro
físico y moral ha construido para sí.
A diferencia del pasado descrito aquí, y parangonando
con lo que ya es historia. La narrativa miserable que esgrime hasta el
cansancio: que el gobierno anterior de Rafael Correa, le entregó un Lázaro –de
País-, al que debía resucitar y echar andar. Justificación que nadie se la
traga. Como siempre, su amoralidad la apuntala en su yo insignificante; con su
incapacidad física, pretende despertar conmiseración. Ninguna generación presente
y futura reconocerá el doblez del alma de un individuo que llegó a la más alta representación
del pueblo, en el Poder Político.
El gobierno del ex-Presidente Rafael Correa D. ya
consta en la historia: virtudes y defectos; errores y aciertos; afectos y
desafectos; empatías o antipatías; valoraciones internas e internacionales,
inexistentes en el pasado. El Ecuador paradigmático apareció en el mapa. No
serán suficientes todas las canalladas que el esperpento pueda montar: primero,
para encubrir sus limitaciones intelectuales y morales; y luego denostar por
los siglos de los siglos el odio que engendra su pequeñez de espíritu y escombro anatómico.
QUEDA CLARO QUE
RECONOCIMIENTOS y VALORACIONES COMO LAS TUYAS, SON DE VALOR ESCATOLOGICO.
ESCORIA HUMANA.