25 diciembre 2019

EL ÚLTIMO MEMORIAL


Arq. Vicente Vargas Ludeña
La burguesía guayaquileña que ha detentado la hegemonía administrativa y política de la ciudad de Guayaquil, durante los últimos 36 años –sigue dominando el Cabildo-; acaban de poner la última piedra y el último bronce en la estatutaria de la Ciudad, en un Memorial de un guayaquileño que fugazmente pasó por la Presidencia de la República del Ecuador. Fugacidad igual, del respiro a la muerte, en el impacto del avión en que viajaba: el Abogado Jaime Roldos Aguilera.
El recorrido estatuario que los ideólogos de la oligarquía reaccionaria, le imprimieron a la cultura urbana de Guayaquil, es, como no puede ser de otra forma, expresión de Clase, sin pudor: El Betunero, el Voceador de periódicos, Juan Pueblo y otras encarnaciones. Además muy, y, exclusivamente machista.  Siempre  enclavados en una vereda exhibiendo sus raídos andrajos; prefigurados a sus propias escalas humanas. Los linajes aristocráticos han tenido destinos espaciales con elevada connotación urbana: el Malecón, hitos o nodos de alta significación, y particularmente: de dimensiones y posturas mayestáticas.  Ciudad sin ambages, con su verdadero rostro y geografía estratificada: barrios de alta gama, fortificados; y arrabales infinitos en colinas descendiendo a la manigua.
El homenaje edilicio estatuario que se realiza en un espacio urbano, es una obra que está destinada a perdurar en el tiempo. Esa es la función de la piedra y el bronce. Latente comunicador a la memoria, con los códigos y el mensaje deseado.
Nada, en el espacio público comunica con tanta contundencia como el objeto arquitectónico. Un cartel esta signado por códigos lingüísticos, y pronto agota su misión comunicativa. Una estructura espacial urbana está organizada por códigos arquitectónicos: para perdurar y luego, volverse cultura.
El espacio y objeto elegido para el recordatorio del ULTIMO MEMORIAL no está claro. Si es, a la tragedia del Dignatario, o, a las cualidades ontológicas, axiológicas, de los fines del inmortalizado, en ese lugar. Me asaltan las dudas -espero se aclaren en el avance del relato-. Ya hubo, en ese lugar, un bodrio de monumento, de formato icónico: una “figura humana con los brazos abiertos”; de pobre diseño del entorno y dudosa valoración estética. El Memorial que nos ocupa recurre a múltiples categorías: Arquitectónicas, Semióticas, Culturales, Ideológicas y principalmente Políticas.
 Los promotores eligieron un eje vial complejo, abigarrado, y reducido espacio para trazar sus ejes visuales, y con ellos organizar el espacio; de carácter abierto y sin límites. Haciendo difícil su percepción y decodificación desde el conductor o viajero que rodea la circunferencia. El Memorial, según la lectura de sus creadores y aceptada por los promotores, es la vivida secuencia de los sueños, aspiraciones y realizaciones del prohombre, jalonada por un conjunto de columnas.
Los diseñadores del Memorial, eligieron LA COLUMNA como código arquitectónico universal. De geometría variable. La función primaria de este código es sostener. La “columna vertebral” de las cosas y deseos, se designa, volviéndose metáfora. Sus funciones secundarias significativas son múltiples: vitalidad, dureza, esbeltez, solidez… y todas las que elijamos para la circunstancia que anhelamos inmortalizar. Abundan estos códigos con su propio lenguaje en cada cultura universal. En la secuencia de las columnatas, según el relato de sus autores, está el origen de la educación,  formación académica, ideológica y política del joven patriarca, que se abre desde dos elementos que sostienen el Portalón del Colegio Vicente Rocafuerte –aquí, la columna no denota su función- es la remembranza de un estilizado diseño del portal de O. Niemeyer en el Palacio de la Alborada –Brasilia-. Luego pasa por las arquitecturas que la vida le deparó. Incluyendo las columnas que reciben al activista político en el edificio del CFP. Culminando el paseo, con un enfilado de inconfundibles columnas de orden clásico, greco-romano; y las representaciones bronceadas de un hombre y una mujer; a escala natural.
 La pregunta cabe ¿Existe algún pensamiento u obra trascendente, que este matrimonio pergeñó en el frenesí de sus vidas? El valor lúdico de sus  caminos, era la juventud que disfrutaban. El paso de la inmortalidad –como memoria- al olvido, aquí, es insignificante. Sin la tragedia, sus vidas estarían recibiendo soles estivales, otoños blanquecinos en sus cabelleras; y su pensamiento clavado en lo que pudo ser, y no fue. Igual, como la de sus émulos: “tristemente célebre”.
Guayaquil contemporáneo carece de un fundamento cultural e intelectual con su propio peso específico. Alguna vez lo tuvo. Hoy desborda lo rayano,  burgués-mayamero, hedonista,  rentista, patrimonialista… Sus elites están agotadas, los abolengos se dilapidaron. Se hundieron en su inopia ética y moral;  nada crearon, no tienen a quien rendir pleitesía; buscan con afán un referente que justifique sus languideces. Su debilidad es tal, que hoy forjan sus esperanzas y futuro en un PERFECTO CANALLA, para que sea él, quien promueva la transición, y devuelva sus prosapias  y linajes. Por todo aquello, es un buen momento para recurrir a la tragedia, al recuerdo triste, de una pareja de esposos que en el fogonazo del rayo, la muerte se los llevó. También aquí, el carácter de Clase esta visible ¿Cuánta diferencia filosófica podríamos medir con la antes descrita, con otros personajes que luego lo sucedieron, pero que la tragedia de la muerte no los tocó? ¿Febres Cordero, Bucaram, Alarcón, Gutiérrez, Palacios, Duran Ballén...? ¿Acaso, de continuar estos demócratas atenienses, madera de guerrero, en la construcción de la Ciudad mercantil-portuaria-, independiente y soberana; sueñen levantar  un Partenón, para que las generaciones que vendrán con sus nuevos hijos, en el futuro; sean estos los que los petrifiquen sus figuras y símbolos en alguna calle o plaza de la Ciudad?