Recuerda el alma dormida
Avive el seso y despierte
Contemplando
Cómo se pasa la vida,
Cómo se viene la muerte
Tan callando
Cuán presto se va el placer,
Cómo, después de acordado,
Da dolor;
Cómo, a nuestro parecer,
Cualquiera tiempo pasado
Fue mejor.
Jorge
Manrique
Arq. Vicente
Vargas Ludeña
Es
compleja la tarea decodificara de la estructura del tiempo histórico. Pero en
un esfuerzo imaginario construyamos un pasado idílico que el maniqueísmo ecuatoriano
transfigura, veladamente, con el presente. En consecuencia para este sector de
nuestra sociedad, el Ecuador de hoy, son los prolegómenos del mañana
apocalíptico. Porque jamás en los últimos años nada se construyó. Tampoco una
mirada se merece. El hoy, es un oprobio. Cualquier tiempo pasado que fue mejor. Es lo
que añoran, como fatalidad de su incierto destino.
La
decodificación que proponemos, es semejante al retro que podríamos verificar en
un video de una persona que camina hacia atrás, hasta su punto inicial de
partida. El video se reinicia y la secuencia relata su contenido.
El
año de 1979, se inicia la luminosa vida política “democrática” en el Ecuador.
Con entusiasmo y jolgorio asistimos a votar en el sistema electoral que la
democracia vela nuestras vidas. Estábamos olvidando ese menester “cívico” tan
complejo: decidir.
Ningún
País de la Región tuvo una pléyade tan selecta de mandatarios, que surgieron en
esa época. Para bien y gloria de nuestra Patria. Cada quien exhibía una
mayestática figura de estadista y mandatario. Su nómina apergaminada, solo es
merecedora de Majestuosos salones, de Góticos Claustros o Académicas Casonas.
Recordemos esa lista: Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, León Febres Cordero,
Rodrigo Borja, Sixto Duran, Abdala Bucaram,
Rosalía Arteaga -Ecuador feminista también-, Fabián Alarcón, Jamil
Mahuad, Lucio Gutiérrez, Alfredo Palacio; y tres furtivos mandatarios.
Solo
un espíritu mezquino y maniqueo puede negar la ambrosía, talento, decencia,
aristocracia a esta corte casi celestial, otorgada por dios a este inmerecido
pueblo.
Tampoco
nunca, alguien se permitió dudar –especialmente el Departamento de Estado de los
Estados Unidos- que en el ecuador no se gozaba de la más variopinta y dinámica alternabilidad
de mandatarios en el poder. Eran tan veloces las alternancias que en una noche
tuvimos tres gobernantes en Carondelet; y otro que vagaba por los cuarteles
reclamando su cargo.
Es
patológicamente sectario aquél que endilga tiranías, autoritarismos, o
prepotencias en el ejercicio del poder. Todos los gobiernos, de esta nota,
fueron dechados de virtudes tolerantes, dialogantes, consensuadores… Si algún
Presidente usó una amonestación fuerte, fue en aras de la paz y tranquilidad
que el pueblo merecía. Lo mismo si algún anarquista soñaba con transformar en
otra cosa esta sociedad, él solo se consumiría en etéreos vapores, o se lanzaría
a una laguna, y desaparecería físicamente. Las imágenes de León persiguiendo a
sus presas como perro con hambre, eran nada más, metáforas de Animal Planet para la televisión.
No
es aceptable que aventurero alguno haya llegado al poder sin merecerlo. Los que
equivocadamente presentaban un perfil sospechoso por su alcurnia, los otros
meritos los abrumaban: Bucaram, Gutiérrez, Palacio, Alarcón y otros. Por
ejemplo su impoluta honradez, su integridad moral, su elevada formación
académica.
La
composición moral de la sociedad es diversa y múltiple. Los hay, desde los
santos varones cerca de los altares, como los soldados cruzados de nuestro
álbum; hasta hampones de esquina que escalan por los muros del poder. Pero en
el proceso decodificador del tiempo retro que nos preocupa; todos fueron la
encarnación de la Madre Teresa de Calcuta –la menciono porque es lo más cercano
que hay, de un ejemplo tan piadoso, bondadoso y de sacrificio; a pesar que hoy
mismo, han cuestionado su integridad apostólica de los marginados y los
enfermos. Deben ser otros maniqueos de los abundan por el mundo-.
Por
último, en la galería de los Salones de Carondelet se puede apreciar
fotografías de rostros adustos, pero satisfechos. Todos se caracterizaron por
ser grandes constructores. ¿De qué? ¡No sé! De cualquier cosa. Alguna cancha
deportiva, una capilla, una escuelita, unas baterías sanitarias. De sus propios
sueños… ¡Qué sé yo!
Durante
los 27 años que nos hemos propuesto decodificar, estuvo presente un sideral
arco iris ideológico-político; cubrió todos los anhelos de las diferentes capas
sociales. Desde la derecha fascista muy revival en el capitalismo globalizado;
hasta la izquierda troglo…, que es muy proficua en el debate con piedras en la
mano. Esta excepcionalidad y riqueza ideológica, propia de nuestra prosapia,
como lo he repetido, ha permitido a cualquier “emprendedor” montar un kiosco
con determinados colores, un símbolo de compleja semiología que denote toda la narrativa
de la nueva Patria que sueña construir.
Las
Instituciones públicas claves del desarrollo: salud y educación, fueron
entregadas a los más preclaros líderes y especialistas. ¿Quiénes mejor sabían
de salud? “Los enfermos, por supuesto”. A ellos les fue entregada. Los
especialistas y los pacientes sabían cómo se debía morir en paz. El fenómeno de
la educación era igual ¿Quién sabía mejor de educación? Los maestros, sin duda.
Ellos manejaron con diligencia y talento la formación de la ciudadanía pobre,
porque a la élite la educó la empresa privada. Podemos no equivocarnos, pero el
Ecuador gozaba de buena salud y se desperdiciaban los sabios en las calles.
Otra
conquista que enorgullece a lo maniqueos, es la tolerancia religiosa que ha
vivido el País. Cualquier peregrino puede sentir el llamado del señor y montar
su propio templo; o también ocupar un parque plebeyo para divulgar su “verdad
revelada”. La Iglesia católica siempre atenta a evitar desviaciones desde el
poder, porque el Ecuador está consagrado al Corazón de Jesús. No tiene otro
dueño divino. Las masas devotas que son el 99.9 %, peregrinan por los cuatro
puntos cardinales de la Patria en procesiones bíblicas. Estos trámites les
asegura el reino de los cielos sin protocolos costosos. El 0.01 %, si debe
comprar un pasaporte para desviar su ruta al paraíso.
Hasta
aquí, el Ecuador parece Jauja, un
idílico País. La creación, que es, desde donde, dicen que vinimos -lo de Adán y
Eva, y la sentencia fatal “ganarás el pan con el sudor de tu frente”-; el mundo
se complicó. Desde entonces, es lo que hace el 99.9% de las personas. Mientras
el 0.01 % se ganan el pan, de frente. Es decir no transpiran. En algún
versículo la globalización ya se anunciaba, no por internet, lo hacían con las
trompetas de Jericó que llegaban a todos los confines. Nuestros banqueros
siempre pulcros y honrados, se quedaron de frente con el pan que ganaban los
otros con sudor. Ellos, los ricos, no hicieron otra cosa que acatar la palabra
revelada. Hubo nada más, un ajuste contable. Marx explicó que eso no es así; que hay revelarse
ante ese injusto designio. No ha tenido éxito.
Las
categorías como la democracia, la libertad… los maniqueos concluyen que no hubo
ningún período en el cual las libertades y la democracia vivieron sus momentos más
esplendidos. Cualquiera podía decir lo quiera, pensar lo que quiera, escribir
lo que quiera, y donde quiera. La pequeña dificultad era que, para hacer todo
eso, se requiere montar maquinarias y equipos para divulgar lo que quiera. Lo
cual exige mucho dinero. Muy simple. Porque si no tienes esos medios, nadie te
escucha. Es decir la comunicación es un monopolio. Pero, como a la población le
importa un bledo los sucesos, nadie persigue ni mata por decir o callar.
Simultáneamente
el mundo, igualmente, para el maniqueísmo neoliberal era un remanso de paz,
armonía, desarrollo, riqueza y prosperidad sin límites. Salvo pequeñas burbujas
financieras que hacen PLOB, y que aparecen cíclicamente; pero con la presencia
de los Estados, el supra mundo del dios dinero, los ricos vuelven a ser ricos.
Y los pobres, lo que siempre deben ser: miserables. Eso pasa en las mejores
familias, Ecuador ya la tuvo. El estado intervino y todos terminaron felices;
salvo unos pocos que se apresuraron y acortaron su camino en este valle de
lágrimas. Los banqueros, siguen ahí; y ahora hasta apuestan por la Presidencia,
para volver rico al País.
Así
mismo, dejó de existir la pesadilla del comunismo, como amenaza al
establishment. Se redujo a ideas y conciencia. Claro a esa condición no le
entran las balas, seguro que luego volverá por sus pasos. Al comunismo lo
reemplazó el consumismo. Plaga para la cual no se requiere conciencia. Basta
doblar el lomo, luego venderlo a los mercaderes en las catedrales del consumo.
En la posmodernidad, ya no hay quien desaloje con fuete a estos mercachifles
del templo. El mora ahí. ¿Quién? El mismo que condenó a los ricos al infierno,
porque primero pasará un camello por el ojo de una aguja.
La
dialéctica de la sociedad es inmanente a sus infinitas relaciones.
Fundamentalmente la base material, que es desde donde arranca el homo habilis.
Jamás dejará de producir lo indispensable, lo útil, y también lo inútil. Entre
ese desaforado empeño de producir, están las armas con las que hay que
defenderse, o agredir. El imperio inventó un nuevo enemigo que atenta a su
seguridad: el terrorismo. Los pueblos que siempre fueron sus lacayos, también asumieron
ese peligro; pero el terror latente de estas comarcas es que en el mañana, no
haya que comer.
Sin
embargo existen Países que están a tono con los decálogos del Imperio. Cosa
singular, los maniqueos miran para otro lado, y no se fijan en esas lacras de
naciones. Y más bien, los vuelven referentes de prosperidad, desarrollo,
democracia y todas las monsergas. Son Estados incondicionales, como Argentina
que recién que acaba de entrar al concierto de los reciben órdenes desde el
Norte. Solo mencionemos algunas Naciones paradigmas del “éxito neoliberal”: México,
Colombia. Centro América –no incluir Panamá, no es País, es un negocio- el
Perú. Para los maniqueos esos pueblos rotan en otro sistema solar. No los
mencionan, los ignoran; no por insignificantes. Sino porque sus contradicciones
sociales, económicas, narco-Estados, son profundas. Más, sus indicadores económicos,
sus carteras de portafolio financiero están en el primer mundo. Qué el
narcotráfico y la violencia están presentes diariamente, si. Pero ese es el
juego en el casino de la vida de esos pueblos. En el trasiego de la droga,
también participa el trato de personas. En el intermitente intercambio, siempre
caen migajas para los desarrapados, gatilleros, sicarios y una infinidad de
mano de obra y funcionarios públicos. Mientras los caudales de dólares pasan
por la línea del blanqueo; hasta que los billetes llegan limpios a los
bolsillos de los magnates y políticos.
El
modelo de naciones de esta reflexión, la pobreza la desigualdad, inequidad construyen
urbanismos delirantes: por un lado, el esplendor en las ciudades satélites,
amuralladas, ajenas a los intrusos, marcadamente diferenciadas. Pero de vez en
cuando alguna acequia los separa, una colina; donde a su vez se asienta la
miseria humana y material. Cuando aparece
algún reportero de un medio, se limitan a enviar un mensaje: no tenemos
agua, la escuelita se derrumba, el transporte no llega por aquí…Guayaquil
compite con esos urbanismos surgidos al conjuro de la inmigración, el
deslumbrante y falso oropel. De pronto aparece el Alcalde lleno de bondad y
comprensión, llega atraído por extrañas sensaciones. La gente lo rodea, lo
toca, lo miran casi desde el suelo. Entonces sentencia: Ustedes son la
fortaleza de la Patria, la esperanza, debemos estar atentos al mañana porque
ahí está vuestro porvenir. Mañana enviaré unos tanqueros con agua. Sentencia. Y
les dice: adiós.
EL
GRAN HERMANO
La
historia giró 180º, ahora, esta se encuentra en la antípoda del bien: en el
mal. La visión maniquea que el pasado se cubría en el mantra de lo
imaginablemente ideal; o, por lo menos subyacía en la conciencia sin tener
presencia; ha quedado bastante decodificada la postura del ayer. Ahora debemos
hablar del presente.
George
Orwell escribió 1984, la obra más citada, para denostar contra el comunismo
vigente en esa época: la Unión Soviética. Un Estado totalitario del partido
dominante. El Gran Hermano, se constituye en el ojo invisible que domina todo
el paisaje político, a la Nación entera, a las conciencias individuales. Nadie
se escapa al trueno de la Tele Pantalla que le advierte al sujeto que no se
admiten tránsfugas en sus dominios. En Oceanía, que es la Nación imaginaria de
éste régimen, no existe estructura jurídico-política en ningún mundo. Las
Instituciones y las relaciones de poder, desde el lenguaje adquieren nuevos
significantes y sus respectivos significados. Vale aquí una disquisición con la
posmodernidad. El arte es un reflejo de la realidad. La ficción orweliana
advertía de la complejidad de las sociedades modernas. El sistema, el comunismo,
que Orwell criticó desapareció. El Gran Hermano cambió de domicilio. Se
trasladó al imperio capitalista. Glenn Greenwald en su libro “SIN UN LUGAR
DONDE ESCONDERSE”, sobre el épico viaje de Edward Snowden, agente de una
agencia de inteligencia, la NSA de los Estados Unidos para pasar información
secreta que poseía; revela que hoy nadie está fuera de los alcances del Gran
Hermano. Todos en el Planeta, tenemos encima un ángel de la guarda, que “guarda”
nuestras cuitas para informarlas al imperio. La Tele Pantalla del régimen
totalitario ha sido reemplazada por las Video Pantallas y todos los
dispositivos inteligentes contra el “terrorismo mundial.” Somos terroristas
espermáticos.
Pero
el tema que nos preocupa y que nos ha obligado
a prolongados circunloquios, es el Gobierno del Presidente Rafael Correa. En los diez años del régimen, como
nunca antes el maniqueísmo, doctrina falaz de perversas raíces religiosas, ha
sido implacable con el presente. Cualquier pasado fue mejor. Pregonan ellos.
Todo lo que con sorna se describió en los párrafos anteriores, y los que añoran
ese pasado no encuentran parangón con el presente. George Orwell es una vaga
semblanza del gobierno actual ecuatoriano. Totalitario, represor, inquisidor
con las libertades de palabra, de pensamiento, antidemocrático; Incapaz,
demagogo, populista, craso. La lista de adjetivos se agota en la
descalificación. Sobre todo suscitador de pasiones y sentimientos perversos: el
odio, la revancha, el miedo… La corrupción, si acaso existió según ellos, de
los gobiernos anteriores son robos infantiles de caramelos; comparados con las
riquezas de monarcas, que se han llevado en este periodo.
Ha
dilapidado las reservas, ha construido cuanto le ha provocado; carreteras,
escuelas, colegios, centrales hidroeléctricas, ha modernizado la gestión
pública rescatándola de la abyección. Todo esto, según sus detractores
maniqueos, es inútil. Porque no lo merecemos. Nosotros pertenecemos al
inframundo. De ahí no debemos salir. Un odiador renegaba por la tupida red de
carreteras que ahora dispone el País, su preocupación y delirio era, que las
muertes por accidentes de tránsito se quintuplicaran. Lo mismo apostrofan por
las universidades de élite que están naciendo; o un brillante analista reprocha
que haremos con tanta electricidad, porque esa no se almacena.
APOSTILLAS
El
maniqueísmo que practican los odiadores del régimen de Rafael Correa, adquirió
categorías epistemológicas. Han pretendido asignarle carácter científico a las
bajas pasiones que practican, para tener instrumentos de crítica y repudio al
Gobierno. Con sus posturas maniqueas ignoran el oprobioso pasado, que Ecuador
vivió hasta la llegada de Correa al poder. Se niegan a mencionarlo sin darse
cuenta que son esa actitud, a su vez, están negados moralmente a despreciar el
presente. Por eso añoran “cualquier
tiempo pasado fue mejor”.