Arq. Vicente Vargas Ludeña
La analogía que me atrevo realizar tiene un tronco generador
que caracteriza la narrativa, sobre lo humano: la ética y la moral. Las
palabras y las cosas la cultura humana las ha universalizado. De manera que con
facilidad diferenciamos lo bueno de lo malo en la cotidianidad y en el devenir.
Mi título: “SODOMA”, es la mitad de la otra mitad: “GOMORRA”. Libro fascinante
escrito por Roberto Saviano. Un relato real del bajo mundo en el que desde su
niñez presenció el complejo entramado criminal, político, social y empresarial.
Este testimonio le ha costado al autor una sentencia de muerte dictada por las
familias mafiosas de su misma tierra: Nápoles y otras regiones del sur de
Italia. Desde la publicación del libro jamás anda solo por calles, plazas,
ciudades o países. El Estado costea su seguridad personal.
No podríamos descifrar las entrañas éticas y morales de vidas
paralelas, sin el recurso axiológico: los valores y sus contrarios, dependiendo
de la sociedad y su cultura en que se desarrollan y practican.
Seres monstruosos, cada día y en todas partes brotan como
gusanos sobre un cadáver. Colombia ha fertilizado su sociedad para que
diariamente se reproduzcan estas despreciables criaturas. Nuestro País –Ecuador-
no escapa de estas tempestades, aunque en menor escala.
No se debe perder la perspectiva de la analogía desde los valores,
y que las semejanzas de lo comparado con los otros, guardan el mismo perfil: truhanes. Un sicario colombiano,
lugarteniente del capo del narcotráfico Pablo Escobar Gaviria, de nombre: John
Jairo Velásquez alias, “POPEYE”. Asesino confeso de alrededor de doscientas
personas; según sus propias palabras y entrañables sentimientos, descritos como
un suceso en su vida. Nada más. Cumplió una pena de 24 años en la cárcel. Salió
en libertad condicional. Hoy nuevamente lo encerraron por constituir una
amenaza a la seguridad ciudadana. Indudable es un guerrero del mal, sentenció al
candidato presidencial, Petro: “si mis palabras no son suficientes, la
ametralladora, hablará por mí”. Este episodio no extraña. Lo singular es que,
como alguna vez escribí; en Colombia la violencia, el crimen, la corrupción, el
narcotráfico y una larga letanía de descomposición moral desde las más altas
cotas del poder político, religioso, social y económico, adquiere en el
correlato de lo estético un estilo de vida. La estetización de lo más abyecto
adquiere rango de status y parangón de Hollywood.
La estrella rutilante que aspiraba pertenecer al firmamento colombiano
del jet set, proyectaba públicamente en las calles y plaza su vida pasada en la
esfera de lo amoral, sin una traza de escrúpulo. No existe la moral en su
conciencia, ni los valores intrínsecos del ser tienen alguna importancia.
Tampoco en su niñez los conoció. Ya opinaba sobre lo bello y lo feo; lo excelso
y trágico de la vida; se volvió un objetivo turístico, por alguna razón desconocida
la gente se afanaba un selfie cachete con cachete; asesor de seguridad de las
personas; sujeto que estaba cada vez más
cerca de la inmortalidad: simplemente, el miedo no estaba en las aplicaciones
de sus emociones, no recordaba como el temor lo aprisionaba cuando asesinaba y
recomendaba ejercitar destrezas en el uso de las armas, asesinar se vuelve una adicción
–decía-; promulgaba sus decálogos sobre lo humano y lo divino: creyente a su
manera. Como estaba incorporado a la sociedad, lo político no le era ajeno. A
los comunistas les tenía destinado un plomo en el pecho, y un lugar en el
infierno. “POPEYES”, en Colombia existen por miles. La escala de la moral no
existe. Lo mismo son los mandatarios, y todo lo que subyace en la urdimbre del
poder; hasta la podredumbre humana que yace como estiércol en las calles: mitad
persona, mitad animal devorado por las drogas.
Esta breve semblanza de un colombiano que exhibe su empaque físico
y amoral en las calles, plazas de cualquier ciudad; era un excelente producto
del marketing lumpesco para los medios, los émulos, el establishment incluidos
los poderes del Estado. Pero el dilema continúa. Este asesino ¿Es víctima o
victimario? Esa Nación es el conjunto de todo. Colombia es un puzzle de
degradaciones, que armar una figura con ese juego resultaría un monstruo inclasificable.
Todo ese conjunto de escombros putrefactos no se puede construir un Estado-nación.
Colombia es, y seguirá siendo un Estado fallido.
Lo análogo amoral en Ecuador no es un asesino en serie. Es
una dinastía de mestizaje Libanés-ecuatoriano. Un alcalde de Quito, los llamó: “una
tribu de los desiertos arábigos”. Treinta y siete años el País ha estado
sometido a estos aventureros de la política con los mismos instrumentos amorales.
Es decir carentes de todo principio. El superviviente actual, paradigma de la
desmesura humana, truhan por los cuatro costados, vivió palaciegamente en un País
de Centroamérica, veinte años. Reo y convicto de toda clase de delitos. Los más
sobresalientes aportes a su verdadera dimensión de zafio y hampón han sido el
peculado, sin contar con otros atropellos a la moral, a la dignidad, el respeto
a la ciudadanía. Como Popeye, exhibe su conducta de vertedero sin escrúpulos.
Blasfemia por cualquier canal, ofendiendo no solo a sus virtuales enemigos,
sino enlodando a todo lo cerca que esté. Carece de cualquier formación académica
o intelectual; en el pináculo de su estupidez y amoralidad certifica que los
lupanares de la Calle 18, son más eficaces en el aprendizaje de las teorías y
alcances de la vida: que Yachay, la Universidad del conocimiento. Su estatura moral
es la del perfecto cobarde. Ha huido de la ley cuántas veces ha sido procesado.
No ha pisado un minuto la cárcel, pero ha vivido 20 años fuera de los alcances
de ley. Nadie conoce qué profesión ejerce, a pesar de haber ejercido funciones públicas
desde Alcalde a Presidente surge la pregunta ¿Alguna vez, alguien conoce sus
estados patrimoniales? Su estilo de vida es ostentoso y publica ¿Quién conoce
sus ingresos y razones de ellos? La mujer para él, es la cosificación en el
contexto social; la expresión vívida del sexo. Nada más. Su retórica gramatical
logra articular escasamente una idea fragmentada, aderezada del grito y la blasfemia.
No es despreciable la connotación de la estructura mafiosa de él y todos sus
aliados e integrantes. La supervivencia con ribetes de Sultán en Panamá,
evidencia las ramificaciones características de la mafia.
La analogía nos conduce sistemáticamente a un parangón aunque
distante y distinto al mismo punto de donde partimos. Seres amorales convertidos
en tutores de la vida pública, de la sociedad, de la destrucción de los valores
indispensables en la colectividad.
Lenin Moreno condenó al
Ecuador al precipicio, al despeñadero cuando en un maridaje espurio y
vergonzoso trajo al rufián de su huida,
para que haga el trabajo sucio contra el
compañero que traicionó cínicamente: Rafael Correa. El juego perverso con la ética
y la moral la jugaron todos. Por todo aquello el complot mafioso encabezado por
Lenin Moreno, se fraguó a las orillas del Lago de Ginebra, hace mucho tiempo atrás.
Repetiré la lista de actores: agentes de la CIA., banqueros refugiados en los
Estados Unidos, la derecha cavernaria del País, ciertos grupos e individuos aislados,
y por supuesto el personaje de nuestro relato, como sicario y gatillero. Cada
cual tenía funciones específicas el TRAIDOR en esta faena era indispensable,
insustituible. Entonces la ética y la moral la filtraron por la alcantarilla.
Hasta ahora están saliendo airosos. Nadie sabe hasta cuándo dure esta pesadilla
contagiosa.
¿Quién podrá encargarse
de salir a buscar la virtud? Arma poderosa de los gamberros y mafiosos. El
virtuoso fabrica su virtud no a pesar o por lo menos al margen de las urgencias
de su cuerpo natural, de su condición histórica y cultural, de sus ambiciones,
necesidades y apetitos, sino precisamente con todos sus elementos. De allí mismo
de donde otros sacan vicio, debilidad o crimen, él obtiene virtud. Fernando
Savater construye una idea genial sobre lo que me preocupa en este renglón. “¿Hará
falta recordar lo de que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la
virtud? ¿O la deformación propagandística que actualmente acompaña los gestos políticos
superficialmente más nobles y filantrópicos? Y, sin embargo, es fundamental
insistir en que la vía de perfeccionamiento moral pasa por la imitación de
actos excelentes y no por la aplicación de reglamentos o el respeto a leyes”.