Arq. Vicente
Vargas Ludeña
Lenin Moreno metió al País en el túnel del desastre. De la
dinámica febril pasada, hemos entrado, por razones y circunstancias que más
adelante se detallarán, a un “estado inercial larvario”; luego vendrá el culmen
de la tragedia: el “estado de pánico”. Los pueblos de Brasil y Argentina, por
ejemplo, se encuentran en la explosión del pánico: el hambre regresó con más
saña sin tener por medio una guerra económica externa. Al contrario, desde
Países y Organismos Multilaterales están apalancando con sus instrumentos
financieros -FMI, BM y otros- las calamidades de esos pueblos que antes de la
década pasada la vivieron con altas cuotas de violencia, infamia, hambre y
éxodo de sus ciudadanos. La historia se repite con la aplicación ortodoxa del
neoliberalismo.
Pero no es de esas Naciones que hablaremos. Son los estados emocionales
que atraviesan los pueblos cuando sus vivencias se caotizan hasta el delirio y
el suicidio. De esto, Lenin Moreno
conoce bien y mucho desde sus angustias vividas, y convertidas luego en
tragedia. En consecuencia, la tragedia, es el mismo sujeto. En otra reflexión http://vichevargas.blogspot.com/2018/04/desde-la-conmiseracion.html
-DESDE LA CONMISERACIÓN- anotaba: porqué y cómo este escombro apareció en la
vida política del Ecuador.
Lenin Moreno siempre fue: “nada”, “nadie”. Ahí llevamos culpa
multitudes: dirigentes de Alianza País y electores que lo tuvimos en el
escenario político diez años. Hoy los adláteres que rondan la silla de ruedas
–traidores por antonomasia- venden una falacia con las encuestas. El porcentaje
de aceptación que bordea el 40% en decadencia, pertenecen a un grueso número de
incurables odiadores de Rafael Correa, hasta Guillermo Lasso se ha delatado
admirador de Moreno; el resto será un insignificante grupo de peregrinos
burócratas amenazados.
Su pasado lo lleva como imborrable impronta en su anodino
origen y en el “tiro de gracia” que recibió y lo postró, sin el cual seguiría
cumpliendo las leyes del tiempo: envejeciendo y vegetando como sus
condiscípulos y amigos, a la caza de un escritorio en los laberintos de la
burocracia. Nada más. Puede parecer una sorna la frase “tiro de gracia”. Pero
es real; para él, con el transcurrir de la vida se transformó en el premio
mayor; aunque vocifere que no buscó, tampoco necesita el poder que hoy detenta.
Desde la conmiseración, el pueblo compasivamente soñó una posibilidad
renovadora. El pueblo se equivocó, o mejor, se engatusó con las sensiblerías
que decodificaba en el personaje del cuento. Sus estigmas psicopáticos estaban
latentes y aparecieron con toda su vehemencia amoral. Porque después de los panegíricos
engolados semejante a un Zaratustra en el desierto sobre la figura de su
binomio; nadie comprende como un traidor puede llevar hasta el paroxismo el odio,
plasmado en un macabro plan de persecución y venganza de alguna ofensa
desconocida, que a lo mejor, le endilgó su mentor, Correa.
El País se encuentra en “estado de inercia” con un espejo al
pasado. Un año de latencia larval sin
horizonte ni puerto de llegada. Delegó el poder a los que siempre
gobernaron el País. Lenín Moreno se retiró a su burbuja perversa que siempre ha
disfrutado. Es comprensible sus
limitaciones intelectuales, morales, físicas le impiden gobernar con un
verdadero Programa de Planes y Proyectos.
Sin embargo, sus alcances protervos no tienen límites. Ha
montado en el espacio de poder que se ha reservado para sí, una implacable e
inocultable persecución a Rafael Correa. Sus aliados que requiere para sus
fines son de la peor calaña: jueces, sicarios, medios de comunicación, la
Embajada de los EE. UU., banqueros, empresarios y la variopinta jorga de
traidores en los altos y medios cargos de la administración pública. Del experimento
que vivimos pasaremos al pánico generalizado, pagando un alto precio en el
desarrollo de la Nación. Vendrá la explosión en todos los órdenes que hemos
hablado antes: la pobreza, desempleo, hambre y todas las plagas que en el
pasado, ya experimentamos.
De esto, Lenin Moreno conoce con detalle. En sus etapas de
motivación y autosuperación que se habrá sometido en aquellas sesiones de los
que sufren tragedias de cualquier naturaleza, recurren a prolongados debates
entre sí. Alcohólicos Anónimos lo implantaron como terapia grupal décadas atrás.
El relato que exhibe Lenin Moreno es extraído de esos
manuales. Su escasa capacidad le impide comprender que no está dirigiendo una
sesión motivadora, que fue elegido para gobernar una Nación y organizar un
Estado. Le han llamado a su retórica: cantinflesca, vacía, tonta, ridícula,
incoherente y pobre. No puede ser de otra manera, lo hemos señalado; la
tragedia no es el País. Es Lenin Moreno, la tragedia. Mañana la tragedia será
nuestra. Mientras eso sucede, el personaje de la silla habrá fugado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario