Arq. Vicente Vargas Ludeña
Un parte aguas nos divide la historia del
País; desde la mitad del siglo pasado: El gorilismo consagrado por el imperio
en nuestro Continente, hasta la década de los setenta. Y la vuelta al eufemismo
de democracia, que se inaugura con el luto nacional. La muerte de su primer
Presidente. Hoy, sin saber de dónde sacar alguna célebre página que merezca el
eximio mandatario.
El inicio del relato, empieza con la
presencia de una cuadricula de sujetos que veían desde su juventud ese aposento
llamado Carondelet, como suyo, aunque sea temporalmente. La clasificación de
estos, que fungieron de Presidentes podrían ser personajes secundarios en
cualquier película de mal gusto de Hollywood: mediocres, lujuriosos por el
dinero y siempre con sueños patrioteros. Ninguno dejó huellas, que no sean:
vergüenza, miseria e indignidad para los ciudadanos, la sociedad y la Patria.
Febres Cordero, Hurtado, Borja, Noboa…
presumían de herederos del coloniaje –colonizadores-. Los otros que se ceñían
la banda Presidencial, se subsumían en legítimos burgueses: Palacios, Duran
Ballén, Mahuad. No podía faltar el lumpen: Bucaram, Gutiérrez, Alarcón; y los
que soñando, entre sus harapos mentales
nunca llegaron a coronar sus ambiciones.
Año tras año se repetía la procesión de personajes
que dejaban huellas de dolor y tristeza, construidas con pobreza y miseria.
Pero la historia de venalidades se detiene, y surge una primavera de
pensamiento, de contradicciones en una sociedad cebada al albur de su destino
maldito. El Ecuador había elegido a un nonato en política, con el conocido cari
ramplón de sus antecesores: Rafael Correa. Pero con talento y seria formación
académica; haría la diferencia. ¡Oh, sorpresa! Terminamos creyendo, que aquello,
era lo que merecíamos. No estábamos equivocados. La frescura intelectual en las
grandes mayorías, prometía, y a la vez demostraba que el conocimiento no es
patrimonio de ajenos, solamente. La visión regional de Correa, desde la orilla
progresista, configuraba un País con pasaporte internacional: EL ALBA, UNASUR y
demás organismos que reconocían al Ecuador merecedor de integración en todas
las áreas multilaterales. Las acusaciones de un pequeño Robespierre, por su
rigidez en el poder; se equilibraban con el talento Volteriano en las metodologías
para llevar a cabo los Proyectos que el País soñaba décadas atrás. Todo quedó
inconcluso y demolido a merced del encono del CANALLA; que destruyó hasta los íconos
y las esperanzas.
Todas las tragedias de la Grecia
Clásica, se pueden condensar en el papel del personaje siniestro, que durante
diez años estuvo junto a líder, guerrero de las mil batallas. Lenin Moreno
Garcés, es la escoria y la trampa de la tragedia, donde un pueblo, una Nación claudicó.
Todo lo demolió, apuñaló a sus aliados. Configuró una colonia de ratas que
infectaron todo lo que tocaban. Como la conciencia del Canalla, carece de escrúpulos;
se asemeja al nacimiento hace doscientos años, a orillas del Lago de Ginebra
que surge de los escombros morales: el Frankenstein moderno: Lenin Moreno.
Si organizamos un acto deportivo de
niños, entre el equipo A contra el equipo B, descubriremos que hay un niño
diferente, esquivo, y hasta sombrío. Pero resulta que, era el más audaz, el más
listo, y hasta el más tramposo. Alguno de esos niños perceptivos, descubrió esa
capacidad delirante de aquel infante, hábil para la trampa y el engaño. No
usual en los demás.
¿En diez años, un gobierno compuesto por
gente lúcida, desde el líder, hasta el servicio; no hayan descubierto la
estatura amoral del CANALLA que los rodeaba? Nadie lo cree. Rafael Correa,
debes confesar el tamaño del conjuro que los ataba: a Ti, y al CANALLA. El
Ecuador merece la verdad y otro amanecer.
NOTA: No eximo por ningún motivo a la congregación
de sátrapas, corruptos, lumpescos y traidores que poblaron el Gobierno de
Correa. A esos, que los infiernos los maldiga.