PORQUÉ
CALLAR, SI NACÍ GRITANDO
Arq.
Vicente Vargas Ludeña 10/11/2015
La
cotidianidad planetaria es el cráter de un volcán, donde materia y energía
jamás tienen reposo. Los fenómenos físico-químicos acumulan fuerzas
incontenibles que explotan luego de cierta e inquieta calma. La dialéctica de
la sociedad cumple con sus propias
leyes: la economía, la política, la religión, y todo el contingente
ontológico que define al ser: los valores, aspiraciones, ideología, fines y
otros que organizan a los individuos en Naciones y Estados, siendo la expresión
vívida de un mundo en conflicto permanente, eterno y fatal.
Las
potencias hegemónicas, para el logro de sus objetivos, practican la teoría
reduccionista del bien contra el mal. –Estados Unidos en un acto de desprecio
al mundo y a la inteligencia, se autocalifican de “imprescindibles” por el
carácter manifiesto otorgado por alguna divinidad desconocida-. Entonces, el
problema es nada más que ético. Así, si la humanidad siguiese los decálogos
éticos emanados de la centralidades imperiales, reinaría sobre la faz: la armonía,
solidaridad, libertad y la tan “anhelada “democracia. Los genocidios que
obligadamente se deben cumplir en aras de
la paz universal, son nada más que breves y pequeños tropezones en la marcha
triunfal hacia el bien infinito. Las aporías del bien que nos machaca el
imperio, son eso, una inviabilidad a cualquier razonamiento.
Estamos
viviendo el ápice del desarrollo y aplicación de las leyes de la sociedad civilizada, en las que
salieron ganando las más primitivas: “el hombre lobo del hombre”. La
destrucción, muerte y estampida que el imperio provoca, ahora, en Medio Oriente,
en nada se diferencian de las atrocidades que el Tercer Reich provocó en la Segunda Guerra
Mundial. La presencia de las mismas Naciones, la complicidad y colaboración, es igual. Solo
cuando el plomo de sus propias armas llegó hasta sus goteras, solo ahí,
enfrentaron al monstruo que habían engendrado. Hoy, cuando famélicas multitudes
sin destino pisan sus fronteras, miden la dimensión del genocidio que están
provocando en esa región.
Igual
que ayer el imperio invade, destruye con todo su poder de fuego pueblos
enteros, dejando fantasmas de odio que desfilan por sus calles de escombros sin
rastros humanos. Aplica todo su breviario militar, político y económico. Tras
esto, le sigue una trashumancia interminable de seres que caminan cual zombis
de un continente a otro. Luego se enfrentan al vértigo de otro continente
xenófobo que se niega a compartir, ahondando el desprecio a los otros que ellos
mismos flagelaron.
Una
vez más, Europa es causante y escenario de migraciones sin rumbo y ni fin, que
no buscan cobijo y pan, solamente, sino que sus vidas pasadas, en sus pueblos
pasados ya no existen. Se escaparon de la muerte. Nada llevan consigo: solo
desasosiego
Estados
Unidos es el artífice de este Nuevo Orden Mundial. A pesar de esto, no sufre
más que la afrenta y vergüenza -que además le vale mierda- de ser un Estado
Canalla. A sus playas, el mar no le expulsa bellos niños muertos, que tormentas oceánicas arrebatan de los brazos a
sus lánguidos y extenuados padres en la huída del apocalipsis. A sus playas le
llegan gusanos, traidores, ladrones y toda la basura humana que escapan de los
Pueblos que buscan dignidad y soberanía; esas estirpes son trofeos que exhiben
al mundo; luego los convierten en agentes y verdugos de los lugares que
abandonaron. Las guerras que provoca su “imprescindible destino manifiesto” de
nación, a la que todos deben someterse, las lleva a cabo en otras geografías,
lejos de su apacible y placentero amarican way of life.
Lo
que sucede en el planeta mundo, se replica en Estados débiles, llenos de
contradicciones internas; y que en algún
momento fueron presas de ambiciones imperiales; dividiéndolas en
miniaturas territoriales de acuerdo a sus riquezas naturales y a la geopolítica
mundial. Ecuador, Colombia o Perú por ejemplo, ¡Cuan diferente son! Ahora mismo, responden al mismo patrón
económico, cultural, político; están incrustados en la misma matriz hegemónica.
Sus existencias están atadas, marcadas y
arrastradas al paso de los éxitos o derrumbes financieros y económicos que viva el imperio. Pero, el estigma de la
decadencia esta camino hasta llegar al maldito destino; porque la orgia moral
que se ha propuesto vivir, es el inicio de la destrucción total de las sociedades.
La historia lo confirma: Babilonia, Roma… terminaron su esplendor, nada más que
en la memoria.
Los
frenéticos áulicos que han gobernado a placer estos Países siguiendo lo
decálogos del capitalismo rapaz, no otorgan un instante de tregua a quien
intente construir una alternativa de esperanza. ¡Qué pequeña y laxa es nuestra
memoria! Estrellas pop del desastre económico, social y político, están
saliendo a la escena pública a exhibir desvergonzadamente sus recocidas recetas
toxicas del neoliberalismo con las cuales ellos gobernaron; provocando hambre,
pobreza, desamparo de las mayorías, y enriquecimiento -del ahora
aritméticamente- comprobado 1 %. Esto no debe suceder. Estos personajes deben
estar donde los jueces un día los situaron, pero nunca se dejaron agarrar, en
la cárcel.
La estructura surgida en estos avatares,
ahora en Ecuador, los medios constituyen las armas de destrucción masiva; lo
popes del neoliberalismo, son como los técnicos del tiempo atmosférico, pitonisan
el Armagedón económico, sin acertar jamás. La trinchera mediática hace lo suyo,
De aquí, como la pólvora, se disemina la pirotecnia del odio; no de las elites,
ellos saben que nunca pierden en los cataclismos financieros y económicos, a
ellos solo les llega lejana la onda expansiva, como viento boreal; es a los
pobres que los escombros del desastre los mata. Esa tragedia intentan revivirla
desde la las teorías económicas del FMI.
La estupidez humana no tiene límites ni
fronteras; si ayer una gavilla de rufianes destruyó económicamente el País, en
una nueva oportunidad los volverán a llamar al gobierno. En España es más patética la tragedia, después
de un extraordinario movimiento popular: El 15 M, de características asamblearias
en la Puerta del Sol; volvieron a elegir a los mismos que antes habían
depredado a la nación, pero ahora, lo hicieron con más vehemencia y
desvergüenza. Todo el neoliberal Gobierno actual está imputado y prontuariado
por su pasado y presente rapaz. Cuando la moral desde el poder se derrumba la
Nación desaparece. “La secesión
de Cataluña y otras regiones es inevitable. España es una entelequia. Franco
así la ideó: en la Edad Media”.
Existe
una ley de atracción moral entre el pueblo y las oligarquías corruptas. En el
Momento más álgido de la vida, donde la miseria se adueña de los individuos, se
pierde el horizonte moral, se extingue el sentido de pertenencia, autoestima, acervo
político-ideológico y demás valores: los que vengan a gobernar ya no importa.
Ecuador ha caído varias veces en ese corsi e ricorsi maldito. Para vergüenza y
escarnio fueron Presidentes entre otras fichas: Bucaram, Alarcón, Gutiérrez y
otros del mismo pelaje; como símbolo del pantano que nos hundíamos y
advertencia de buitres al acecho.
La clase media en los países del tercer
mundo, es una amenaza a su propia existencia. Viven satisfechos con lo que han
alcanzado, les aterra regresar al pasado, no les es grato las reminiscencias de
sus barios bajos; algunos no pierden el sueño de seguir escalando otros espacios
urbanos de mejor calidad, con vecinos de mejor calidad. Su cultura política es
elemental, su educación la reciben de los medios, esa es su fuente nutricia del
odio y la pasión. Son maleables y títeres de sus propios sueños, mentalmente se
mimetizan en las clases altas, piensan como ellas y terminan siendo útiles a
ellas. En cada región del País adquieren su propio rasgo: en Guayaquil se
asimilan al regionalismo, leitmotiv de la plutocracia costeña, y tensan la
cuerda entre mono y serrano. A pesar de
la mayoría tener: de inga o de mandinga. En este segmento social, se ha incubado
el odio más reactivo a Rafael Correa, sin beneficio de inventario. Ya
advertimos, las oligarquías no lo odian a Correa, lo ignoran; ellos tienen sus
propias estrategias para volver al poder. La clase media de nuestras
sociedades, sabe que nunca estará en el poder, les basta reptar para deambular
por los muros. Con aquello consagra sus sueños de perro.
El
lumpen proletario es indiferente; salvo sindicalistas u obreros que valoran la
utilidad de una visión política. Los
marginados crean su propia cultura de la pobreza -según Oscar Lewis- ellos no
son diletantes de ideología o política, salvo cuando brigadas burguesas los
invaden con promesas a cambio del voto.
En ellos existen otras urgencias cotidianas, el odio y la pasión no está en su
menú. El odio está latente desde que nacen, porque ese mundo que les tocó vivir
es injusto y cruel.
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