04 enero 2016

LA FARSA DEL 11-S


Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                             03/01/2016
El genocidio y aterrorizante espectáculo en vivo que la humanidad presenció; planeado en los cubículos del infierno del imperio, contra su propia Patria y su mismo pueblo, el 11 de septiembre del 2001 en una mañana radiante; perseguirá a sus autores hasta el fin se los siglos y hasta la última memoria que sobreviva al apocalipsis que, con este acto, anunciaban el fin del historia y de la vida.
 La insignificancia intelectual y moral, que el maldito destino  había puesto al frente de semejantes designios, a George W. Bush y su equipo de halcones, jamás podrán justificar ni arrepentirse con la destrucción, muerte, miedo, pánico y una amenaza global que quedó pendiente en el alma de la humanidad entera.
El estrellamiento de dos aviones y sus secuenciales caídas de las Torres Gemelas y un Edificio del Gobierno que se demolió controladamente cinco horas después, sin que ningún avión lo haya rosado, en el corazón de la ciudad de Nueva York. La destrucción con un misil de un flanco del Pentágono; y un guion de terror sobre supuestas amenazas de aviones secuestrados, cual enjambre de langostas volaban por el aire en busca de presas. Todo esto manejado por manos divinas que habían condenado a Sodoma y Gomorra al infierno. Los ángeles con las espadas flamígeras eran  TERRORISTAS, incendiando cuanto estaba a su paso: La Casa Blanca, El Congreso, y no sé cuantos réprobos debían pagar sus culpas. Se iniciaba así la guerra total que el Imperio exige para su dominio mundial.
Conocemos demasiado ya, la trayectoria seguida por el fuego que escupen las armas de los Estados Unidos en el mundo entero. Conocemos la agenda de guerra que tienen las potencias. La destrucción de varias naciones y las amenazas sobre otras.
A pesar de todo esto resulta extraño, que no haya una Nación, Jefe de Estado; o, el mismo pueblo de los Estados Unidos que  despojen momentáneamente el consumismo de su embrutecido cerebro; y diluciden, se enteren, reconozcan lo que sus gobernantes hacen en nombre del poder y el dinero.
El 31 de diciembre del año que enterramos recién, en la ciudad de Dubái sucedió una conflagración de infernales proporciones, en el llamado Hotel Address Downtown. A continuación se detallan algunos aspectos relevantes de los dos casos: Las Torres Gemelas y el Hotel de Dubái.
Altura del edificio del Hotel, 302 m. Pisos 63. Horas de Fuego alimentado por una tormenta de arena –mucho oxigeno- 10 horas, residuos de fuego y rescoldos: 10 horas. Su estructura no falló, en consecuencia no colapsó el edificio. A pesar que, en el mundo no existen materiales estructurales ignífugos, incombustibles ni indestructibles. Según sus propietarios el edificio renacerá de las cenizas, será remodelado y se convertirá en vanguardia arquitectónica de la ciudad.
Las históricas Torres Gemelas cuya altura superaban los 450 metros; según los ingenieros, los edificios estaban calculados para resistir la embestida de un avión; un incendio de grandes proporciones; siempre que no haya explosivos de alto poder de calor; y las otras fuerzas naturales propias de ese diseño: esfuerzos horizontales, cargas verticales, sismos y más. No de un misil. Peor aún de cargas de pentolita: explosivo de potente capacidad destructiva con elevadísimas temperaturas 2000 ºC, usado solo por armamento militar, colocadas en los ejes estructurales vitales del edificio: pilares y vigas, y en el mismo cuerpo central que estabilizaba el conjunto arquitectónico: de hormigón armado.
La caída libre de las Torres fue después de 102 minutos de incendio. Se ha probado hasta la saciedad, por científicos en todas las aéreas del fenómeno que nos preocupa: que el impacto del los aviones, el combustible, ni el fuego, NO fueron las causas de la demolición de las Torres. Fue una demolición controlada. Parangonando a Galileo Galilei, con su experimento en la Torre de Pisa en Florencia. Si lanzas al vacio dos cuerpos de diferente densidad, ambos caerán al mismo tiempo, es decir emplearán los mismos segundos en tocar el piso. Cada Torre cayó en menos tiempo que la gravedad tenía prevista para estas moles: “siete segundos”; mientras una manzana lo habría hecho en “diez segundos”.
Más tarde, seis horas después, el Edificio 7 de cincuenta pisos, se derrumbó igual que las Torres Gemelas, semejante a una torta de chocolate derretida por el calor. Aquí funcionaba gran parte del aparato del Estado y sus Agencias siniestras. No lo tocó una camareta, una bengala, estrellamiento de un tren. Nada.
Sobre este crimen de lesa humanidad, frente a millones de ojos, cuerpos escalofriantes, impotencias delirantes; entretenidos y engañados como en un cine de terror; el acto se sumó a los que la sociedad del espectáculo nos tiene acostumbrados. Los autores: constructores del Nuevo Orden Mundial creen que la inteligencia de los demás, permanecería impávida y presas del miedo, y que nadie investigaría lo que en realidad sucedió. Falso. Por último les importó un carajo.

Hoy está esclarecido hasta el más mínimo detalle, existen documentos y pruebas que aquello fue un vil auto atentado que  infringió la irracionalidad del Sistema a la inteligencia y sensibilidad humana, encabezado por la más obtuso cerebro que haya ocupado las habitaciones de la Casa Blanca, G. W. Bush, y que gobernó a Estados Unidos por dos periodos consecutivos. Las consecuencias del éxito apocalíptico lo estamos testimoniando a nivel planetario. Vendrán nuevas y más devastadoras destrucciones, movidos por la mano invisible y malévola de dios, como dice el fascismo; destruyendo el mal y sembrando el bien.

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