Arq. Vicente Vargas Ludeña 16/02/16
Las críticas a Rafael Correa, no al Presidente, pueden
parecer acerbas. Pero no encuentro otro manual para el trato, después de la
cuestionada, mil veces, decisión de no optar por la reelección.
Un nuevo período le hubiera permitido cambiar y renovar todo
el equipo de su actual gobierno que ya está formolizado para la ciudadanía. Con
pocas y valiosas excepciones. Siempre se ha planteado, que el gobierno actual, es
un conjunto de colaboradores tecnócratas, cosa que no se critica; pero cuando
un proceso reformista, aspira a
convertirse en revolución, se requiere de políticos éticos, y no solo de buenas
gerencias públicas. Además, con tangibles lazos populares; porque es la multitud
la protagonista de la historia. La construcción de una estructura orgánica que
se refleje en cualquier forma de expresión, debidamente ideologizada y
politizada; es una tarea que nunca se emprendió. La vigencia del proyecto
social, económico y político siempre estuvo esperanzado: en el carisma, la empatía
y el mesianismo. En el momento actual se
sentirá la falta de esta maquinaria partidista que evitaría, de alguna
manera, la migración de tránsfugas, que es, lo que más abunda en esta Ínsula Barataria.
Es lo que debe hacer cualquier candidato subrogante. Porque
de lo contrario, vendrá la consigna masiva: “que se vayan todos”. Además, el triunfo del susodicho reemplazo de
Alianza País, no está garantizado.
Todo el panorama se presenta siniestro, ante la amenaza de la
vuelta al pasado. Las oligarquías locales, y las fuerzas del imperio no dejaran
pasar esta oportunidad, al encontrarse con un “PODER” abandonado. Ya lo
demostraron las elecciones municipales en las principales ciudades del País.
Especialmente la ciudad de Quito, donde un candidato apenas conocido, con el 3%
de votos a nivel nacional: se llevó la alcaldía. Las patológicas fuerzas de derecha,
y una mixtura de rabiosas izquierdas sonámbulas, se coaligaron; y lograron su
propósito: eliminar un alfil del tablero ajedrezado de la Revolución Ciudadana.
Es una frase histórica, pero relevante en el momento político
que vive el Ecuador: “DESPUES DE Mí, EL DILUVIO “. En otra reflexión, sobre lo
mismo, planteaba que al presente, Correa lo desconcierta con más preguntas que
respuestas. La justificación doméstica que esgrime linda con la moral intima
del sujeto. Esta moral personal, luego, se vuelve una compleja inmoralidad
colectiva. Si no, fijémonos en las aves carroñeras que empezaron a contaminar
el horizonte político. Sobrevuelan, ya, sobre los síntomas de la enferma
República; y se posarán sobre ella para terminar de devorarla.
Molesta referir a ellos, pero es necesario, porque la
memoria, la indiferencia, la incultura política y más, terminarán gritando: “todos son iguales”. Nuevamente un
Bucaram entra en el escenario tomando la posta del padre. Entre otros bártulos
con los que asoma para el debate, son membrecías académicas. De logro y calidad
dudosos. Y, claro, “lo que natura no da, Salamanca no presta”; aquello que la
genética ha negado, no podrá ser reemplazado por acumulación de pergaminos. Un ex
alcalde de Quito motejaba a este apellido como una: “tribu de los desiertos
arábigos”. Presentes en la vida del País desde los años 70, con Assad Bucaram y
su descendencia. Y más tarde, con toda la pléyade de su estirpe. El concepto de predestinados e
imprescindibles lo llevan en sus genes beduinos. Se han obstinado en
trascender tras dinastías. La última
mohicana: Roldós-Bucaram, tiene el mismo empaque que sus filiales familiares.
La eternidad, encontrará a Guillermo Lasso en pos de la
Presidencia de la República; de quien
huyen los socialcristianos. Siempre lo he parangonado con Alvarito: rico,
tonto y crédulo. Sus áulicos lo han convencido que llegará a la meta que ha
soñado. Con dinero todo se puede. O, casi todo.
Ramiro González, es otro personaje salido de las catacumbas
del oportunismo y arribismo; coronado recientemente como un insigne felón.
Los extremistas de “izquierda” –ex MPD- insisten neciamente
con un discurso acedo e indigesto, logrando con esto, facilitarle la minga
electoral a la derecha. Siempre lo han hecho. Lo seguirán haciendo, conviven en
armonía. Es la patología global de la izquierda: sectaria, dogmática,
irracional…; los militantes de este séquito,
en nada se diferencian de los creyentes que te apuntan con la Biblia para
matarte la razón.
El movimiento indígena y sus dirigentes no dejarán de
desempeñar la función incaica: simplemente
guandos; cargando sobre sus hombros al patrón, al gamonal… a la burguesía
dominante. Se engañan, y lo hacen con los demás; la consigna de “quinientos
años de épica resistencia” se disuelve en sus aberraciones y falsas
interpretaciones de su rol en la sociedad. Inconscientes de su papel, se
extrañan de la lucha de clases; y no se dan cuenta de su inclusión social y prácticas
ideológico-políticas, como mestizos.
La gran oligarquía y sus pensadores tanques en el exterior,
se afanan en la búsqueda del candidato con el perfil ideal, con suficiente
pedigrí, que se diferencie de todos; soldado combatiente en las batallas del
mercado, comprobado neoliberal y presto a privatizar cualquier bien o servicio público.
Pero que no se distancie de las masas. Al fin, la masa elige.
Este es el huracán que se aproxima después de diez años de
posibles sueños. O si se quiere graficar como un ataque a la salud, los cuadros
antes descritos, son la verdadera peste negra; igual a la que asolaba a Europa
en la Edad Media. O, si mejor se aprecia bíblicamente: será el diluvio
apocalíptico para esta República que renacía. Y, al líder, autor de los logros
y los sueños, ahora ya no le importa; porque
sus urgencias domésticas lo requieren. Según sus propias expresiones.