Arq. Vicente Vargas Ludeña 04/02/2016
“Los ancianos viven demasiado y eso es un riesgo para la
economía global, Tenemos que hacer algo ¡YA!” Acaba de sentenciar Christine
Lagarde, Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional. Igualmente, un
tiempo atrás, un ministro correspondiente a la Seguridad Social, en el Japón,
sugería y advertía que existe una enorme población envejecida y que deben ir
pensando en su futuro; porque aquello resulta contraproducente al sistema Financiero
y Fiscal de la Nación. A pesar que Japón es el País con mayores índices de
suicidios en el mundo -forma muy dramática de auto eliminarse-; precisamente de
adultos mayores. Lo que se concluye en ambos casos, es que, ese lugar que
ocupan los viejos en la sociedad contemporánea debe quedar más holgado:
abreviando la duración de la vida.
La narrativa del Nuevo Orden Mundial está clara. Madame
Lagarde es vocera autorizada del Mega Estado Financiero Global que nos gobierna
actualmente desde las sombras. A pesar que el Nuevo Orden, se yergue a nuestros
pies sin ser percibido como un mal para el 99% y benéfico para el 1%. Porque
detrás de esos mandatos el fuego de las armas imperiales bañan de sangre a los
pueblos sin contemplación ni pudor. Al Medio Oriente, el Imperio, lo ha
convertido en una despiadada carnicería a cielo abierto.
Entre las categorías de esa nueva realidad está el
refinamiento de la sociedad de consumidores.
La cultura del consumo es la fortaleza más eficaz y provocadora de felicidad en
el capitalismo salvaje. El diseño de la sociedad de consumidores, exige nuevos
ejes y aritméticas poblacionales. El
Proyecto ideal es que la humanidad entera celebre diaria y globalmente el orgásmico
momento de mayor felicidad: el “BLACK FRIDAY”, –viernes negro-. Pero, eso no es
posible, porque más de la mitad de la población mundial vive bajo el umbral de
la pobreza. En consecuencia, aparecen los “CONSUMIDORES
FALLIDOS”: son los minusválidos del sistema capitalista, no tienen acceso a
las catedrales del consumo. El propósito crucial y decisivo del consumo en la
sociedad de consumidores, no es satisfacer necesidades, deseos o apetitos, sino
convertir y reconvertir al consumidor en
“PRODUCTO”. Objeto-mercancía. Elevar
el estatus de consumidores, al de bienes de cambio vendibles.
Los marginados, los integrantes de la Cultura de la Pobreza,
según Oscar Lewis, que constituyen las enormes barriadas en las Ciudades de
Países del Tercer Mundo; inclusive, en pleno vigor, también, en el Primer Mundo
con las crisis económicas voluntariamente provocadas; los inmigrantes y
refugiados que arriban, nada más, con sus bártulos a la espalda y su tristeza
en el corazón a regiones con mejor estándar de vida; son sobras humanas que la
pobreza y la rapiña global, los tira en las fronteras de esos países. Estas sobrepoblaciones
que más tienen carácter parasitario, que unidades productivas y consumidoras,
no son aptas para retroalimentar el paso: CONSUMIDOR-PRODUCTO,
y viceversa. Y así, reciclarse sucesivamente hasta el fin de los tiempos.
El capitalismo crea sus propias epistemologías para lograr
organizar el mundo a su medida. Los adultos mayores que son pensionistas porque
un día fueron activas unidades de las fuerzas productivas de una Nación, hoy conforme
a la ley de la Obsolescencia Programada de la industria, estos sujetos, también,
deben ser sacados del carrusel de la vida. Son sabias las razones matemáticas, económicas,
financieras, políticas y de poder, que el sistema ha montado para gobernar el
universo. El Sujeto Viejo es un Consumidor
Fallido en la vorágine de la cultura del consumo. Su caminar es lento y
azaroso en las catedrales de los objetos del deseo; se convierte en mueble de caoba cuando logra un asiento en esos
lugares. No es rentable para la oferta de mercancías que encuentra a su paso.
Por el contrario, he ahí, las contradicciones dialécticas de la
naturaleza y la sociedad: la “puta vejez” convierte al sujeto, en voraz
consumidor de fármacos y requiere complejas estructuras y equipamientos
costosos para los cuidados de la salud. A eso debe sumársele la pensión
económica que el Estado le debe procurar. Todo aquello pinta un cuadro de
diagnóstico reservado en la acumulación de capital que los amos del mundo
requieren. El sistema, sus creadores y promotores no están dispuestos a
modificar el itinerario de la ruta del enriquecimiento infinito.
Consecuentemente algunos humanos, sobran en el reparto desigual de la tarta:
los ignaros, los pobres, los marginados étnicamente; y por supuesto, sin
eufemismos, la aplicación de la sentencia del Fondo Monetario Internacional: los ancianos que viven demasiado.
En Europa, hoy, las primeras y únicas víctimas de las medidas
de ajuste económico que acogotan son: a los pobres con los salarios y el costo de
la vida; y a los viejos con las pensiones y los prepagos de la salud. Sin embargo
piden más: menos parásitos en el sistema digestivo del consumismo. Con eso el mundo
será mejor, y seguirá su marcha atrapado en las redes del neoliberalismo
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