15 abril 2016

JUICIO FINAL


Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                                       13/04/16
La omnipotencia, omnipresencia, omnisapiensa y la justicia infinita: mitad humana- mitad divina, han convertido a los Estados Unido de Norte América en el Júpiter imperial reinante en este mundo capitalista que nos tocado vivirlo, y a su vez, testificar su indefectible declive. Mientras eso deviene, debemos pasar por el principio y fin de las cosas: El juicio Final.
 Luego aparecerán otros Olimpos con otros dioses. La imagen de ese evento apocalíptico, todas las creencias de fenómenos sobrenaturales, metafísicos son la maldición que la humanidad debe someterse para premiar el bien, con el Edén; y al mal con el infierno, o inframundo en la mitología griega, como castigo eterno. La humanidad debe pasar por esta irremediable circunstancia sin opción a elección alguna.
Las dinámicas del imperio capitalista, los Estados Unidos, desde la caída de la URSS, y especialmente después del crimen infringido a su propio pueblo: el 11/S, se desarrollan vertiginosamente acciones provocadas, con una enorme dosis de sangre, sufrimiento y hambre en varias regiones del planeta.  Toda esta tragedia diseñada y puesta en escena desde los centros de poder: Washington en complicidad con otras metrópolis.
En menos de una década se han producido acontecimientos que configuran un diagnóstico de guerra mundial. Porque no queda rincón ni sobresalto a donde no lleguen los ecos de los tambores y los olores de la pólvora. Lo singular, es que existe una mixtura de resonancia de cañones y  angustia existencial de los conflictos globales, acicateada por las urgencias del derrumbamiento del Imperio.
Primero, las guerras del Medio Oriente en pleno desarrollo. Segundo, la debacle inducida, del sistema financiero y bancario del 2008. Tercero, la intervención de la justicia infinita imperial en la FIFA. Y, lo ultimo creado por fuerzas oscuras, los Papeles de Panamá. 
La película “La Gran Apuesta”, sin mayores exquisiteces estéticas, retóricas; en fin filosóficas, tal como es el cine hollywoodense; relata el monstruoso atraco financiero y bancario en los Estados Unidos, fraguado en varios años hasta que revienta en el 2008. Con sus respectivos coletazos al planeta entero. El supramundo del dinero con sedes territoriales precisas: Wall Street y demás geografías mundiales; cual agujeros negros se tragaron la riqueza que pueblos enteros se deslomaron para crearla y que el 1 % se la birló. Jamás se conocerán las cifras, los efectos sistémicos en la economía, en la sociedad y en la parafernalia geopolítica. Los audaces protagonistas de la película,  olfatearon que existía carroña, y que ellos podrían llegar aunque tarde al festín. La gran bestia ya había sido devorada por los dinosaurios  llenos de codicia; artífices  que juegan con papales en el mundo del dinero invisible y sus derivados en los cenáculos creados para multiplicar la riqueza: las Bolsas de Valores. No podría ser otro el desenlace de los audaces Jupies. La angustia de esa tragicomedia había terminado. Su final fue, como debía suceder: no alcanzaron, la carroña, se había consumido. Alguna piltrafa encontraron. Uno de ellos debió pagar caro su codicia con frutados desencantos. Los demás marcharon por distintos senderos.
La inducida quiebra económica de una nación entera de repercusiones planetarias; de proporciones siderales (en el submundo del silencio mediático se puso una cifra para distraer al ingenuo pueblo: 700 mil millones) sin embargo, lo real, no será conocido por los siglos de los siglos. El inventario de la crisis cíclica –como la justifican los neoliberales- es inconmensurable: superan los 5.000 suicidios; millones de ciudadanos quedaron en la miseria y bajo el cielo como su techo; ningún banquero, ni siquiera por cortesía, fue llamado por la justicia para que cuente su verdad, al contrario exigieron suculentas indemnizaciones; los grandes capos permanecen en sus sillones; las cárceles siguen llenas de miserables, pero ningún genial ejecutivo pisó nunca una. El derrumbe del monumento al poder del dinero: el banco Lehman Brothers, su principal ejecutivo, lo único que recibió, fue una sonora bofetada que un ciudadano en un gimnasio lo identificó.
Para completar el cuadro del poder omnipotente que el capitalismo administra y su justicia infinita, una película desarrolla el tema del deporte más cotizado en los Estados Unidos: el Futball Americano. No existe relación alguna con el affaire de la FIFA, que hablaremos más adelante. Pero por ser deporte la práctica, y rielar por los mismos mundos del dinero, se justifica su presencia en este recorrido. La elocuente película “La Verdad Oculta” ilustra la eficacia del sistema  y el fin  último de la especie humana moderna: el dinero. Es la expresión del desprecio a la vida de los individuos, en cualquier rol que el destino les haya asignado. Aquí, en la narrativa fílmica, con raíces verdaderas, la vida fulgurante de momentos exitosos y diestros jugadores de las estrellas del futbol americano, poco, o casi nada importan en la dialéctica de la acumulación del capital. Un Patólogo, inmigrante nigeriano en la Meca del entretenimiento del futbol, Pittsburg, se encuentra en su rutina profesional con casos singulares en las autopsias de estos héroes de la canchas del futbol. Son muertes prematuras, misteriosas; después de caer en profundos agujeros depresivos. Para el establishment la muerte es la rutina de la vida. Sus estrellas simplemente se han apagado. Nada más. Siempre habrá otra que irradie esplendor en el espectáculo que rinde enormes cantidades de dinero. El patólogo después de conocer los detalles de la brutalidad de esa práctica deportiva, se inquieta y recurre a lo que algún maestro le enseñó, que la ciencia puede rasgar determinados telones que los escenarios de la vida cubre. Contra viento y marea, aguza su ojo en el microscopio y encuentra las respuestas que a priori conjeturaba. Había un síndrome que destruía el cerebro de los jugadores: “la encefalopatía traumática crónica”. En consecuencia la vida de las estrellas se apagaba prontamente. Para completar esta crítica. Ver las estadísticas: "En las pruebas de inteligencia, cerca del 50% tuvo problemas importantes en sus funciones ejecutivas, 45% en aprendizaje o memoria, 42% en atención y concentración". El 43% de los jugadores terminan sus vidas con severos traumas cerebrales.
Fue inútil la demostración científica de las pruebas del Profesional frente a la FNL. Ágilmente contabilizaron el debe y el haber; y cuanta riqueza dejarían de ganar si el patólogo tenía razón. Por supuesto que el Forense debió emigrar, se había convertido en una amenaza y un peligro al establishment mafioso. Eran demenciales las cuentas de capital que paralizarían  la ciudad. Para reforzar y justificar aquello los beneficiarios serían los niños, los menesterosos, la economía de la ciudad, etc. En fin vendría la quiebra moral de la ciudadanía. Los muertos seguirán desfilando después de haber divertido y enriquecido a la mafia que sostiene aquello. Justicia no habrá. Culpables tampoco. Los fenómenos van paralelos, es lo mismo que la quiebra del 2008. Es la moderna Fuente Ovejuna: ¿Quién mató al comendador? Fuenteovejuna señor, todos a una.
La quiebra, esta vez moral, de la Federación Internacional de Fútbol, organismo que regula la práctica de este deporte-espectáculo a nivel mundial; la Justicia estadounidense, preocupada, como siempre, de la moral pública universal, -la de su País, no, en el Olimpo los dioses son impolutos e inmortales- descubrió que la estructura orgánica que maneja las urdimbres planetarias del futbol, estaban corrompidas, de la cabeza a los pies. Este tipo de fútbol en los Estados unidos no tiene el carácter masivo de otras naciones. Pero como hasta aquí, la sede imperial, todos deben rendir cuentas de sus vidas y sus actos; levantó un fichero de prontuarios e imputados de todas los Países. Nadie escapó al largo brazo de la justica made in USA. Desde dirigentes, jugadores, promotores, masajistas,  pasabolas y naranjeros. Cada cual debió poner a buen recaudo lo robado, lavar en cuanto sea posible su pasado, y otros, entregarse a ley en sus países. Hasta ser extraditados los capos.
El futbol-espectáculo  ha provocado una estructura económica de dimensiones imperiales. Se dice, que si fuera un País, sería la quinta economía del mundo. Con estos actos intervencionistas de los Estados Unidos en actividades ajenas a su realidad, realizados por personas de diferentes nacionalidades, de variadas características; son sometidas al mismo tratamiento y al mismo esquema judicial. Lo que se proponen los creadores de este  engendro de juicio al delito, no es la moral pública, tampoco el bienestar de las naciones que han sometido a su fuero. Es la aplicación de los esquemas de guerra de quinta generación. Debilitar, desmoralizar a los pueblos, restarles soberanía, autocritica y autoestima; erosionar sus Instituciones, caotizar a sus gobiernos; estigmatizar ideológicamente a sus opuestos; atraer a los ingenuos y admiradores de su sistema; apuntalar los medios a su favor. Finalmente asumir el control de las instancias del poder global. El Juicio Final saldrá de la espada flamígera de los ángeles del Pentágono. Previo al escarnio de los pueblos sometidos a los decálogos del nuevo orden mundial.
El próximo campeonato de futbol mundial será en Rusia que a su vez se encuentra en el eje del mal. Rusia ya no es solamente objeto de sanciones económicas y políticas, es irremediablemente un objetivo militar. Dejo  de ser un Estado comunista, pero temen que retome los designios de otro sistema diferente. Es una enorme roca en el camino del imperio que obstruye su avance.
Finalmente, los que determinan el nuevo orden mundial, revelan con nuevos evangelios la triste historia de la humanidad: “Los Papeles de Panamá”. Los imaginativos de este bodrio moral y político, han logrado parcialmente sus objetivos. Como decíamos arriba, desmoralizar a las sociedades, demostrarles que viven sobre miasmas morales, para luego domesticarlas contra sus propios designios. Es semejante a tirar una porción de piltrafa a una jauría de perros: la pelea, ladridos aturdidores en la forja de conseguir unas hilachas y el devore de lo conseguido. Consumida la presa, se acabo el jaleo. Mientras el carnicero se guarda la troncha para sus propios festines.
La canina metáfora expuesta, tiene múltiples y complejas lecturas. Sin embargo tiene el mismo perfil de la FIFA. Demostrar que existe una justicia infinita, y que hay un solo Júpiter que juzga y castiga. En la página del facebook, yo opinaba así: Los Papeles de Panamá no son otra cosa que agujeros negros y vacíos ontológicos en la vida de las naciones –de todas, sin excepción- que ni la ciencia más perversa puede camuflar. En el imperio la corrupción está en todas partes. Es la piedra angular y la clave de la dominación. Reside adoptando diferentes formas, en  el gobierno supremo del imperio y sus administraciones vasallas, en las fuerzas policiales administrativas más refinadas y las más corruptas, en los lobbies de las clases dirigentes, en las iglesias y las sectas, en los perpetradores y perseguidores del escándalo, en los grandes conglomerados financieros y las transacciones económicas de todos los días.
A través de la corrupción, el poder imperial extiende una pantalla de humo a lo largo del mundo y ejerce su dominio sobre la multitud en medio de una nube pútrida, en ausencia de la luz y la verdad.  Estamos sometidos a la política hegemónica ciega y muda. Lo verdadero que nos gobierna, es lo que no se ve, y tampoco se escucha. Esos agujeros negros que tragan la luz y el sonido están ubicados estratégicamente en todas las puntas de la rosa de los vientos. Por ahí pasan las 24 horas del día el dinero y todos los derivados que la teología del dios dinero y la riqueza han inventado. Wall Street, La City de Londres; los parquets de Paris, Frankfurt, Hong Kong, Tokyo y Panamá. Todos, excepto Panamá, son Estados-nación altamente desarrollados. Las ciudadelas del dinero y sus derivados en cada País, han construido su propia reserva urbana, donde los poderes de los Estados no los alcanza. En esos lugares el Poder Total es el Dinero. La Reina de Gran Bretaña debe usar determinados protocolos para pisar La City.
Panamá no es reserva urbana, es un territorio en una geografía creada con los “altruistas propósitos” que siempre ha cumplido. Nada más. Nunca fue un Estado-nación, es la reserva imperial geoestratégica, comercial, militar y financiera. Es el puerto seguro de tempestades fiscales y justicieras de otros Países que persiguen a piratas, bucaneros y filibusteros que se refugian para almacenar sus riquezas, con toda certeza, mal habidas. Panamá no es un País, es un negocio, dijo John le Carré. Existen más funcionarios bancarios que habitantes originarios. El único territorio Latino Americano donde hay más bancos que iglesias.
 Las cloacas de imperio son numerosas y muy poderosas. Las agencias de inteligencia regadas por doquier; el sistema financiero y bancario el más putrefacto; la negación de los derechos civiles y humanos a sus ciudadanos, que reclaman a otras naciones; el bío-poder que atenta con tomarse la vida global; la discriminación étnica y la supremacía blanca; los señores de la droga y su inmenso mundo del dinero; la estructura mafiosa cada vez más sofisticada, muy distante al mítico Al Capone; la poderosa industria militar ajena e independiente del gobierno; las milicias blancas de extrema derecha, cada vez más cerca al fascismo; la multiplicación de las sectas religiosas; las grandes corporaciones, verdaderos poderes dentro del poder; la brutalidad policial; la superestructura del sistema: el entretenimiento con altas dosis de violencia y banalidad; la garantía constitucional para caminar armado por donde quiera y como quiera. Es nauseabunda la cantidad y calidad de cloacas que garantizan la libertad y la democracia en el País más poderoso de la tierra.
Entonces, el destino de los pueblos esta determinado. Habrá un imperio para el Juicio Final. Si antes no es tragado por sus propias cloacas.







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