Arq. Vicente Vargas Ludeña
Inicialmente surgió la idea de
tratar simultáneamente estos temas: ¡TRUMP ANTISISTEMA! - BRASIL, Y SU ORGÍA
PERPETUA - LOS PAPELES DE PANAMÁ Y VENEZUELA EN SU LABERINTO. En el desarrollo
del DOSSIER, que es, como se titularía el texto, la importancia de los temas se extendió el análisis,
lo que obligó a separarlos para ser colgados en el BLOG, independientemente.
Estos acontecimientos se desarrollan en línea
geográfica vertical de norte a sur, en el hemisferio. Son trascendentes en la
esfera global de la humanidad. Las vertiginosas narrativas económicas, sociales
y políticas modifican rápidamente la aparente y apacible cotidianidad. La interpretación
de esos relatos no es de fácil aprehensión porque la esencia de los modelos
apenas muestra un vago boceto. Están refundidos en las catacumbas de los que
diseñan el nuevo orden mundial. Es la moderna cristiandad, sin cristo, es el
dinero el poder y la riqueza lo que modificará la visión de una nueva humanidad.
Las hegemonías que alientan un
mundo diferente, según sus propias teorías, traen la impronta de un mandato
divino. La estratificación de la
sociedad que la historia nos ha mostrado; los sacerdotes del nuevo antropocentrismo
pergeñan una pirámide más “chata”. Son los albores del moderno esclavismo: amos
y esclavos. El segmento medianero no tiene ubicación entre el poder y el
súbdito.
Donald Trump, salido del fastuoso
mundo del dinero, experto multiplicador y adorador de la riqueza, rompe a
hachazos el stablishment de la política y su práctica secular. Es el arquetipo
posmoderno del político estadounidense. Reagan y W. Bush, de los contemporáneos,
lo paragonan por su aparente estulticia. Trump los supera. Ha montado una
estruendosa ópera bufa; pues carece de cualquier asomo de un antecedente de
gestión pública por voto popular, o de un polémico y político tertuliano. Pero los
aventaja con el universal leitmotiv de la cultura y entretenimiento de la
sociedad en que vive y conoce desde las candilejas. Desde los negocios de la
calle, primero, y más luego desde los lobbies, de los portafolios del dinero
licito e ilícito. Y, por supuesto desde sus vecindades con los duros del poder
y la política.
La ventaja de ser Trump, es que
registró su marca, como cualquier producto de consumo masivo. En los
laboratorios del marketing solo es necesaria la imaginación y la fantasía,
porque, aquí, todo está permitido. La política en la sociedad de consumo
conserva las propiedades para transformar la basura en pastel de mesa.
Trump, repito, conoce bien el mundo
en que vive. Mundo poblado de élites y consumidores voraces, sabedores de los
misterios del más allá y karmas esotéricos de dioses y luciferes; pero
ramplonamente desconocedores e indiferentes del “contrato social” que toda
sociedad lleva implícito en su ADN. La cultura y educación política de la
sociedad estadounidense riñe ominosamente con el apogeo de la ciencia, la
tecnología y los cenáculos del pensamiento que ha construido: sus
universidades. Es el sistema que privilegia la alienación con toda su
parafernalia: el cine, la televisión, el individualismo y el chagrillo de
sectas religiosas -verdaderas organizaciones hamponiles y embrutecedoras-. Es
la tierra fértil abonada por los clanes del poder, donde siembran a placer: la
ignorancia política que da magníficos frutos: mantener las cúpulas intocables,
invariables; desde donde organizan, construyen y destruyen el mundo de acuerdo
a sus intereses.
Trump está hecho a su esa medida.
Sin poseer pergaminos académicos comprende de que esta hecho el mundo, aunque
no conozca cómo construirlo a su medida. En el trajinar de la campaña por la
nominación ha demostrado en su retórica, que el sistema que ordena su nación se
encuentra en decadencia y ha contado sus verdades, que antes ni ahora, nadie lo
ha hecho. Los semovientes de la política profesional sienten temor, rabia e
impotencia frente a un extraño en el paraíso. Las corporaciones, que son la que
cortan el jamón, están satisfechas con este nuevo ícono de la seudo política.
Se presenta como un retrato de postín, sus fastos de la riqueza los exhibe como
lo hace sin pudor su megalomanía –con un gato e la cabeza, por su pelaje-,
cuando las circunstancias mafiosas lo han obligado a conservar la fortuna,
varias veces se ha declarado en quiebra. En los misceláneos de sus
emprendimientos el juego de azar es uno de sus filones; sin asomo de moralina
de mi parte, en el juego subyacen otras prácticas irremediablemente mafiosas
–drogas, prostitución, lavado de dinero y otras travesuras-. Los creadores de
imágenes, los que venden personas, postularon un Trump antisistema, es decir
un hijo extraviado en el stablishment
político, los capos del partido republicano se negaban en público aceptar un
enigma en sus filas, cuando en realidad bajo los portales de Wall Street y la
poderosa banca, lo asimilaron como el hombre ideal. Una réplica de la
entretenida y mordaz serie de televisión: House of cards.
La candidata contendora
demócrata Hilary Clinton, verdadera
“zorra” cuando está cerca, o en el poder. Lo demostró en su papel de primera
Dama, “mojándose el ojo” en los coitos interruptos de su marido con las
pasantes en los aposentos de la Casa Blanca. También, cuando ejercía el cargo
de Comisaria planetaria designada por el Negro Nobel; emulando a Julio Cesar,
mientras testimoniaba por televisión el asesinato en vivo de Muamar el Gadafi,
lanzó la sentencia del romano: veni, vidi vici. Consumación de su magna obra.
No existen diferencias
cualitativas, salvo el sexo, con el magnate inmobiliario. Sin embargo sus
pulsiones políticas las ha sentido desde las experiencias de su marido en el
ejercicio de funciones de Gobernador en el Estado de sus orígenes; donde vivió
los vericuetos del poder. Hasta la época
actual, es mucho tiempo en la vida de cualquier persona. Eso es, lo que
precisamente la vuelve “zorra”. La trama de la serie de televisión House of
cards, retrata fielmente los meandros que han recorrido marido y mujer con
aviesos objetivos por el poder; de
ambiciones sin límites, ni escrúpulos, que se van presentando episódicamente en
sus vidas desde la alcoba hasta la Oficina Oval, donde finalmente comparten los
Underwood, Francis y su esposa Claire. Nada, absolutamente nada, será distinto
en el gobierno de esta demócrata, al modelo del poder ejercido por W. Bush u
Obama. Si el Nobel, con su indiscutible talento, la sociedad racista le cerró
cualquier esperanza; en el mismo contexto, ahora machista, la “zorra” no
alcanzará las uvas. “Que dios proteja a los EE. UU.”
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