Arq. Vicente Vargas Ludeña
El triunfo electoral de Donald Trump y su inmediato ejercicio
como Presidente de los Estados Unidos, tiene al mundo colgado de una red de
telaraña: por su fragilidad, por lo
enigmático y cifrado de su discurso. Las incógnitas, son más y mayores que las
certezas. Tiene el karma de un populista indescifrable; con la diferencia que
en ese País, nunca antes, nadie dijo tantas verdades, muchas sangrantes, desde
un aspirante a la Presidencia. Parece la expresión rampante de un neonato de
casi nula educación y cultura política.
Las singulares circunstancias que se producen en estos días
en el mundo parecen reediciones de las que HITLER revela en su libro: “MI
LUCHA”. A nadie escapa desde su acervo histórico que algo pasa en el mundo,
similar a lo ya vivido por la humanidad en siglo XX. La economía, el
terrorismo, las hegemonías, las polaridades políticas, la trashumancia
–migraciones- sin cesar, y otra plagas que se habrán de combatir con cañones.
Trump es una marca en el consumo de la sociedad
estadounidense. Como tal debe presentarse en los atriles frente a las cámaras
de televisión de rostro y semblante, imperturbable. No sonríe, tampoco
amonesta. Más bien advierte. Anticipa el futuro. Su paso por las candilejas
sabe cómo Hollywood ha construido emperadores en la pantalla. Busca parecerse.
Al fin, está en la cumbre del poder global.
Hitler estudió y aprendió una pose ante las masas delirantes
con un rictus atemorizante, pero a la vez convincente, dominante. Lo consiguió
a costa de un largo proceso inductivo en la interpretación minuciosa del mundo
que lo rodeaba. Lo revela en su libro.
Trump no es un político, tampoco académico Es un magnate del
dinero y la riqueza. Hitler es un político hasta la médula. No es un teórico.
Su objeto del deseo: la arquitectura, no lo consiguió. Trump elabora un constructo
basado en el pasado de los Padres Fundadores y decodificado en el supremacismo
blanco. Reniega de la realidad negra post esclavista, de la inmigración latina
y musulmana que le correspondió vivir y ahora gobernar. A pesar que en ella y
con ellos ha construido su imperio económico. Hitler fundamenta su ideología en
la raza, rechazo a los judíos y comunistas. Con esos ingredientes se empeña en
reivindicar y recuperar su Nación y convertirla en el centro del universo.
La dialéctica de la
historia no nos lleva a equívocos. Los fenómenos sociales tienen elementos
históricos que los caracterizan, que no son ajenos ni extraños en el devenir.
Claro, tienen sus propias leyes y dinámicas que transforman la realidad, pero
no desaparecen. El poder –por ejemplo- posee los mismos caracteres desde las
formas más primitivas de la organización social. La rueda, para reforzar el
aserto, desde que la sociedad la descubrió en el tiempo, esa geometría de
piedra, madera o hierro, modificaba su propia realidad cotidiana. Trascendió y
transformó la naturaleza y el artificio en los procesos contemporáneos
civilizatorios.
Lo mismo sucede en las dinámicas de las narrativas políticas,
económicas, sociales, militares y más, en la historia de la humanidad. Los
prolegómenos de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, hoy los vivimos
diariamente. Están presentes los actores económicos y financieros, son
descendientes familiares del mismo linaje. Grandes grupos corporativos.
Estructuras ideológico-políticas y religiosas. Todas en el epicentro del diseño
del Nuevo Orden Mundial. Naciones que se atribuyen poderes del Destino Manifiesto.
Europa Central: Gran Bretaña, y Estados Unidos, trazan nuevas coordenadas en el
mapamundi. El pueblo perseguido, portadores de la palabra de dios, regados por
el mundo; han sido actores importantes en la financiación de las guerras desde Napoleón. Para adquirir derechos propios y reconquistar
Babilonia nace el sionismo 1895- 1910. La policromía judía es múltiple, pero todos participan en
los mismos objetivos: protagonistas con el dinero, ayer y hoy. Algunos de ellos
le prestaban los fósforos a Hitler para que refría en los hornos a los otros.
Armas y ejércitos que devoran más de 50% de los presupuestos
de las naciones, se acercan cada vez a fronteras calientes. A Rusia, también
esta vez, no la dejaran fuera de la conflagración. Es el pretexto. No por
comunista estalinista, sino porque es una amenaza mundial. Trump despierta
expectativas ante sus aleluyas a Putin. Hitler también firmó un Tratado de no
agresión con Stalin. El Führer, luego lo usó en el retrete.
La victimización y creación de imaginarios enemigos, están al
orden del día. Estados Unidos, masacra diariamente a los “nadies”; y cada
cierto tiempo masifica el genocidio de sus propios connacionales. El 11/S, el
más espectacular. Otros no son menos, lo que sucede, es que no tienen
espectadores. Todos llevan el sello del terrorismo. Europa, también aplica los
mismos códigos, sus efectos son más devastadores; hasta su propia cultura está
en juego. Así se va preparando el Gran Golpe: LA GUERRA.
Un parecido libreto al de Hitler y la elite mundial que
participaron en ese apocalipsis del siglo pasado. Estados Unidos, Gran Bretaña,
Francia Alemania y otros que se involucraron en el conjuro; hoy son los mismos
y los argumentos iguales.
Si Hitler se encarna -para los que creen en la
reencarnación- en Donald Trump, todo estará perdido, hasta la especie humana
No hay comentarios:
Publicar un comentario