Arq. Vicente Vargas Ludeña
La demolición
controlada de estructuras arquitectónicas, viales o industriales es un proceso
técnico moderno, que no deja de asombrar a los espectadores paganos en esas
artes que observan cómo el objeto se desintegra matemática e instantáneamente;
construido, también, sistemáticamente en el tiempo, con refinados y precisos
cálculos matemáticos. Pero hay destrucciones inesperadas, propiciadas por
fuerzas telúricas, o cualquier otro fenómeno imponderable.
La destrucción de
objetos, sueños individuales o colectivos, construidos en el tiempo con la
participación de la sociedad: es un proceso rápido, casi instantáneo. A veces
no exige ni una migaja de talento. Un delirio bastardo, es suficiente.
La historia de los
imperios es elocuente: llegaban a las cumbres del poder, la riqueza, el
bienestar y la gloria. Aquél emperador que conquistaba extendía su brazo gobernante hasta los mismos
límites del planeta. El sucesor -por lo regular de la misma estirpe- resultaba
un idiota incurable, que se encargaba de dilapidar lo que había encontrado.
Entrando el imperio, en una casi irreversible decadencia.
Entonces la dialéctica
contradicción de construir en el tiempo una estructura de logros colectivos; y
la destrucción instantánea de esas conquistas, no es fácilmente asimilable por
la gente corriente, especialmente en el mundo del poder político. Para
construir se requiere un marco ideológico. Para destruir: cualquier patología
emocional y psicopática es suficiente para demoler los sueños y las aspiraciones
de los pueblos.
Todos los prolegómenos
antes señalados están sucediendo en el Ecuador. EL Presidente recién electo:
Lenin Moreno ha devenido en dinamitero del proyecto político que durante diez
años se bregó; y que algunos resultados positivos estaba dando para la sociedad
ecuatoriana. Más, lo extraño es que él mismo fue actor de esa obra social,
política y económica. Sin embargo reniega del pasado, y traiciona –debería ser
a su conciencia también, pero parece que antes de postrarse de hinojos a la
derecha, debió matarla primero; el felón, antes de sus perversas acciones. Debe
bloquear su yo, para luego tomar impulso en el cumplimiento de su magna obra-
con su propio “estilo” a los que creyeron en él; a los que durante mucho tiempo
fueron compañeros de ruta en el quehacer político del País. La traición de
Lenin Moreno es bíblica: primero, lo entrega al Sanedrín –Llámese Plutocracia-
a su ex compañero Rafael Correa. Estos sabios lo juzgan y sentencian: NO HABRÁ
REELECCIÓN PRESIDENCIAL. Luego echan a todo un pueblo a la vorágine de la
oligarquía y el neoliberalismo, ya fracasado.
Las exigencias corporativas
de los beneficiarios, la derecha que ha venido reclamando su patrimonio durante
diez años, ya los tiene en carpeta. Todos son de naturaleza económica y
financiera. La promoción de una Consulta Popular, o una Constituyente será para
poner cerrojos al porvenir político, social y económico, y flexibilizar todo lo
que sea redituable para sus vidas sacrificadas; como ya lo han hecho en otras
ocasiones. Lo singular de este nuevo estatuto es que nunca más asome un atisbo
de cambios profundos, peor revolucionarios. El Senado de los Estados Unidos será
su asesor y garante del nuevo porvenir jurídico de esta geografía agreste,
ribereña y amazónica. Brasil es hoy un paradigma de lo que el imperio requiere
para gobernar la región sin amenazas de insurrecciones populares; los poderes políticos,
económicos y estratégicos los manejan una turba de gamberros hijos de sectas
religiosas aberrantes y hampones sin nombre. Pero garantizan que Lula no
volverá.
Concluyendo: ahora sí, Lenin Moreno tiene la
MESA SERVIDA con algunos convidados de fina casta, y agentes de inteligencia repujados en grandes
conflictos mundiales: hijos de la CIA.