Arq. Vicente Vargas Ludeña
La novela negra diseñada y vivida en el proceso electoral,
reciente, en la Casa de La Cultura Núcleo del Guayas; sería un Juez de los Tribunales
de Justicia quien le escriba un capítulo más a los vericuetos, que intereses
pequeños, pero arteros, la precipitaron. ¿Qué vendrá después? Es parte del
desenlace de la trama novelesca escrita por las “inteligencias preclaras”, “los
cultos y los artistas”.
El camino a las
elecciones quedó sombrío y marcado por la incertidumbre. Se debió recorrer atestados pasillos donde vive la justicia para someterse al “Proceso
kafkiano”: misterioso y enigmático. Todo un escenario gótico. Se asombraban. No
era la ley que perseguía a alguien. Era alguien que perseguía a la ley.
Aquello debe convertirse –aunque en Guayaquil es sistémica la
lucha por migajas de poder- en una lección ejemplar, que nada funcionará si pequeños
grupos, anhelan pequeños deseos. La Institución es un fantasma desde tiempos pretéritos.
El nuevo marco jurídico y ámbito de sus competencias, puede parecer proletarizador,
ya que en el pasado asomaba como reducto de las elites y los intelectuales. Y, ¡ahí
está el problema!
El candidato que se elija para dirigir la cultura y el arte
tiene un horizonte huracanado; en una mole arquitectónica prostituida de su
diseño original, y ubicada en un cruce de rutas que caracterizan a la ciudad.
Pero aquél edificio tiene tufo a un húmedo y viejo libro, y a un cuadro de pintura
desvanecida.
El nuevo mandatario requiere: talento desbordante, energía volcánica
y todo su tiempo deberá volcarlo para despertar en la ciudadanía, lo opuesto a
la vulgar materialidad consumista, que logra una sociedad pujante: cuando se
mira en lo sublime que le despierta su CULTURA Y SU ARTE.
Fernando Naranjo se ha empeñado terca y ferozmente en
alcanzar ese Sillón. Lo conozco desde las aulas de la Universidad. Vive
sumergido en el abstracto, mimético –en la pintura, escritura y todo aquello
que desafíe la creatividad- y complejo mundo que lo rodea: se empeña en probar que
el espíritu puede superar la cosificación que el modelo, sistema social y económico
nos han impuesto.
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