Arq. Vicente Vargas Ludeña Junio, 5 de 2015
América Latina vive un fenómeno espectral de emociones,
sentimientos y pasiones colectivas, producto de políticas diversas y
divergentes que han surgido en los últimos quince años en algunos Países que se
han propuesto el rescate de su independencia, soberanía, y la aplicación de
políticas inclusivas. Ecuador, Venezuela, Bolivia y Argentina están en el ojo
del huracán; cuyos futuros se juegan en la consolidación de de la
multipolaridad de la política y la economía mundial. O, si quiere, en la
neutralización de la hegemonía imperial
del Norte.
La característica fundamental que se esgrime en los sectores
tradicionales: plutocracia, oligarquías, y hasta la clase media; además de las
influencias y descalificaciones que provienen del Departamento de Estado de los
Estados Unidos hacia estos Países, es que, desde el poder de esos Estados y esos
gobiernos se promueve una perniciosa, peligrosa confrontación, y radical
división social. Fenómeno que según esos sectores y su vocinglería mediática,
en el pasado no existía. De otros Estados callan. Es decir que, históricamente
las sociedades de estas naciones se vivía en perfecta armonía; los acuerdos y
consensos eran cotidianos rituales políticos, económicos, jurídicos e
ideológicos. Los colectivos casi eran perfectamente homogéneos. Falso por todos
los poros. Casi categorizan como ciencia el evangelio: “somos iguales a los
ojos de dios”.
A guisa de vuelo de pájaro, recorramos brevemente México y
Colombia como paradigmas de sociedades irreconciliables y en pugna eterna. Ambas
naciones tienen gobiernos como el modelo neoliberal exige: radicales,
tradicionalmente oligárquicos, privatizadores de lo público; sedes de la
narco-industria y tráfico mundial; y todas las formas de organización
criminal; miembros de número de todos los Tratados de
Libre Comercio; sometidos incondicionalmente al imperio –este siempre,
precautelador de sus supervivencias- sus puertos de llegada es el primer mundo,
según sus diseñadores. México ha expulsado e incluidos los que nacieron en Estados Unidos más de 33 millones, de
chingones; Tiene una pobreza del 60% -de 110 millones de habitantes-; carece de
todo asomo de soberanía; su estratificación social es histórica, las nuevas
narco-elites y el crimen marginal acopian, también, grandes fortunas; otros
arman la mochila y se marchan al Norte; y los que sobreviven de las migajas que
arrojan las elites rezan y se mortifican frente la “Virgencita de Guadalupe”.
Este coctel socio económico, antropológico y político no produce, hasta ahora,
ninguna alteración, modificación en el establishment mexicano, El sistema se
considera estable, armónico; casi rezan unanimente la consigna mosquetera: “uno
para todos y todos para uno”. Farsantes. Pocas sociedades en este hemisferio, tienen
una estratificación tan segmentada en una perfecta geometría piramidal: cuya
inmensa masa humana desclasada sostiene
en la cúspide una selecta narco-elite, en la que consta una larga lista de
personas mil millonarias, entre las que destaca, el más rico del planeta. Y
sobre ella –la pirámide- el ojo avizor del imperio.
Existe un interrogante que no ha podido ser contestado ni
comprendido por múltiples pensadores, sociólogos, politólogos… ¿Cómo es posible
que una Nación tan desigual, inequitativa, corrupta y un Estado fallido, nada
suceda?
De Colombia, deberá decirse lo mismo de México. Son Países
paradigmáticos, gemelos en su trayectoria desde la mitad del siglo pasado.
Nada, absolutamente nada, es diferente en el razonamiento que aquí nos
preocupa. La diferencia es geográfica, el uno esta a los “pies” – literal- del
imperio; y el otro ligeramente distante, pero igual postrada su soberanía. Tal
vez una pequeña diferencia: en Colombia se dan plomo día y noche más de
cincuenta años; en México lo hacen en la sombra evitando el control del
vigilante del Norte; otra puede ser, es que, Colombia es el principal
exportador en occidente de drogas, paramilitares y criminales de toda ralea; es
el País que más desplazados de ciudadanos, tiene en el mundo. Es patética y
reveladora la obra del colombiano William Ospina: “PA QUE SE ACABE LA VAINA”.
La recomiendo, es grata su lectura y didáctica la historia de su Patria. Los
tiros que en México y Colombia se dan por mil razones cotidianamente, permiten
aflorar emociones, que enfadadas almas las tienen refundidas.
Ecuador transita nuevos senderos no percibidos ni vividos por
algunas generaciones pasadas: a.- Recuperación del rol del Estado e inclusión de lo público. b.- Cosmovisión de la sociedad
en el seno de una República. c.- Institucionalización del Estado. d.-
Modernización de la gestión y administración del Estado y el Gobierno. e.-
Políticas publicas que el neoliberalismo las niega: salud, educación, participación
etc.
Sintetizando, nadie niega, ni adentro ni en el extranjero que
en Ecuador existe un Proyecto social, económico, político, independiente -en
todo lo que pueda entenderse este concepto en la globalización: la
interdependencia- hasta aquí ejecutado en ocho años, con alentadoras
perspectivas. Nadie con equilibrio mental puede asegurar que vivimos una luna de miel con el neoliberalismo, como no se
puede afirmar, que vamos rumbo al socialismo. Es la modernización tecnocrática
con soberanía del Estado. Nada más. Pero eso otorga esperanzas y dignidad a la
sociedad; y rechaza el pasado oprobioso que avergonzaba.
La perversa y radical división social del País que el
Gobierno del Presidente Correa ha provocado, según sus detractores, es una
clara expresión de la lucha de clases que la plutocracia promueven con toda su
parafernalia mediática, religiosa e imperial, ante la incertidumbre de una
recuperación del poder y la canasta de privilegios que éste les otorgaba.
Extrañan las dictaduras militares, los gobiernos mediocres y lacayos, y sobre
todo los corruptos, porque con ellos sus vidas eran más sabrosas.
No pretendo hacer apología del Gobierno actual; éste, también
arrastra “trazas” y “afrechos” en contenido y forma de los anteriores; sobre
todo parte del equipo de gobierno. Pero, hay que reconocer, existe un semblante
de sincera transparencia y propósitos de alejarse lo más distante posible del
vergonzoso pasado. Al fin, el presente no es producto del Big Bang cósmico,
también este requirió miles de millones de años para que nuestros sentidos lo
testimonien; entonces hoy, es apenas el amanecer con radiante sol de una noche de
orgía perpetua económica y política.
Pero apareció un
fenómeno extraño en la sociedad ecuatoriana, poco instruida, huérfana de
educación y cultura política, nacida y crecida en el síndrome colectivo del “¡que
chucha!”. Hoy, un sector de la clase media y profesional tiene infectada su
alma de emociones, sentimientos y pasiones desbordadas, que se precipitan en
sombríos odios. Es comprensible ese oscuro mundo en la gran plutocracia, su
postura ideológica no compagina con nada que no sea su visión reaccionaria del
mundo, por lo arriba señalado. En Venezuela las élites, no ven otro camino que
el asesinato, para saciar sus pasiones de odio y desprecio al gobierno de Hugo
Chávez y ahora al Presidente Maduro.
Fijaos, no es que requieren el poder para crear otra Venezuela moderna y
equitativa. No, porque sus oligarquías gobernaron doscientos años en una sanguinaria
e interminable postración moral. La respuesta es que, los que han llegado al
poder no son dignos ni merecedores de tantas majestades: son chusma
despreciable. La clase media y profesional que acumulan odio y rencor contra el
Presidente Correa, carece de cualquier carácter ideológico-doctrinario o de
clase; el poder no está en sus propósitos de vida, el factor determinante es la
escasa cultura política; poseen una conciencia esquemática de los modelos
políticos y los gobiernos: odiaban a Febres Cordero a Borja; ahora lo hacen con
Correa. Son productos mediáticos desechables, grandes devoradores de la prensa,
-escrita, radial, televisada y radio bemba- solo con, y en ella, se forman e informan.
Otros sectores que también apelan al odio y rencor; son los
que, en los procesos de reconfiguración del Estado y del Gobierno no salieron
beneficiados, y más bien perdieron canonjías o simplemente quedaron fuera; también
los hay, aquellos que sobreviven con sus egos maltrechos. Claro, en el juego de
intereses personales, es normal, son heridas que no sanan. La repuesta es odiar
a alguien, porque alguien debe tener la culpa de mi soledad. Así deben pensar.
En el mundo marginal, determinados dirigentes indígenas, afro
descendientes y otros, se han dejado contagiar de las pasiones oligárquicas, y
siembran odio en sus comunidades manipulando la verdad, recurriendo a la
mentira y a la falsedad.
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