21 junio 2015

EL TEATRO “SÁNCHEZ AGUILAR” Y MÁS


Arq. Vicente Vargas Ludeña                                                                         21-06-2015
Por alguna razón asistí a la incorporación de Tecnólogos  Profesionales en el Teatro Sánchez Aguilar, ubicado en un sector residencial de la ciudad de Guayaquil. Esta circunstancia me permitió observar, escuchar y dilucidar, las inextricables relaciones en fenómenos que a veces  escapan al ojo avizor de los contenidos en la interrelación de las cosas y las personas. Describo a continuación los elementos del evento que trato de interpretar.
1.- Era una masiva incorporación de jóvenes que se graduaban en una Academia Particular de la ciudad, en varias especialidades: principalmente Ciencias sociales; sólo una de ellas pertenecía al área de las Tecnologías de la comunicación y la información.
2.-El escenario que por primera vez visitaba, era el Teatro Sánchez Aguilar.
3.-El discurso de orden a cargo de un dirigente gremial de la Cámara de Comercio.
Cada elemento del evento tenía sus propias características. Nada pasó desapercibido para mí, porque al acto le habían dado ribetes de majestuosa solemnidad. Regularmente estas reuniones tienen calor familiar; pero indudablemente debe exigírseles un mínimo marco académico y cultural, que este caso carecía. Y, más bien tenían una alta dosis de alarde; por esa razón, en los sucesos de nuestra curiosidad afloraban un decidido carácter ideológico implícito.
La década de los noventa en adelante el nuevo orden mundial plagó todas las instancias del quehacer humano, con “el último hombre”. Caída la última piedra del Muro de Berlín el mundo requería del nuevo individuo pragmático, que esté preparado para echar andar la máquina global de los negocios, el dinero y el consumo; y que el capitalismo en su quinta esencia, según los pensadores tanques no dejaban posibilidad de otra historia humana (F. Fukuyama,  “El fin de la Historia y el último hombre”); por lo tanto, no habrá otro sistema ni otra forma de vivir. Toda práctica social se construirá en ese modelo; la educación estaba también en la agenda con toda su parafernalia. Formar profesionales exitosos, la excelencia como dogma y ritual, el individualismo como eje de una existencia sin compromiso, con nada ni con nadie. Porque el futuro es solo de él y para él. Así rezan los manuales del “emprendedor”. Se crearon y refundieron centros de estudio de variopinto régimen académico: Universidades, Tecnológicos, Institutos, Corporaciones de Estudio y todo lo que cabría en una garaje para otorgar un Titulo. Había surgido una académica  maternidad en la que nacían diariamente: Banqueros, Administradores, Marketeros, Publicistas, Periodistas, Hoteleros, Cocineros, Relacionistas, Mercaderes, Negociadores, Motivadores, Gerentes y Ejecutivos de toda ralea. El capitalismo posmoderno requería, según sus panegiristas, este ejército de profesionales para salir de la pobreza; y al País inscribirlo en el primer mundo. ¡Cuánto daño causaron al País y a la juventud estas doctrinas del capitalismo neoliberal a los países del sur!. Lo siguen haciendo. Esta farsa la importaron y con esta farsa poblaron las academias. Para unos fue un buen negocio; para otros, frustración. Jamás habrá plazas de trabajo para estas multitudes en una sociedad que no ha salido del sector primario de la economía. En este abanico de carreras académicas fue la Graduación de los jóvenes en el escenario que nos llamó la atención.
La otra extraña percepción que advertí y que conocía por primera vez: fue el edificio del Teatro Sánchez Aguilar. Deseo pensar bien de la Obra y su Complejo Arquitectónico, pero no puedo. Su presencia mediática en la ciudad cuando fue inaugurado, así lo decía: UN TEATRO en la zona residencial de más alta gama de Guayaquil. Ingenuamente imaginé una arquitectura vanguardista. No es obligatorio la ampulosidad del teatro clásico barroco, o el decosntructivismo de Frank Gehry. Pero si, un Teatro  debe convertirse en ícono,  nodo o hito urbano. Nada de aquello. Es un pastiche arquitectónico, con códigos de un lenguaje híbrido: mezclas de arcos carpaneles y de medio punto; envolverlo en molduras de tosca albañilería y montarle triángulos falsos en los frontis, no lo cualifica ni define de neoclásico. La arquitectura vernácula de la ciudad de Guayaquil tiene Obras con más pureza y riqueza semiótica que el Teatro que nos preocupa. A pesar de las dimensiones del terreno, no limitado por ningún otro edificio, la implantación y orientación son pobres. La escalinata de ingreso al edificio, tal vez, es lo mejor logrado. Porque el interior es una frustración y un atentado funcional; las escaleras en rampas cruzadas, inicialmente el usuario no sabe a dónde conducen, parece que lo fuera a una oficina gubernamental. Pero lo más patético del diseño, es que, son una trampa en la circulación para la multitud a la hora de salir de la función; una salida de pánico serán cuellos en los que los asistentes serán estrangulados. Los ingresos a la sala desde el Foyer son mezquinos; y desde ahí nace el  atentado al estrangulamiento en las escaleras. En conclusión el planteamiento del proyecto arquitectónico fue azaroso, parece una propuesta de un grupo de estudiantes para un taller de curso. Regularmente lo burdo de un Obra es la parte económica, aquí se adivina lo contrario. Lo singular que expresa la presencia del Centro Cultural es que había muchos dólares, y debían ser invertidos en algo. Se formó un equipo de capitalistas, constructores y albañiles y echaron  para adelante con la idea de edificar un Teatro.
Para redondear una visión y aclarar nuestra realidad ontológica, el discurso de orden en la ceremonia, fue la ruta que nos señala el tamaño de nuestro País y los anhelos que nos mueven; o por lo menos la clara aculturación que nos sometemos. El representante del Tecnológico, hizo una breve apología al emprendimiento y por supuesto al emprendedor paradigmático que nos iba dar el discurro de fondo del evento. El orador empezó a describir los sueños de emprendedor que durante algunos años fueron el leitmotiv de su existencia. Claro está, su futuro casi estaba escrito, desde su niñez el trabajo comercial en la familia era el principio y fin de las cosas, la constancia, la disciplina moldearon lo que más adelante vendría como recompensa. Durante cuatro años acarició el deseo de conseguir la Franquicia de una firma multinacional de los Estados Unidos. Se le presentaron dificultades, problemas casi irresolutos; pero su constancia no lo abandonaba. Recibió algunos rechazos a sus aspiraciones. Hasta que un día – como en el cine- lo llamaron para calificarlo como serio aspirante a la cumbre que sus sueños lo llevaban. Los considerandos eran varios: importante inversión económica, firma extranjera de rigurosos y extremos requisitos a los aspirantes, el Ecuador era un País que no garantizaba el éxito de la empresa porque su Gobierno es semejante al de Venezuela, mercado inexplorado para los fines que se aspiraba. Etc etc. Pero llegó el amanecer de un horizonte destellante, el éxito estaba en las goteras de su casa y le tocaba las puertas. La Firma internacional SUBWAY especializada en hacer y vender “sanduches de jamón”,  lo aceptaba como franquiciador del complejo negocio de hacer y vender raciones de comida para gente con hambre y con gustos especiales. Sus investigaciones preliminares daban los resultados esperados: el panadero, hará el pan; el jamonero, producirá el jamón; el lechuguero, sembrará las lechugas, y el tendero le suministrará los saborizantes y colorantes que le darán la categoría gourmet al SANDUCHE. Nuestro emprendedor con la franquicia bajo el brazo salió a vender por el  Ecuador, no sanduches, sino los derechos exclusivos para hacer sanduches. Afirmó que está cerca de superar a la competencia sanduchera del País. Como colofón a su irrefrenable carrera de éxitos empresariales, el gremio de los negocios lo eligieron Presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil.
Existe una extraña complementariedad en  la ceremonia a la que asistí: El Tecnológico Espíritu Santo que graduaba a los jóvenes, comprobé que tiene mucho espíritu, pero ninguna tecnología.  De eso ya hablamos antes. El Teatro sede de la ceremonia, también  ya se señaló, de su hibrida y pobre arquitectura; y sobre todo su generosa inversión económica. Pero lo singular, fue el discurso del sanduche. Es de anotar que jamás en la exposición mencionó que la única tarea de la franquicia era hacer y vender sanduches; más bien realizó recorridos por el  mundo de  los emprendimientos que los ecuatorianos deben acometer para salir adelante con éxito. Ahora es líder de los comerciantes agremiados, y contribuye al desarrollo del país vendiendo sanduches. Con esa clase empresarial de alcances tan primarios y portavoces de excelencia empresarial, ni en el País de Jauja lograrán que el capitalismo que proclaman, los saque del tercer mundo.


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