08 febrero 2017

¡QUÉ NOS PASA!


Arq. Vicente Vargas Ludeña
En Ecuador estamos al final del camino de una campaña electoral Presidencial y Asamblearia. El cuerpo social y político contemporáneo, es ligeramente diferente al de hace diez años. Sin embargo los rostros de los candidatos, su empaque moral, intelectual e ideológico no es distinto del pasado. Especialmente los presidenciales. Aparentemente misceláneos. Pero, no. Todos son salidos de la misma matriz. Unos ligeramente lejanos de la gran burguesía. Otros son la representación misma de las elites. Pero todos, lacayos de los poderes fácticos.
Las masas, el pueblo no ha podido crear un aspirante que sea la representación neta de sus profundas raíces. En consecuencia, la muchedumbre, peregrina tras una figura, un ofrecimiento falaz en un desconcierto  patético; con su voto alimenta el hambre desbordante de riquezas de sus verdugos; y agudiza la verdadera de los suyos.
Las organizaciones de los sometidos, dominados, han sido un mito, una utopía. Históricamente en el desarrollo de las fuerzas productivas, la industrialización, existió una estructura orgánica combativa: el sindicalismo. Con la posmodernidad, el neoliberalismo, las nuevas tecnologías desapareció el proletariado y su ejército de lucha: el sindicato.
Si, también han surgido otros grupos gremiales; pero sus objetivos que son de reivindicaciones económicas, principalmente, se vuelven cotizables en la bolsa de la partidocracia. Lo cual moralmente los descalifica, especialmente a sus dirigentes.
El neoliberalismo descuartizó y deglutió a los Estados. La gran burguesía, el capital financiero y todo lo que configura una sociedad de poderosos, se entronizaron en el poder total. Se constituyó Estados corporativos contra los cuales nadie puede luchar. Chile es el experimento paradigmático del neoliberalismo. Sólo a la muerte del sátrapa, las masas salieron a la calle para identificar al enemigo y presentarle batalla: la educación, la salud, los jubilados, para mencionar algunos aspectos de lo que se llevaron las corporaciones a sus centros comerciales. Las fuerzas armadas y la policía se la dejaron con mimos al Estado; los privilegios de los aparatos de represión son  gratificantes. Los demás, los condenados de la tierra, están en la retaguardia, encapsulados en su miseria sin capacidad de reacción. El sistema los castró: los despolitizó y desideologizó.
Al Ecuador, por supuesto también llegó el vendaval neoliberal. Las organizaciones sociales que han identificado al enemigo y a su opresor, nacieron precisamente cuando la posmodernidad exige otras formas de organización y de lucha. El 15M en España, aborta un nuevo universo político, -aunque la derecha franquista regresa al poder-  porque la preñez del sistema aberrante lo exigía. Nace PODEMOS. El tablero político-ideológico se trastoca, y cunde el miedo en la contumaz derecha fascista. El Movimiento Indígena ecuatoriano fue un destello fugaz. Ya el Estado estaba tomado por la globalización y su gendarmería. Sus contradicciones internas aupadas por fuerzas externas, se mestizó; y pronto terminó descuartizado. Hablaron desde el etnocentrismo sin comprender un ápice de Nación y nacionalidad. Hoy la dirigencia, son cuatro gatos que los manosean los alfiles de la burguesía para atraerlos a sus cotos de poder con mendrugos. Las rebeliones de nuestros antepasados indígenas contra sus conquistadores y evangelizadores españoles, fueron y siguen siendo las más relevantes. No hay más.
Este es un tema recurrente, que menciono a continuación, porque la estructura orgánica, el relato y sus prácticas se volvieron deleznables. La UNE y su brazo político el MPD, con su discurso ampuloso de la revolución y la nueva sociedad que construirían; fueron útiles al sistema, contribuyeron a su perennización y  a la depredación de todo lo que a sus manos llegaba: la educación, algún sindicalismo que pillaban por ahí. La ortodoxia de sus doctrinas, sus formas de enfrentar desde lo político la lucha contra las oligarquías; la dicha y conformismo de alcanzar tres curules en La Asamblea, uno o dos jueces en las Cortes a sus servicios; y unas cuantas migajas que caían de la mesa del poder de los ancestrales dueños del País. El verdadero y legítimo contrato social que el pueblo merecía, se prostituía en la estéril lucha contra los fantasmas del capitalismo que decían combatir. Mientras las elites emigraban a sus verdes vergeles para evitar mezclarse con la plebe: educación y salud exclusiva, Instituciones rentables del Estado para ellos; y la entrega absoluta de la soberanía e independencia a los intereses externos.
El transporte en general, también ha sido una importante organización social. Pero su especificidad con la herramienta de trabajo, ser propietario, lo acerca más a la burguesía que a su propia clase social. Hoy las leyes de la posmodernidad están derrumbando esos esquemas  gremiales. UBER es de todos,-servicio de taxis mundial- y no es de nadie; es de una multinacional que no tiene sede. No se puede enfrentar con un fantasma que el sistema mundo del dinero crea. Valga la digresión: recuerdo que los estibadores en el Puerto Marítimo, en la década de los años sesenta del siglo pasado, boicoteaban a los barcos de alto calado  que inauguraban la modalidad del conteiner. La poderosa organización de cargadores de productos a los barcos debió rendirse al avance implacable de la tecnología y los cambios.
Los intelectuales orgánicos -al decir de Gramsci- que alguna vez hubiera, y muy brillantes se los tragó la ortodoxia, y otros murieron con las botas puestas en la lucha. Fueron, sin duda una guía, un referente ideológico, político y moral. Pero el sistema esta vez, nuevamente ganó.
Los estudiantes jamás fueron una estructura orgánica que presentara cara, con argumentos, doctrina, marcos referenciales para la lucha política. Más bien hoy, son una rémora por su autoexclusión de los fenómenos que los rodean. Basta recordar el momento más caliente en la participación de los estudiantes en Mayo del 68 en Paris.
El mundo cambió. Y lo que pasa, es que no sabemos  qué es lo que nos pasa; aquello nos tiene perplejos. Por ejemplo: desconocer que algo diferente pasó en el Ecuador estos diez últimos años. Es una necedad cerril repleta de odio. Que al Ecuador se lo debe levantar, porque es un cadáver, con una nueva Constitución, como algunos proponen; es la quinta esencia de burla al pueblo y ubicarlo en el fondo de la escala racional. Sintéticamente –para la derecha-: el Ecuador de ayer fue mejor que el presente. Así terminan los genios odiadores, los banqueros y los aspirantes a sentarse en los poderes. Y por supuesto la cola de peregrinos que votarán por ellos, porque los anhelan, extrañan. Tienen alma de pajes.
Está claro que es esta reseña apunta, que mañana debemos exigir y promover la organización, la politización e ideologización, para incorporar a los que somos mayoría, para la verdadera liberación nacional. Para lo cual debemos abandonar los manuales manidos de la lucha. Estudiar, y crear nuevas armas para enfrentar al mundo globalizado que desea y busca eliminar consumidores fallidos, y menos bocas que alimentar.

PERO, NO VOLVERÁN. 

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