Arq. Vicente Vargas Ludeña
El DRAE trae varias etimologías de la palabra síndrome. Las elegidas aquí, para
interpretar nuestra patología política son las que más explican la enfermedad:
conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente
negativos. O, el síndrome de Estocolmo: como
una actitud de la persona secuestrada que termina por comprender las razones de
sus captores.
La Nación ecuatoriana desde el principio de los tiempos vivió
atrapada bajo la infamante férula de las oligarquías serranas, costeñas o en
maridaje. El conjunto de signos –la semiótica social y política-, los fenómenos internos y externos no han variado, ni en el tiempo ni en el
espacio. Una vez elegido el gobernante la sociedad es sometida, y está también
colabora en la compresión de las razones de sus verdugos secuestradores cuyo
fin es aniquilar toda esperanza y todo sueño. La resignación termina tragándose
a los sujetos; abandonándose al maldito destino, unos; otros a la voluntad de
dios.
La destrucción apocalíptica que dejaron la plutocracia y las
oligarquías locales en las últimas décadas del siglo pasado; termino de
configurar el síndrome de un Estado fallido: quiebras bancarias –léase atracos-;
postrada miseria ciudadana; pérdida de la moneda nacional –léase identidad de
intercambio-; estampida social por los mares del planeta –léase abandono del
lugar natal-. Sin comprender nada de lo que ocurría, las masas con irónica
sorna e indiferente complacencia
aceptaban y justificaban que lloviera mierda. O, como decía Galeano: nos
mean, y dicen que está lloviendo.
Fue una hecatombe, no todos fueron víctimas, muchos se
anticiparon, otros se blindaron; finalmente, los más huyeron a paraísos
terrenales; hasta que amaine la tempestad; que sólo ellos saben cómo y quienes
la originaron. Y principalmente cuales son los beneficiarios. Con la impudicia
de un panóptico poblado de ladrones y delincuentes de toda monta y pelaje sale
a la palestra un actor importante de esos escombros humanos burgueses, -no solo
el asesino, ladrón o violador es un escombro humano- también, lo es, el burgués
de la catadura que aquí se describe, a competir electoralmente para la
Presidencia de la República. Por eso vale otra vez la expresión: nos cae mierda
y decimos que es maná, o nos mean y decimos que decimos que es limonada.
La personalidad y la conducta deshonesta del candidato de la
derecha son deleznables por todas sus partículas. Ya lo era, antes de ser
candidato. Ahora lo demuestra con impudicia. Yo he sostenido que su IQ
intelectual es semejante al de Alvarito. Posee todo el dinero que sea necesario
transferir en la monstruosa estructura de campaña que ha montado. Tiene todos
–no conozco si serán los mejores- los asesores internos y especialmente
externos, que le trazan las narrativas, lo relatos, las agendas… Pero su
discurso es abstruso y diminuto –a pesar de sus repetidos ensayos y cansinas
consignas- no puede sostener una idea gramatical y cognitiva durante tres
minutos. Su estulticia no tiene límites: llegó a sostener que en las Escuelas
del Milenio de nada sirve el idioma
Inglés, es PAJA.
Haber elegido a un binomio de los mismos quilates crapulosos del mismo candidato presidencial, a Andrés
Páez; sin exquisiteces intelectuales se concluye que no van tras el poder para
construir un mejor País; una sociedad menos desigual, educada y saludable. Las
funciones de éste malandro serán demoler hasta aquí lo construido por el
gobierno de Correa. Aliarse y compaginar los programas neoliberales de
Argentina y Brasil. El plan que tienen
diseñado para el día de las elecciones está muy claro. Las instrucciones que
tienen desde el Departamento de Estado y desde los centro de poder global: es
que esta amenaza, llamada Ecuador, no continúe con su díscola independencia,
fuera del redil de los demás gobiernos genufléxos del hemisferio. Para lo cual
todo acto está permitido desde la soterrada voz de inconformidad por los
resultados, hasta el estallido de la violencia cruenta. Para ello cuentan con
experimentados pandilleros venidos de Venezuela de partidos políticos, como Voluntad
Popular, o los de Primero Justicia. Armar bandas, pandillas, garroteros y toda
clase de lumpen que se cotizan fácilmente en las calles ¿Para que este ejército
de delincuentes? Para enturbiar o hasta lograr el bloqueo de las elecciones ¿La
justificación? El supuesto fraude de su triunfo imaginario.
Para que exista el síndrome, es preciso que esté presente la
crisis. Pero en el diagnóstico es necesario conocer quien la provoca, y cuáles
son las víctimas. Lo singular de este devenir temporal, es que, desde el año
2007 la Nación despierta de un prolongado y tortuoso letargo; sale de la
caverna a la que ya nos habíamos
acostumbrado –un símil con La Caverna de Platón-. El pueblo rompe las cadenas y
se atreve a dar pasos lentos, dudosos. Por fin se decide seguir a un joven académico
desbordante de entusiasmo y lleno de optimismo; apoya sin reparos: una
Constituyente y todo cuanto el líder proponga. Pero sobre todo sueño, aspira
enterrar para siempre a la podredumbre política encarnada en la partidocracia y
en la plutocracia. Lentamente el SÍNDROME
fatalista, el karma histórico de la tragedia nacional se convierte en RESILIENCIA. La capacidad de resistencia
a estructuras dañinas que han perturbado la búsqueda de su horizonte de
esperanzas y el camino para llegar a él.