09 marzo 2017

MISERIA IDEOLÓGICA

La historia de la humanidad es la eterna historia de la “lucha de clases”.

Arq. Vicente Vargas Ludeña
El fenómeno  político-electoral que se desarrolla en el Ecuador, ahora mismo,  en cuya dinámica subyacen inexorables  leyes de la dialéctica en la eterna lucha de las clases sociales, que algunos líderes, por razones poco comprensibles las ignoran y tampoco las agudizan; y más bien, en un cóctel místico-religioso cargado de sentimientos y emociones, buscan construir un sistema social, político-económico socialista soslayante e independiente a estas contradicciones.
Negar la lucha de clases en la estructura de la sociedad actual, equivale a negar la supervivencia  de las especies más aptas y versátiles en determinados ecosistemas. Las clases sociales y sus antagonismos existen independientemente de cualquier voluntad. Las clases sociales no son las fichas sobre el tablero de ajedrez, que después del juego: el Rey, la Reina y los peones vuelven a la caja. No debe confundirse la violencia de la turba que pueda provocar una protesta o reclamo, como los muchos que existen ahora en Europa, España,  hasta en los Estados Unidos, con frecuencia y ahínco. ¡Qué aquello lleva implícito los genes  de esa contradicción: la lucha! No cabe duda alguna. Pero la lucha que la dialéctica descubre como ley, es aquella en la que los individuos ocupan en el juego de las fuerzas productivas, y la apropiación de esa riqueza generada; para de inmediato pasar a saber  quién y cómo administrarla. El magnate estadounidense del dinero Warren Buffet, con sincera sorna, dice: “La lucha de clases sigue existiendo pero la mía va ganando”. Ignorarla, ocultarla o peor desconocerla es pretender hacer la revolución con vino y hostias en la misa del altar.
La expresión más alta y evidente de esa lucha, es el poder. En principio cualquier poder. Pero el más arrasador es el poder político y económico. El Leviatán de T. Hobbes: la acción humana motivada por el deseo irrefrenable de dominación permanente, sin delegación; solo suspendida por la muerte. Pero el problema surge, porque para lograrlo es preciso enfrentarse a los demás: “Bellum ómnium contra omnes (guerra de todos contra todos); y la frase hecha “Homo homini lupus est” (El hombre es el lobo del hombre); dibujan el eterno dilema de la confrontación de las clases sociales, sólo cuando adquieren conciencia de sí y para sí. La categoría de conciencia de clase es compleja y múltiple. Pero es ella, la conciencia, la que construye la panoplia para la lucha: ideología, acervo, solidaridad, desprendimiento, coraje, heroísmo; y también amor.
Es indispensable en el relato, hablar de la ideología. La ideología es la interpretación de un discurso primario del mundo nos rodea. Es la que nos permite una explicación a nivel nacional la composición de la sociedad y sus categorías que la organizan y rigen: la política, la economía, los modos, medios y las relaciones de producción. Independiente del origen de los fonemas: DERECHAS e IZQUIERDAS. Aquí sintéticamente hablaremos de la IZQUIERDA ecuatoriana, como forma de pensamiento opuesto radicalmente, desde los explotados en las relaciones de producción y sus alcances en la organización y confrontación con la derecha extrema que asume todos los poderes que organizan a la sociedad; convirtiéndolos en explotadores.
Las organizaciones obreras, luego indígeno-campesinas son los primeros atisbos de enfrentamientos. Desde las metrópolis europeas llega el arma de lucha organizada: el Socialismo. Más tarde, la Unión Soviética irradia su estructura: el Partido Comunista. Sin embargo debemos admitir, que las naciones Latinoamericanas, hasta hoy, funcionan como colonias. En consecuencia no ha sido posible un marco de referencia ideológico-político hegemónico que avance en las estrategias para consolidar una diferente sociedad equitativa y solidaria. Bolivia ha comprendido la complejidad de la organización y la lucha; y apunta su destino por esos senderos.
Las elecciones de Segunda Vuelta en el País están dejando huellas profundas y lacerantes. Ideológicamente organizaciones que supuestamente militaron en la izquierda, -MPD, hoy Izquierda Unida-cuyas consignas han sido las reivindicaciones y la revolución social. Hoy enfrentan a la inteligencia, a la moral, la dignidad y desafían a la sociedad que permanentemente prometieron reivindicar; y hasta morir por ello, si era preciso. Se subieron al carrusel de la oligarquía, capitaneado por un banquero de escaso nivel intelectual y moral; pero designado por los grupos poder económico del País y por estrategas políticos del Departamento de Estado de los EE. UU.  Sus justificaciones son mezquinas, inmorales y traidoras. No trazan sus propias estrategias ideológico-políticas; simplemente se convierten en peones de las oligarquías.  Con ello justifican lo que siempre fueron: vasallos de la plutocracia. Una cuerda suelta por los extremos –derecha e izquierda- y luego unidos, completan una geometría circular. Los extremos coinciden perfectamente en sus mezquinas ambiciones. Pero no en el carácter de clase. La burguesía se considera heredera celestial del poder. La izquierda plebeya se conforma con migajas que caen de la mesa del oligarca.
Los dirigentes mestizos indianizados  y determinados grupos étnicos han construido su propia Babilonia. Su falsa visión milenarista y etnocentrista, -aparte de la trillada maldición de “ofendidos y humillados”- los convierte en la post modernidad, en grupos con lenguas diferentes, distintas  visiones, y un solo dios: la ambición de las delicias del poder y sus sucedáneos. Razón instintiva, y aguda perspectiva política tenía la legendaria líder indígena TRÁNSITO AMAGUAÑA. Ejemplo de ser humano en todas las dimensiones. La construcción de la imagen de lo que debe ser la organización, la fidelidad y la lucha se expresa en la mazorca de maíz: “debemos cuidarla porque caído un grano, lo siguen los otros”. He ahí, el cumplimiento de sus perspectivas del movimiento indígena desde los años sesenta. Los falsos dirigentes han llevado a los movimientos a su propia extinción, con un fardo moral de vergüenza y oprobio: hoy aliados y compañeros de ruta de la más crasa plutocracia: la candidatura a la Presidencia del banquero Guillermo Lasso.

La clase media en los países del tercer mundo, -en el Ecuador en particular-  es una amenaza a su propia existencia. Viven satisfechos con lo que han alcanzado, les aterra regresar al pasado, no les es grato las reminiscencias de sus barrios bajos. Algunos no pierden el sueño de seguir escalando otros espacios urbanos de mejor calidad, con vecinos de mejor calidad. Su cultura política es elemental, su educación la reciben de los medios, esa es su fuente nutricia del odio y la pasión. Son maleables y títeres de sus propios sueños, mentalmente se mimetizan en las clases altas, piensan como ellas y terminan siendo útiles a ellas. En cada región del País adquieren su propio rasgo: en Guayaquil se asimilan al regionalismo, leitmotiv de la plutocracia costeña, y tensan la cuerda entre mono y  serrano. A pesar que la mayoría tenga: de inga o de mandinga. En este segmento social, se ha incubado el odio más reactivo a Rafael Correa, sin beneficio de inventario. Ya advertimos, las oligarquías no lo odian a Correa, lo ignoran; ellos tienen sus propias estrategias para volver al poder. La clase media de nuestras sociedades, sabe que nunca llegará y permanecerá en el poder, les basta reptar para asomarse y deambular por los muros. Con aquello consagra sus sueños de perro.
 El lumpen proletario es indiferente; salvo sindicalistas u obreros que valoran la utilidad de una visión  política. Los marginados crean su propia cultura de la pobreza -según Oscar Lewis- ellos no son diletantes de ideología o política, salvo cuando brigadas burguesas los invaden con  promesas a cambio del voto. En ellos existen otras urgencias cotidianas, el odio y la pasión no está en su menú. El odio está latente desde que nacen, porque ese mundo que les tocó vivir es injusto y cruel.


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