La
historia de la humanidad es la eterna historia de la “lucha de clases”.
Arq. Vicente Vargas Ludeña
El fenómeno político-electoral que se desarrolla en el
Ecuador, ahora mismo, en cuya dinámica
subyacen inexorables leyes de la
dialéctica en la eterna lucha de las clases sociales, que algunos líderes, por
razones poco comprensibles las ignoran y tampoco las agudizan; y más bien, en
un cóctel místico-religioso cargado de sentimientos y emociones, buscan
construir un sistema social, político-económico socialista soslayante e
independiente a estas contradicciones.
Negar la lucha de
clases en la estructura de la sociedad actual, equivale a negar la
supervivencia de las especies más aptas
y versátiles en determinados ecosistemas. Las clases sociales y sus
antagonismos existen independientemente de cualquier voluntad. Las clases
sociales no son las fichas sobre el tablero de ajedrez, que después del juego:
el Rey, la Reina y los peones vuelven a la caja. No debe confundirse la
violencia de la turba que pueda provocar una protesta o reclamo, como los muchos
que existen ahora en Europa, España, hasta en los Estados Unidos, con frecuencia y
ahínco. ¡Qué aquello lleva implícito los genes
de esa contradicción: la lucha! No cabe duda alguna. Pero la lucha que
la dialéctica descubre como ley, es aquella en la que los individuos ocupan en el
juego de las fuerzas productivas, y la apropiación de esa riqueza generada;
para de inmediato pasar a saber quién y
cómo administrarla. El magnate estadounidense del dinero Warren Buffet, con
sincera sorna, dice: “La lucha de clases sigue existiendo pero la mía va
ganando”. Ignorarla, ocultarla o peor desconocerla es pretender hacer la
revolución con vino y hostias en la misa del altar.
La expresión más alta y
evidente de esa lucha, es el poder. En principio cualquier poder. Pero el más
arrasador es el poder político y económico. El Leviatán de T. Hobbes: la acción
humana motivada por el deseo irrefrenable de dominación permanente, sin
delegación; solo suspendida por la muerte. Pero el problema surge, porque para
lograrlo es preciso enfrentarse a los demás: “Bellum ómnium contra omnes
(guerra de todos contra todos); y la frase hecha “Homo homini lupus est” (El
hombre es el lobo del hombre); dibujan el eterno dilema de la confrontación de
las clases sociales, sólo cuando adquieren conciencia de sí y para sí. La
categoría de conciencia de clase es compleja y múltiple. Pero es ella, la
conciencia, la que construye la panoplia para la lucha: ideología, acervo,
solidaridad, desprendimiento, coraje, heroísmo; y también amor.
Es indispensable en el
relato, hablar de la ideología. La ideología es la interpretación de
un discurso primario del mundo nos rodea. Es la que nos permite una explicación
a nivel nacional la composición de la sociedad y sus categorías que la
organizan y rigen: la política, la economía, los modos, medios y las relaciones
de producción. Independiente del origen de los fonemas: DERECHAS e IZQUIERDAS.
Aquí sintéticamente hablaremos de la IZQUIERDA ecuatoriana, como forma de
pensamiento opuesto radicalmente, desde los explotados en las relaciones de
producción y sus alcances en la organización y confrontación con la derecha
extrema que asume todos los poderes que organizan a la sociedad;
convirtiéndolos en explotadores.
Las organizaciones obreras,
luego indígeno-campesinas son los primeros atisbos de enfrentamientos. Desde
las metrópolis europeas llega el arma de lucha organizada: el Socialismo. Más
tarde, la Unión Soviética irradia su estructura: el Partido Comunista. Sin
embargo debemos admitir, que las naciones Latinoamericanas, hasta hoy,
funcionan como colonias. En consecuencia no ha sido posible un marco de
referencia ideológico-político hegemónico que avance en las estrategias para
consolidar una diferente sociedad equitativa y solidaria. Bolivia ha
comprendido la complejidad de la organización y la lucha; y apunta su destino
por esos senderos.
Las elecciones de
Segunda Vuelta en el País están dejando huellas profundas y lacerantes.
Ideológicamente organizaciones que supuestamente militaron en la izquierda, -MPD,
hoy Izquierda Unida-cuyas consignas han sido las reivindicaciones y la
revolución social. Hoy enfrentan a la inteligencia, a la moral, la dignidad y
desafían a la sociedad que permanentemente prometieron reivindicar; y hasta
morir por ello, si era preciso. Se subieron al carrusel de la oligarquía,
capitaneado por un banquero de escaso nivel intelectual y moral; pero designado
por los grupos poder económico del País y por estrategas políticos del
Departamento de Estado de los EE. UU. Sus justificaciones son mezquinas, inmorales y
traidoras. No trazan sus propias estrategias ideológico-políticas; simplemente
se convierten en peones de las oligarquías. Con ello justifican lo que siempre fueron:
vasallos de la plutocracia. Una cuerda suelta por los extremos –derecha e
izquierda- y luego unidos, completan una geometría circular. Los extremos
coinciden perfectamente en sus mezquinas ambiciones. Pero no en el carácter de
clase. La burguesía se considera heredera celestial del poder. La izquierda
plebeya se conforma con migajas que caen de la mesa del oligarca.
Los dirigentes mestizos
indianizados y determinados grupos
étnicos han construido su propia Babilonia. Su falsa visión milenarista y
etnocentrista, -aparte de la trillada maldición de “ofendidos y humillados”-
los convierte en la post modernidad, en grupos con lenguas diferentes, distintas
visiones, y un solo dios: la ambición de
las delicias del poder y sus sucedáneos. Razón instintiva, y aguda perspectiva
política tenía la legendaria líder indígena TRÁNSITO AMAGUAÑA. Ejemplo de ser
humano en todas las dimensiones. La construcción de la imagen de lo que debe
ser la organización, la fidelidad y la lucha se expresa en la mazorca de maíz:
“debemos cuidarla porque caído un grano, lo siguen los otros”. He ahí, el
cumplimiento de sus perspectivas del movimiento indígena desde los años
sesenta. Los falsos dirigentes han llevado a los movimientos a su propia
extinción, con un fardo moral de vergüenza y oprobio: hoy aliados y compañeros
de ruta de la más crasa plutocracia: la candidatura a la Presidencia del
banquero Guillermo Lasso.
La clase media en los
países del tercer mundo, -en el Ecuador en particular- es una amenaza a su propia existencia. Viven
satisfechos con lo que han alcanzado, les aterra regresar al pasado, no les es
grato las reminiscencias de sus barrios bajos. Algunos no pierden el sueño de
seguir escalando otros espacios urbanos de mejor calidad, con vecinos de mejor
calidad. Su cultura política es elemental, su educación la reciben de los
medios, esa es su fuente nutricia del odio y la pasión. Son maleables y títeres
de sus propios sueños, mentalmente se mimetizan en las clases altas, piensan
como ellas y terminan siendo útiles a ellas. En cada región del País adquieren
su propio rasgo: en Guayaquil se asimilan al regionalismo, leitmotiv de la
plutocracia costeña, y tensan la cuerda entre mono y serrano. A pesar que la mayoría tenga: de
inga o de mandinga. En este segmento social, se ha incubado el odio más
reactivo a Rafael Correa, sin beneficio de inventario. Ya advertimos, las
oligarquías no lo odian a Correa, lo ignoran; ellos tienen sus propias
estrategias para volver al poder. La clase media de nuestras sociedades, sabe
que nunca llegará y permanecerá en el poder, les basta reptar para asomarse y
deambular por los muros. Con aquello consagra sus sueños de perro.
El lumpen proletario es indiferente; salvo
sindicalistas u obreros que valoran la utilidad de una visión política. Los marginados crean su propia
cultura de la pobreza -según Oscar Lewis- ellos no son diletantes de ideología
o política, salvo cuando brigadas burguesas los invaden con promesas a cambio del voto. En ellos existen
otras urgencias cotidianas, el odio y la pasión no está en su menú. El odio
está latente desde que nacen, porque ese mundo que les tocó vivir es injusto y
cruel.
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