30 marzo 2017

SINDROME DE UN ESTADO FALLIDO


Arq. Vicente Vargas Ludeña
El DRAE trae varias etimologías de la palabra síndrome. Las elegidas aquí, para interpretar nuestra patología política son las que más explican la enfermedad: conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativos. O, el síndrome de Estocolmo: como una actitud de la persona secuestrada que termina por comprender las razones de sus captores.
La Nación ecuatoriana desde el principio de los tiempos vivió atrapada bajo la infamante férula de las oligarquías serranas, costeñas o en maridaje. El conjunto de signos –la semiótica social y política-,  los fenómenos internos y externos no  han variado, ni en el tiempo ni en el espacio. Una vez elegido el gobernante la sociedad es sometida, y está también colabora en la compresión de las razones de sus verdugos secuestradores cuyo fin es aniquilar toda esperanza y todo sueño. La resignación termina tragándose a los sujetos; abandonándose al maldito destino, unos; otros a la voluntad de dios.
La destrucción apocalíptica que dejaron la plutocracia y las oligarquías locales en las últimas décadas del siglo pasado; termino de configurar el síndrome de un Estado fallido: quiebras bancarias –léase atracos-; postrada miseria ciudadana; pérdida de la moneda nacional –léase identidad de intercambio-; estampida social por los mares del planeta –léase abandono del lugar natal-. Sin comprender nada de lo que ocurría, las masas con irónica sorna e indiferente complacencia  aceptaban y justificaban que lloviera mierda. O, como decía Galeano: nos mean, y dicen que está lloviendo.
Fue una hecatombe, no todos fueron víctimas, muchos se anticiparon, otros se blindaron; finalmente, los más huyeron a paraísos terrenales; hasta que amaine la tempestad; que sólo ellos saben cómo y quienes la originaron. Y principalmente cuales son los beneficiarios. Con la impudicia de un panóptico poblado de ladrones y delincuentes de toda monta y pelaje sale a la palestra un actor importante de esos escombros humanos burgueses, -no solo el asesino, ladrón o violador es un escombro humano- también, lo es, el burgués de la catadura que aquí se describe, a competir electoralmente para la Presidencia de la República. Por eso vale otra vez la expresión: nos cae mierda y decimos que es maná, o nos mean y decimos que decimos que es limonada.
La personalidad y la conducta deshonesta del candidato de la derecha son deleznables por todas sus partículas. Ya lo era, antes de ser candidato. Ahora lo demuestra con impudicia. Yo he sostenido que su IQ intelectual es semejante al de Alvarito. Posee todo el dinero que sea necesario transferir en la monstruosa estructura de campaña que ha montado. Tiene todos –no conozco si serán los mejores- los asesores internos y especialmente externos, que le trazan las narrativas, lo relatos, las agendas… Pero su discurso es abstruso y diminuto –a pesar de sus repetidos ensayos y cansinas consignas- no puede sostener una idea gramatical y cognitiva durante tres minutos. Su estulticia no tiene límites: llegó a sostener que en las Escuelas del Milenio  de nada sirve el idioma Inglés, es PAJA.
Haber elegido a un binomio de los mismos quilates crapulosos  del mismo candidato presidencial, a Andrés Páez; sin exquisiteces intelectuales se concluye que no van tras el poder para construir un mejor País; una sociedad menos desigual, educada y saludable. Las funciones de éste malandro serán demoler hasta aquí lo construido por el gobierno de Correa. Aliarse y compaginar los programas neoliberales de Argentina y  Brasil. El plan que tienen diseñado para el día de las elecciones está muy claro. Las instrucciones que tienen desde el Departamento de Estado y desde los centro de poder global: es que esta amenaza, llamada Ecuador, no continúe con su díscola independencia, fuera del redil de los demás gobiernos genufléxos del hemisferio. Para lo cual todo acto está permitido desde la soterrada voz de inconformidad por los resultados, hasta el estallido de la violencia cruenta. Para ello cuentan con experimentados pandilleros venidos de Venezuela de partidos políticos, como Voluntad Popular, o los de Primero Justicia. Armar bandas, pandillas, garroteros y toda clase de lumpen que se cotizan fácilmente en las calles ¿Para que este ejército de delincuentes? Para enturbiar o hasta lograr el bloqueo de las elecciones ¿La justificación? El supuesto fraude de su triunfo imaginario.

Para que exista el síndrome, es preciso que esté presente la crisis. Pero en el diagnóstico es necesario conocer quien la provoca, y cuáles son las víctimas. Lo singular de este devenir temporal, es que, desde el año 2007 la Nación despierta de un prolongado y tortuoso letargo; sale de la caverna a la que ya nos  habíamos acostumbrado –un símil con La Caverna de Platón-. El pueblo rompe las cadenas y se atreve a dar pasos lentos, dudosos. Por fin se decide seguir a un joven académico desbordante de entusiasmo y lleno de optimismo; apoya sin reparos: una Constituyente y todo cuanto el líder proponga. Pero sobre todo sueño, aspira enterrar para siempre a la podredumbre política encarnada en la partidocracia y en la plutocracia. Lentamente el SÍNDROME fatalista, el karma histórico de la tragedia nacional se convierte en RESILIENCIA. La capacidad de resistencia a estructuras dañinas que han perturbado la búsqueda de su horizonte de esperanzas y el camino para llegar a él. 

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