23 enero 2018

PASADO Y PRESENTE DE LA ESTAMPA


Arq. Vicente Vargas Ludeña
Esta fotografía es reveladora. No merece mayores detalles, lo hemos presenciado y lo seguimos viviendo. Pero esta imagen trepida en el hoy y mañana en las raíces del País. La leyenda del pie de foto sintetiza el pasado craso y montonero  de los jornaleros de la politiquería. Formaban escuadrones de desocupados, con un sexto sentido del arribismo y oportunismo, arrimándose lo más cerca posible al Gran Jefazo; para ver y ser vistos por el ojo avizor del líder.
Los rostros de la imagen reflejan como espejos la angustia de sus futuras vidas. Detrás de ellos, indudablemente, hay necesidades y hambres que satisfacer. Ellos están ahí para eso, silenciar el grito y llanto de la tristeza, y afincarse un mendrugo seguro. En adelante si las estrategias marrulleras funcionan con EL JEFE, vendrá el sosiego. Si, ellos están ahí para satisfacer lo inmediato, pero hay otros sueños y otras cumbres que aspiran llegar. La constancia permitirá encontrar los escalones para ascender, no importa si es por los muros del poder ¿Con que herramientas? ¿Con que ideología? ¿Con qué bagaje? ¿Con que acerbo? No importa. Ya se irán matizando los sistemas y los procesos de acuerdo a las circunstancias.
Gustavo Larrea, ubicado en el primer plano del cuadro. Tiene su feeling, hereda algo de la visión política. Leí a su padre, de buena pluma, era. Eso no define al hijo. Más bien parece que jamás estuvo a su altura. Un verdadero bribón y agencioso de otras trapacías. Es el monitor del desfile de guerreros que iban a la conquista del poder con un ex militar aventurero.
 El rostro de mirada mezquina de la persona que se ubica detrás de la barrera de entusiastas marchantes, es patética. Mirada perdida con el cuello alzado buscando algo en la nada. Para ese entonces, no lo habían desvertebrado. De postura enhiesta. Estaba en lo que todos los arribistas practican: estar en el montón con alguna esperanza. Si no es ahora será más tarde. Si no es con este, será con otro y otro… hasta calar en la ventanilla donde va y viene el dinero.  Su lánguida incertidumbre lo dibuja al ser que sueña con timidez, porque lo cotidiano no da tregua: los hijos, la familia el mañana. Ese rostro también desafía la suerte. ¡Mañana quién sabe lo que sucederá!
Si la vida lo postró con plomo. Del plomo hizo una cuchara. Con la cuchara aprendió a motivarse y contagiar a los amigos, compinches, y la gallada. Las perplejidades del pasado iban cambiando de senda, hasta que, siendo mitad se volvió unidad: Poder.

La historia pasada, del rostro huraño y desconcertado de la fotografía, la conocemos en el gobierno de Rafael Correa. Lo que nos está conturbando hasta el delirio, es que jamás, nadie imaginó, ni en la mente más complicada y afiebrada podía predecir que la sólida estructura heredada del gobierno anterior, esté convirtiéndose en una babilonia, derrumbándose en nuestras presencias, inclusive siendo nosotros mismos cómplices coadyuvantes de los perversos fines del hombre de la efigie fotográfica. Alguien con el manejo de algunos epistemes, a lo mejor podría desentrañar en esa efigie pétrea de la foto, los alcances de un Efialtes o similares en la rotundez de la traición.

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