Arq. Vicente Vargas Ludeña
Nietzsche en su delirante búsqueda de la razón suprema que
explique los fundamentos de la existencia y sus meandros, se traslada a la clásica
mitología griega para trazar los ejes de las conmociones humanas. La desmesura
de las acciones colectivas que pueden ir desde la soledad, la tristeza y demás emociones
y sentimientos, a la explosión de sus sueños: la tragedia griega, hitos del pensamiento
literario. Fundamentos de la condición humana. La voluntad de poder: lo apolíneo,
del dios Apolo modelo estético del mundo y las cosas, movida por la perfección
y lucha de la exquisita interpretación de la realidad que le permite al
individuo el triunfo sobre lo plebeyo. Lo
dionisíaco –dios del vino y la embriaguez- Dionisio, representación de la desmesura,
lo brutalmente orgiástico, del placer sin límites, de la estupidez vehicular de
lo funesto por venir. Esta representación de los Dioses y la alianza de ellos
conducen a la tragedia.
Puede parecer muy refundida la introducción para una interpretación
de la realidad vigente en el Ecuador de nuestras angustias. Pero esas cuitas
que un personaje poliédrico nos gobierna, inició sus acciones de malos
augurios, abriendo las puertas del infierno –ya lo he reseñado a este acto-; al
cancerbero que elegimos para que proteja, cuide y vigile sin tregua la entrada de titanes infernales que han
estado a la caza de los campos y poderes que perdieron poco tiempo atrás, son de
dimensiones orgiásticas –No confundir con perversiones o vicios pasionales,
aunque puede conjugarse-.
El gobierno actual está rodeado por gran parte de los actores que constelaron el
firmamento de la gestión gubernamental de Rafael Correa. Es larga la lista para
nombrarlos aquí, pero la población los ubica con bastante precisión. Correa tuvo
la cualidad de convertirse en astro que gravitaba alrededor de su poder que había
concebido. Era una máquina con energía propia. Con aciertos y defectos. Movía
los engranajes del poder de extremo a extremo de la geografía nacional. Se
escuchaban, también, ecos de su capacidad por los confines de las naciones. -Advierto
que no es un panegírico; es, lo que luego demostraré-. Cada colaborador se
contagiaba de esa energía y aportaba con el brillo que su líder espejaba –apolíneo-
en cada uno; convirtiéndolos en señeras figuras. A algunos molestara, pero
fueron diez años de fulgurantes talentos en titánicas tareas. Los odiadores exhibirán la bandera de parcelas de corrupción: me sumo
a ellos. Eso no demerita lo afirmado antes.
Hoy, los emigrantes a la tienda del poliédrico Santón de la
moral, cuyas variables son la traición, la felonía, la falacia, mediocridad,
dudosa capacidad cognitiva. Y más bien posee un prontuario arribista,
oportunista y tránsfuga. Esos talentos, ahora desenmascarados, que brillaban
con reflejos ajenos se apagaron. Caminan con un candil en la mano. Con él,
buscan al líder que no existe, al mandatario, cuyas pasiones y patologías pasadas
lo guían; y están al servicio de protervos intereses. Todos al presente, son
una sombría y oscura penumbra. Deambulan por los laberintos que Lenin Moreno,
la derecha cavernaria y la Embajada de los Estados Unidos les trazó. Son funcionarios
que algunas responsabilidades les asignaron; pero son como tenderos en un
mercadillo. Al no existir liderazgo, faro-guía, cada cual procura el oscuro
recinto. No puedo asegurar, si es por el estigma que ya se marcaron en la
frente, o por el desconcierto y perplejidad ante la nada.
Los sucesos en la frontera con Colombia son elocuentes.
Montan una marcha por razones desconocidas –dijeron por la paz-. El Ecuador no está
en guerra con nadie, tampoco amenazado. Son los fantasmas de una podredumbre
moral, sumado a la incapacidad intelectual con los cuales están montando una
orgía dionisiaca, enfrentado a un pasado de voluntades de poder apolíneos: la tragedia
la tenemos en las goteras de la Nación. Revisad la lista de las víctimas de la tragedia
griega.
Lenin Moreno, eres una
víctima de tu propio destino fatal. Tu tragedia no es igual –aunque la traición
corre por tus venas- a la taras de Quasimodo o a las de Efialtes. Vete de ahí
donde equivocadamente te sentamos. A lo mejor vives unos días más, antes de los
que, el reloj de la puertas que abriste se agote, y termines devorado por tus
mismos aliados.
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