21 abril 2018

UMBRALES DE LA TRAGEDIA


Arq. Vicente Vargas Ludeña
Nietzsche en su delirante búsqueda de la razón suprema que explique los fundamentos de la existencia y sus meandros, se traslada a la clásica mitología griega para trazar los ejes de las conmociones humanas. La desmesura de las acciones colectivas que pueden ir desde la soledad, la tristeza y demás emociones y sentimientos, a la explosión de sus sueños: la tragedia griega, hitos del pensamiento literario. Fundamentos de la condición humana. La voluntad de poder: lo apolíneo, del dios Apolo modelo estético del mundo y las cosas, movida por la perfección y lucha de la exquisita interpretación de la realidad que le permite al individuo el triunfo  sobre lo plebeyo. Lo dionisíaco –dios del vino y la embriaguez- Dionisio, representación de la desmesura, lo brutalmente orgiástico, del placer sin límites, de la estupidez vehicular de lo funesto por venir. Esta representación de los Dioses y la alianza de ellos conducen a la tragedia.
Puede parecer muy refundida la introducción para una interpretación de la realidad vigente en el Ecuador de nuestras angustias. Pero esas cuitas que un personaje poliédrico nos gobierna, inició sus acciones de malos augurios, abriendo las puertas del infierno –ya lo he reseñado a este acto-; al cancerbero que elegimos para que proteja, cuide y vigile sin  tregua la entrada de titanes infernales que han estado a la caza de los campos y poderes que perdieron poco tiempo atrás, son de dimensiones orgiásticas –No confundir con perversiones o vicios pasionales, aunque puede conjugarse-.
El gobierno actual está rodeado por  gran parte de los actores que constelaron el firmamento de la gestión gubernamental de Rafael Correa. Es larga la lista para nombrarlos aquí, pero la población los ubica con bastante precisión. Correa tuvo la cualidad de convertirse en astro que gravitaba alrededor de su poder que había concebido. Era una máquina con energía propia. Con aciertos y defectos. Movía los engranajes del poder de extremo a extremo de la geografía nacional. Se escuchaban, también, ecos de su capacidad por los confines de las naciones. -Advierto que no es un panegírico; es, lo que luego demostraré-. Cada colaborador se contagiaba de esa energía y aportaba con el brillo que su líder espejaba –apolíneo- en cada uno; convirtiéndolos en señeras figuras. A algunos molestara, pero fueron diez años de fulgurantes talentos en titánicas tareas. Los odiadores exhibirán  la bandera de parcelas de corrupción: me sumo a ellos. Eso no demerita lo afirmado antes.
Hoy, los emigrantes a la tienda del poliédrico Santón de la moral, cuyas variables son la traición, la felonía, la falacia, mediocridad, dudosa capacidad cognitiva. Y más bien posee un prontuario arribista, oportunista y tránsfuga. Esos talentos, ahora desenmascarados, que brillaban con reflejos ajenos se apagaron. Caminan con un candil en la mano. Con él, buscan al líder que no existe, al mandatario, cuyas pasiones y patologías pasadas lo guían; y están al servicio de protervos intereses. Todos al presente, son una sombría y oscura penumbra. Deambulan por los laberintos que Lenin Moreno, la derecha cavernaria y la Embajada de los Estados Unidos les trazó. Son funcionarios que algunas responsabilidades les asignaron; pero son como tenderos en un mercadillo. Al no existir liderazgo, faro-guía, cada cual procura el oscuro recinto. No puedo asegurar, si es por el estigma que ya se marcaron en la frente, o por el desconcierto y perplejidad ante la nada.
Los sucesos en la frontera con Colombia son elocuentes. Montan una marcha por razones desconocidas –dijeron por la paz-. El Ecuador no está en guerra con nadie, tampoco amenazado. Son los fantasmas de una podredumbre moral, sumado a la incapacidad intelectual con los cuales están montando una orgía dionisiaca, enfrentado a un pasado de voluntades de poder apolíneos: la tragedia la tenemos en las goteras de la Nación. Revisad la lista de las víctimas de la tragedia griega.
Lenin Moreno,  eres una víctima de tu propio destino fatal. Tu tragedia no es igual –aunque la traición corre por tus venas- a la taras de Quasimodo o a las de Efialtes. Vete de ahí donde equivocadamente te sentamos. A lo mejor vives unos días más, antes de los que, el reloj de la puertas que abriste se agote, y termines devorado por tus mismos aliados.

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