17 enero 2019

LUCHA DE CLASES Y EL MARCHISTA CUENCANO


Arq. Vicente Vargas Ludeña
La práctica política en que se ubica el marchista olímpico cuencano en su aspiración electoral, es la máxima expresión ideológica de una velada “lucha de clases sociales”.
La lucha de clases es el motor de la historia, decía Marx. Está pegada en la piel de los procesos y relaciones de producción y de poder. Debatirse en ella o contra ella es el leimotiv de los cambios y transformaciones de las sociedades. A los que, las urgencias de desechar el pasado ominoso, de recomponer sus sueños y aspiraciones se vuelven abanderados de una incansable lucha de las contradicciones dialécticas que ayer debieron enfrentar. A veces logran saltar un escalón hacia arriba en la pirámide social, económicamente. Los otros valores, objetos del deseo de los de abajo y etiquetas de la gran burguesía, no alcanzan: relaciones sociales, estilo de vida, multifacético entorno material y cultural…Es semejante a las creencias religiosas, el determinismo de la fe transforman en múltiples formas la lucha política sobre el dominio de una deidad sobre otras.
El postulado del marchista: “ADMIRO A AUGUSTO PINOCHET POR SER EL MEJOR DICTADOR, Y SACÓ A CHILE ADELANTE”, es temerario desde su propia extracción de clase. Debe tener presente, que las primeras víctimas en un proceso como el de su admirado dictador son sus propios congéneres. Cuando acude imaginariamente al  sátrapa y al déspota para cambiar las relaciones de poder, es que su condición social, ideológica, política y cultural esta saciada de exclusión y marginación. Por eso,  ubica su decisión política en los supremos poderes: la religión, la satrapía y el dinero, enmascarando sus orígenes y cualidades marginales.
Paradójico el axioma: “los pobres son buenos”; cuando abandonan la pobreza se vuelven tiranos.
La visión sociológica del marchista, es semejante al negativo de la fotografía antes del proceso químico del revelado. La imagen sistémica que le han creado sus éxitos deportivos, más los promotores financieros que explotan sus cualidades, le permiten crearse entelequias sociales ideales; luego plantearse una lucha política borrosa, como el negativo fotográfico, que hemos hablado.
La siguiente ilustración de un diálogo entre un personaje del cine y su camarógrafo, es el corsi e ricorsi de la lucha de clases Es el enfoque de la pobreza desde la clase de arriba.
“SULLIVAN: Me voy a echar a la carretera para averiguar lo que se siente el ser pobre y necesitado, y luego haré la película.
BURROWS: si me permite que se lo diga, señor el tema no es interesante. Los pobres saben todo lo que hay saber sobe la pobreza, y solo a los ricos morbosos el tema les parecerá sofisticado.
SULLIVAN: Pero yo voy a hacerla para los pobres ¿Es que no entiendes?
BUROWS: Verá, señor, los ricos y los teóricos, por lo general son ricos, tienen una visión negativa de la pobreza, como si fuera sólo falta de riqueza, igual que podríamos llamar a la enfermedad falta de salud. Pero no lo es, señor. La pobreza no es falta de nada, sino una plaga positiva, virulenta en sí misma, contagiosa como el cólera, y de la que la cochambre, la criminalidad, el vicio y la desesperación son solo algunos de los síntomas. Hay que permanecer alejado de ella, incluso a la hora de estudiarla”.
El marchista cuencano invierte la tarea, ahora que es rico, pretende llevar un cambio de su ciudad con el mismo esquema ideológico cuando era pobre, primero; luego aplicarlo, siendo rico. Con instrumentos degradantes de cualquier conciencia. Con sus faros en el horizonte utópico: el sin par, ídolo Pinochet; dios y la corte celestial también serán; y sus poderosos mecenas: el más rutilante poder económico y financiero ecuatoriano.



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