Arq. Vicente
Vargas Ludeña.
Venezuela es una amenaza “inusual y extraordinaria” a la
seguridad nacional y a la política exterior de los Estados Unidos; era la orden
ejecutiva firmada por el Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama… Encubriendo
una hipócrita declaración de guerra del Imperio contra Venezuela.
Cuando en la mesa se
depositan todas las opciones para castigar a la Nación subversiva o indómita elegida,
la guerra es la última opción. Porque su recorrido y senderos cubrirán de
sangre, destrucción y muerte donde se lleve a cabo. En la postmodernidad nadie
queda excluido de las acciones y efectos de la guerra, tampoco el espectador
frente a cualquier dispositivo inteligente.
Los verdaderos poderes del Imperio y su figura títere en el
gobierno han recurrido a todas las formas y métodos de presión y chantaje, ya
aplicados, con relativo éxito en otras partes del mundo, pero en Venezuela no
hay resultados palpables todavía. La parafernalia diplomática y política global
no ha funcionado. Tampoco los Organismos Multilaterales han dado el fruto
deseado al Imperio. Aisladamente gobiernos y élites sumisas y subalternas,
abdicando su soberanía, han seguido como sabuesos olfateando el camino trazado
para sumarse contra la Nación Sur Americana, Venezuela.
Donald Trump en su mensaje al Parlamento a la Nación eludió
el tratamiento militar contra Venezuela; en treinta segundos expuso de todo y
de nada sobre esa Nación. Sencillo, nadie le aprueba el presupuesto y
construcción del Muro Fronterizo. Levantar el muro para el mercader de la Casa
Blanca es anticiparse a lo que sucederá si declara un estado de guerra contra
Venezuela; acciones bélicas que se extenderían hasta límites inimaginables en
el Continente. No habrá ejércitos, pared o farallones que detengan a los refugiados huyendo de los
infiernos que las armas del imperio van dejando destrucción, muerte y
desesperanza en busca de la democracia, que, por último, jamás la encuentran.
Solo queda “LA SOLUCION FINAL” para esa masa humana al pie de la frontera.
Campos de concentración, cámaras de exterminio y fusilamientos. –Sin salir a buscarlo,
regresó HITLER-. La explosión de refugiados sería incontenible, incomparable
con las peregrinaciones hacia el norte y sur del Hemisferio que se dan hoy;
viviendo la región tiempos de paz. La Europa contemporánea es un ejemplo de esa
incontenible, dramática, y trágica expulsión de africanos, árabes y musulmanes
de sus orígenes. A guisa de recuerdos fatales en las diásporas árabes
hacia Europa en la agredida Siria,
recurro a la memoria triste e insondable de aquel hermoso niño, muerto y
expulsado por las olas a la orilla del mar.
Eduardo Galeano dice:
“Las guerras mienten. Ninguna guerra tiene la honestidad de
confesar: yo mato para robar. Las guerras siempre invocan nobles motivos: matan
en nombre de la paz, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en
nombre de la democracia y, por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí
están los medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios
para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso
matadero”.
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