14 febrero 2019

REALIDAD O FANTASÍA


Arq. Vicente Vargas Ludeña
El realismo mágico, energía vital en la metafísica de nuestra América Hispana narrado por una casta de escritores de estas mismas tierras. Les debemos a ellos: identidad reconocida, poderosos sincretismos culturales; y la memoria como impronta en nuestros devenires históricos. La parte sustantiva de aquellos relatos está asentada en el mudo retrato de gobernantes sátrapas esparcidos en esta geografía “amerindia”. Larga es la lista de esa estirpe que engendraron aquellas creaturas. Solo por mencionar algunos: García Márquez, Carpentier, Roa Bastos, Vargas  Llosa, Asturias, Valle Inclán…creador de la imagen del ESPERPENTO.
Guardando las proporciones, las distancias, las categorías estéticas y la ficción literaria; en Ecuador hemos reeditado el realismo mágico en la posmodernidad: la satrapía, el zafio, el canalla, el traidor, el felón, el amoral sin límites, el oportunista, el agente; el corrupto sin trazas de escrúpulos; se encuentra sentado sobre un vehículo-mueble metálico, como símbolo de su asquerosa majestad. Para otorgarle más fantasía mágica, no ya, al relato, sino al realismo crudo; un inválido fue investido con todo el poder mandatario por un pueblo, también inválido políticamente. La compasión, la conmiseración, la sensación metafísica de la bondad feliz, más allá, del mundo real; hacia la desvalidez de un enmascaramiento del “hombre bueno”.
Hoy en EL PALACIO DEL INVALIDO, las vacas no se comen los gobelinos, ni los gallinazos se posan sobre los decretos firmados por el ESCOMBRO que regalan dólares a los más harapientos morales: empresarios y banqueros. Tampoco, en la soledad del poder que habita, son las pisadas de la bestia gigante sobre las tablas, que hacen eco, retumbando. Porque, más bien, es silencioso el desplazamiento de las ruedas de la silla metálica, en la inmensidad de un mundo en una gobernanza que terminará en los infiernos. No es “EL OTOÑO DEL PATRIARCA” de G. M, lo descrito, arriba. Es nuestra inequívoca realidad desquiciante que vivimos en el País que se deshilacha, ante la impavidez amoral de un ESCOMBRO HUMANO, y la indiferencia del pueblo.

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