Arq. Vicente Vargas Ludeña
Marzo, 30 de 2015
Las burguesías Latinoamericanas han sobrevivido exitosamente
desde la Colonia. En aquellos tiempos medraban riqueza y algún poder que la aristocracia les otorgaba. La
liberación e independencia de las Metrópolis consolidó sus ámbitos
territoriales, políticos, sociales; y en maridaje con la Iglesia Católica, fue
para siempre que gobernó estos pueblos. Casi ininterrumpidamente.
Las élites primigenias fueron terratenientes,
principalmente; de arraigada conciencia
feudal, bajo nivel cultural, visión pastoril del mundo, intérpretes del
pensamiento escolástico como referente único y más próximo que tenían: la
Iglesia y los frailes. Los conceptos de República, Estado-nación, democracia,
eran balbuceos de abecedario desconocido, o por lo menos mal aprendido. Las naciones
Europeas y Estados Unidos construían un corpus de Estados Modernos que sirvió
de modelo al resto de naciones. Poco ha variado en el tiempo los esquemas de
dominación. Pero la posmodernidad anuncia nuevos órdenes políticos.
Por doble vía, Estados Unidos se convirtió para el sur del
Rio Grande en: tutora política y patrulla militar, modelo de libertad,
democracia; aunque de vez en cuando engendraba un sátrapa “hijo de puta” que
sin escrúpulos lo reconocía. Para las
burguesías locales los decálogos a imitar y obedecer era lo que la gran potencia del norte
impartía, esto las ubicaba en la línea del poder que necesitaban para
mantenerse en él. Los pobres emigraban y los ricos extendían sus patrimonios.
La decadencia de los imperios es análoga a la vejez humana,
el deterioro es progresivo y múltiple, va arruinando sistemáticamente el esplendor
vital, hasta terminar en escombros. El Imperio Romano resistió doscientos años
hasta derrumbarse la última piedra. Claro, los bárbaros que acechaban al
imperio, para acabar con los ejércitos enemigos debían acercarse a tiro de
flecha hasta las murallas, lo cual tomaba mucho tiempo. Hoy la caída puede ser
estrepitosa; las mismas armas creadas al amparo del ingenio pujante se pueden
volver contra sus patrocinadores. La serie televisiva “House of cards” estampa
fugazmente el juego político en el corazón de la capital norteamericana. Todos
los poderes del Estado envilecidos por ambiciones y veleidades sin límites. La
felonía, vicios, adicciones, hasta la eliminación física de los incómodos
actores que obstruyen el libre camino al poder total, son cotidianidades en el
ajedrez político.
Estas prácticas en la
serie no son fantasía pura, son extraídas de la constante realidad que viven
los protagonistas de esa nación. Además la posmodernidad ha diseñado otras
relaciones de “poder en el poder”. El Presidente Barak Obama no gobierna, el
poder le es mezquino. No lo tiene. Tampoco las otras Instituciones republicanas
ejercen soberanía: los poderes fácticos controlan el verdadero reino: interno y
externo. El “sistema” financiero, bancario, mediático, la industria militar, el
corporativismo empresarial que deambula por el mundo sometiendo a débiles
gobiernos junto a rapaces halcones, son los únicos mandatarios. El Negro Nobel
no gobierna.
Dado el carácter de
Estado canalla que ha adquirido por sus
permanentes agresiones militares alrededor de la esfera terrena y su política
exterior injerencista, ha salido en busca de aliados por doquier, especialmente
europeos y otros de poca monta, creando monstruos para la muerte: La OTAN y
otras organizaciones con eufemísticos apelativos. Su futuro no está seguro en
ninguna parte. En consecuencia el País va rumbo a una conflagración para reafirmar
su hegemonía imperial, si antes, a lo mejor, en el camino no asoma un invierno
nuclear y cambian para siempre las agujas del destino.
Las campañas políticas y las elecciones en Estados Unidos son
cada vez copia burda del tercer mundo -algunos Países, como Venezuela ha dejado
en la prehistoria a EE. UU.-. Su clase política parece salida de un País
africano: simplistas, superficiales, mediocres, mixtura de santones y
gánsteres. Existen varias explicaciones: el voto no es obligatorio lo que
prostituye la legitimidad de sus representantes elegidos; unos pocos eligen los
demás delegan su voto, y otros, por perjuicios satánicos lo niegan. La concentración
de la riqueza crea una falsa conciencia en la población: la política es sucia,
complicada, jamás la ha ejercido el individuo; en consecuencia solo la deben
practicar los de siempre. Es decir las élites. Solo ellos entienden ese otro
mundo. Esta es una clave para comprender la supina ignorancia de la política de
la sociedad norteamericana. El 99% de las personas adultas saben y practican
más la religión y la santería de sectas que la política. El manoseo religioso
actual, es un recuerdo ominoso del pasado hispanoamericano en los procesos
político-electorales; es otro indicador de la decadencia del sistema. Todos los
poderes son el resultado de groseros asaltos a la razón, cuya deslegitimación
es elocuente: Tribunal Supremo 23%, Presidencia 11%, Congreso 5%. No podía
faltar el espíritu violento y
guerrerista que han creado, las Fuerzas Armadas tienen el 50% de aceptación.
Otra lacra vigente y
es la única en el mundo: la ilimitada generosidad de los donantes de dinero
para las campañas electorales es una deshonesta trampa constitucionalmente
vigente. No averigua procedencia del dinero. No son limosnas: son mega-inversiones.
En el ejercicio del poder se debe redituar los gastos a toda costa y con
creces. Según reportes, en las últimas elecciones de medio tiempo se
invirtieron 4 mil millones de dólares. Las elecciones de Eisenhower en 1956 el
costo fue de 13 millones de dólares. Se estima que las elecciones de 2016
estarán por los 5 mil millones. Cada elección supera a la anterior.
Los panegiristas de la
excelencia empresarial la volvieron doctrina filosófica global. El Estado en el
neoliberalismo se volvió una entelequia -cosa irreal-, y un obstáculo para el
gobierno ilimitado corporativo. EE. UU., después de su harakiri terrorista del
9-11, justificó todas las infamias que vendrán luego: privatización del Estado,
políticas de Seguridad Nacional, guerras y agresiones sin par. La doctrina de
la excelencia empresarial y la inutilidad del Estado en la creación de riqueza
es un mito que nos han hecho tragar universalmente. No existe riqueza sin
Estado. Hasta hoy la sociedad no ha inventado otra forma de organización
jurídico-política. Recordar que cuando asoman las catástrofes económicas por
efectos de la rapiña corporativa, es el Estado que sale a poner los reales
quitándole a su población para el salvataje financiero.
El auge del Estado de Seguridad Nacional y su marco legal
correspondiente es un síntoma de un poder que se escapa a sus propias
madrigueras; con lo cual modifica la legitimidad y la legalidad de los poderes
Republicanos. Surgió un cuarto poder de facto. El País debe militarizarse, condición
sine qua non, para la vigilancia, control de su población y del planeta. Este
tipo de cosas son habituales en una era en la que el Estado de Seguridad
Nacional no ha hecho más que fortalecerse, elaborando, duplicando y solapando
una y otra vez las distintas partes de su creciente estructura laberíntica.
Bases militares esparcidas por el globo, 17 Agencias de inteligencia y
organizaciones subsidiarias y un
presupuesto militar demencial, son los agregados, entre otros, con los
que el “sistema” beberá su propia cicuta.
La desmovilización del pueblo, la búsqueda de subsidiarios
espirituales: la religión y el complejo sistema de sectas, la delirante
cotidianidad consumista como refugio al vacío comunitario; diagnostican, procesos de desmoralización de la sociedad; alejamiento de lo vital en el devenir; la
feroz represión ante las protestas y reclamos de derechos legítimos de la
población: son también claves de una
sociedad alienada y cosificada. En el siglo pasado frente a los excesos de las
élites, la gente salió a la calle ante la guerra de Vietnam. Hoy el movimiento ciudadano
Occupy Wall Street, se plantó en las Plazas para demostrar que no son ajenos a
la desigualdad social y económica que ha
surgido de la entrañas del infierno: el 1% contra el 99%; inmediatamente fue
anulado por la maquinaria represora en el nuevo marco legal, amenazando al inconforme
protestante de podrirse en algún calabozo privatizado.
Barak Obama y la OTAN están aturdidos, dicen, niegan, se camuflan,
entran, salen como la vieja loca de la casa. Mientras Putin se pasea por la plaza.
Los crímenes que provocan en el mundo les importan un rábano;
solo la oleada de refugiados que están llegando a los patios de sus casas los asusta
y despierta de los sueños imperiales. Dominarán el mundo cuando ya no haya a quien
saquear, tampoco a quien vender sus chucherías; ya todos habrán desaparecido. Mientras
Putin se pasea por la plaza.
Lo de: Mientras Putin se pasea por la plaza... no lo entiendo, lo lamento!!
ResponderEliminar