Arq.
Vicente Vargas Ludeña
Existe cierto paralelismo en la
trayectoria histórica entre el cristianismo cerril y el capitalismo salvaje
contemporáneo, en tanto estructuras ideológicas en las vecindades del poder
político. Religión y Política son elementos inseparables del poder, -“Todo
hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará arruinado entre la gran
cantidad de hombres que no lo son”, N. Maquiavelo-; para modificar aquello se
requiere: poder. Para difundir su credo y poder, en el cristianismo surgió de
una jerarquía unos manuales jamás escritos, llamados: Antiguo y Nuevo
Testamentos. De aquí nacen, a su vez, los predicadores de la fe: los
evangelistas, que tampoco nadie los conoció. La creación de la Iglesia católica
es obra de la degradación de las culturas antiguas más insignes de la
humanidad: la greco-latina. Emergió la Institución católica, y se irguió como
Estado para ejercer el poder necesario sobre la sociedad. Disputaron esos
centros, el Vaticano y Avignon, triunfó el primero como sede Papal. Sin embargo,
los sabios y príncipes de la iglesia, indistintamente se reunían en conclaves
para decidir el destino divino de la humanidad; el curso que debía seguir la
evangelización con toda su parafernalia teológica de la tierra, el cielo y el
infierno, incluido todo lo inmaterial, invisible y metafísico que pueda
comprender o imaginar el resignado peregrino. Como todo lo que el hombre crea
tiene fundamentalmente una base material, la explotación del “miedo” y la “incertidumbre
existencial” del ser fue la clave para la reproducción del capital y la riqueza
que administrará la Iglesia en el futuro, tal cual lo hace el mercado
financiero contemporáneo. El pulpito, la sacristía, el altar, el atrio de la
iglesia, el baptisterio, el convento; en fin, todo espacio era propicio para
ofrecer los “derivados financieros” que iban creando en la medida que
inventaban cada vez otros misterios que nadie comprendería, pero que cundían de
miedo y terror a la gente, adquiriendo diferentes denominaciones: diezmos,
primicias, sacramentos, indulgencias, herencias, incluidos bienes y servicios
que ofertaban; y que todos debían comprar, tributar o hipotecar en función de
la salvación celestial, independiente de lo crápula que haya sido esa vida.
Toda una Bolsa de Valores espirituales regulados por el mercado del alma, cuyo
destino será irremisiblemente el cielo o el infierno. O, por el alma del
mercado, como se quiera apreciar.
La paradoja entre el cristianismo
teológico aberrante y el capitalismo salvaje, es que, si bien son creaciones
humanas, tienen el aura metafísica de la confianza emprendedora en el mercado
financiero y el miedo en la religión. Son entelequias que se mueven en un mundo
suprarracional –irracional-, etéreo, incomprensible para cualquier persona
medianamente informada. Los creadores de ese mundo de ficción, están plenamente
convencidos que la realidad material se vuelve intangible, irrevocable e
irreductible al conjuro del dinero y la riqueza. ¿Cómo explicar en esa
entelequia universal de la teología y el mercado financiero global, la búsqueda
de la felicidad en el más allá, el uno; y el otro, en el consumo en el más acá?
La ideología convertida en sublime
objeto, parafraseando a Slavoj Zizek. Marx ya lo decía: “ellos no saben lo que
hacen, pero lo hacen”, el falso reconocimiento de sus propios presupuestos, una
distancia, una divergencia entre la llamada realidad social y nuestra
representación distorsionada, nuestra falsa conciencia de ella. Pero el modo de
funcionamiento de la ideología es cínico. Es lo que hacen, el Vaticano y Wall
Street, están al tanto de la máscara y de la realidad social; “ellos saben muy
bien lo que hacen, pero aun así lo hacen”. La razón cínica ya no es ingenua,
como a veces aparece, sino una paradoja de una falsa conciencia ilustrada: uno
sabe de sobra la falsedad, está muy al tanto de que hay un interés particular
oculto, pero aun así, no renuncia a ella: se vende y compra ilusiones. He ahí,
la perversidad de la crisis planetaria.
La teoría de la crisis cíclica del
capitalismo, experimentada, vivida y sufrida por las sociedades en los actuales momentos, nuevamente, nos
convoca a testimoniarla y a reflexionar. Las dos guerras mundiales del Siglo
pasado, fueron resultado de ese corsi e ricorsi del sistema. Cada una hizo lo
suyo, la muerte y el sufrimiento fueron su denominador; también surgió un nuevo
mapa geográfico global, y con resignación la humanidad siguió adelante en su camino. La dialéctica de la
sociedad y el complejo mundo hegeliano de las contradicciones, advertidas por
Lenin, especialmente, nos alertan de la próxima conflagración mundial que está
por venir. Eventos bélicos de esas magnitudes incuban próximos escenarios de
agresión, la guerra fría por ejemplo, inmediatamente se apaga el último
fogonazo del cañón; pero, la cercanía del desastre de la guerra no ha estado
tan a la mano como en los últimos diez años. ¡Las razones! Todos las conocemos
desde la periferia: crisis económica, política, social, medioambiental y otras
de naturaleza geoestratégicas. Además, la guerra es consubstancial en el género
humano. La onda expansiva de las crisis señaladas antes, y las amenazas de una
tercera conflagración que vive el mundo
capitaneada por el Imperio, por el momento nos llega a través de los medios; la
pólvora de la conflagración llega a nuestras goteras, a pesar que, América Latina ha cambiado su mirada hacia
el Sur y eso le permite recibir nuevas
brisas y mirar otro paisaje. No es de fácil digestión por la sociedad en
general, la urdimbre perversa que se ha tejido en su seno; inclusive en los epicentros de la catástrofe,
no fue perceptible oportunamente, sino hasta que los muros del silencio se
rompieron, el abandono e incertidumbre de los pueblos, juventudes desgarradas de
su existencia se enteraron que no tenían trabajo, casa, futuro… Habían dejado
de tener Patria que los cobije. Grecia, España, Irlanda, para mencionar unos,
son lóbregos ejemplos.
La dinámica del capitalismo es
vertiginosa, arrolladora, civilizadora; pero a la vez depredadora de la
naturaleza y del hombre. En cada estadio de su desarrollo entraña una
contradicción destructora. La riqueza creada por el capital y el trabajo no fue
suficiente para los grupos corporativos que emergieron después de la Segunda
Guerra Mundial. El dinero adquirió autonomía, se aisló de la razón fundamental
que lo crea, el intercambio y el trabajo; luego, se refunde en estructuras
económicas, financieras y politicas, donde reinará cual Dios omnipresente y
omnipotente en el ares del consumo. En el universo económico y financiero, el
dinero que conocemos, metálico y billetes, se metaboliza, en solo papeles: cheques,
acciones, bonos, tarjetas y demás derivados; hasta transformarse por la
codicia, en solo, papeles basura, que terminan intoxicando a la humanidad. El
parangón de la religión y el neoliberalismo es unívoco: crear mundos suprarracioneles
–o irracionales, para el caso es igual- para ejercer su dominio imperial.
El capitalismo alcanzó su máximo grado de
salvajismo en las academias. Específicamente en la Facultad de Economía de la
Universidad de Chicago, liderada por una inteligencia privilegiada: Milton
Friedman. Parece paradójico ¡Inteligencia, Academia, Universidad! ¡Salvaje!. “En
mi opinión, el mayor error – escribió Friedman a Pinochet en 1975 - consiste en
creer que es posible hacer el bien con el dinero de los demás”. Esta es la clave,
del pensamiento del Premio Nobel de Economía, “los demás” es el Estado. El
Estado del bienestar –New Deal- que había promovido Franklin D. Roosevelt para
salir de la Gran Depresión de los años treinta resultaba obsoleto, inicuo, y
opuesto a los intereses de los nuevos ricos -dígase manada de lobos- que
estaban a la espera que el pastor suelte
las ovejas. La educación pública, el salario mínimo, la seguridad social entre
otros logros del Estado del bienestar, constituían una herejía socialista. El
fundamentalismo en la más preclara inteligencia. Todo lo que tiene sabor a
dinero en la sociedad, es un derecho inmanente a los sujetos corporativos.
“La doctrina del Shock” – El auge de
capitalismo del desastre - de Naomi Klein, es una monumental obra de crítica
económica y política, principalmente. Escritora canadiense que recorre el mundo
testimoniando los estragos de las crisis de la civilización; con un
impresionante equipo de especialistas ponen al alcance toda una visión del
desastre. “En este libro –dice N. Klein- es un desafío contra la afirmación más
apreciada y esencial de la historia oficial: que el triunfo del capitalismo
nace de la libertad, que el libre mercado desregulado va de la mano de la
democracia. En lugar de eso, demostraré que esta forma fundamentalista del
capitalismo ha surgido en un brutal parto cuyas comadronas han sido la
violencia y la coerción, infligidas en el cuerpo político colectivo así como en
innumerables cuerpos individuales. La historia del libre mercado contemporáneo
y el auge del corporativismo, en realidad, ha sido escrita con letras de shock.”
M. Friedman busca la aplicación de sus teorías, pero estas solo
pueden aplicarse en el cuerpo social; lamentablemente, no es, como en las
ciencias naturales: en los objetos. Es para el cuerpo social y en estado de
shock que está preparada la receta. “Solo una crisis – real o percibida - da
lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se
llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que ha de
ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas
existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente
imposible se vuelva políticamente inevitable”. La Escuela de Chicago crea todo
un nuevo y solido pensamiento alrededor del liberalismo clásico, “dejar hacer,
dejar pasar”, que hasta la época, había tenido vigencia y éxito para el
desarrollo del capitalismo. Radicaliza el papel del sector privado en el juego
del mercado y se vuelve contrarrevolucionario contra el Estado keynesiano del
New Deal y otros Estados desarrollistas, especialmente en América Latina, que
venían construyendo un relativo bienestar para sus pueblos. El objetivo era y sigue
siendo en algunos Países, desmantelar al Estado precautelador del bienestar de
su sociedad y convertirlo en nada mas que, gendarme y guardián de los nuevos
ricos que surgían a su amparo. Los teóricos e ideólogos del nuevo liberalismo,
ahora llamado “neoliberalismo”, diseñaron un manual del libre mercado que se
aplicaría en el mundo entero, junto al cual iban constituyéndose estructuras
ideológicas, culturales, de consumo, políticas etc., que apuntalarían al
sistema y le darían el rostro de la nueva humanidad, y “El Fin de la Historia y
el último hombre” según F. Fukuyama, entre otros intelectuales de ultimo cuño
que nacían en prestigiosas Universidades de los Estados Unidos.
En Ecuador estuvimos flagelados mucho tiempo,
por grupos económicos y poderes fácticos que buscaban desmantelar al Estado; si
no lograron su objetivo total, si alcanzaron traumatizar la economía y la
sociedad, agudizando la pobreza y la emigración. El proyecto de
desnacionalización del País que buscaban las oligarquías privatizadoras alcanzó
sus objetivos con la dolarización; su hada madrina, fue una perfumada dama de
bárbica figura y vilcabánica edad –en la farándula politiquera la llaman la
Barbie de Vilcabamba-. Este personaje tenía un enorme poder ubicuo y mediático:
la televisión, los periódicos, las Cámaras de la Producción, marchas con
crespones negros, las academias y rutilante estrella empresarial
latinoamericana; hoy su ausencia, es un gran bálsamo para la sociedad
ecuatoriana. En fin, las oligarquías se habían transformado en verdaderos
gobiernos paralelos, su agenda económica y política era impuesta sobre
gobiernos títeres que caían sucesivamente. El pueblo en busca de su propio
destino, echó una mirada atrás y dijo. Basta. El Ecuador en la actualidad,
marcha con firmeza en pos de su identidad y reconocimiento de sus capacidades,
desde hace siete años.
Entre los postulados primordiales del
neoliberalismo consta que los gobiernos deben eliminar todas las regulaciones y reglamentos que
dificulten la acumulación de beneficios. Los Estados debe vender todo activo
que posean y que pudiera ser operado por una empresa y dar beneficios; deben
recortar drásticamente los fondos asignados a programas sociales; los impuestos
si deberían existir, deben ser bajos, ricos y pobres debían pagar la misma tasa
fija; las empresas debían vender sus productos en cualquier parte del mundo y
los gobiernos no deberían hacer el menor esfuerzo por proteger a las industrias
o propietarios locales. Los famosos Tratados de Libre Comercio TLC, que tanto
aspiran las transnacionales y los grupos locales, deben suscribirse sin
restricciones entre los Países. La fuerza de trabajo y su valor debe regularlo
el mercado, no debe existir ningún salario básico. Privatizar la sanidad, la
educación, las pensiones, el correo; es decir todos aquello que requiere la
economía de escala y reporte utilidades de rápido enriquecimiento. El mercado se
encargará de armonizar esa dinámica de fuerzas de distinto origen y tensión, él
manejará cual Poseidón, las embravecidas aguas de la mar océana, volverlas calmas y transparentes para que la
vida se reproduzca infinitamente Con este menú en la mesa había que esperar
donde aplicarlo, por medio de la Doctrina del Shock; esto podría ser: por
fuerzas endógenas, golpes de Estado, o invasiones militares como Irak.
El 11 de septiembre de 1973 es el fin
de un gobierno que pretendía construir un Estado socialista por la vía
pacífica, era el Presidente de Chile, Salvador Allende, el que ofrendaría su
vida en aquel sueño. El asalto encabezado por Pinochet y los militares fue
frutal, demoledor, no había contemplaciones de ninguna clase, la consigna:
hacer tabla rasa del País. No fue un golpe de Estado, fue una guerra contra un
enemigo casi invisible; sus efectos fueron tan reales como cualquier guerra
civil o invasión extranjera: superaron los 3.200 ejecutados o desaparecidos,
80.000 encarcelados y 200.000 huyeron del país.
Había un guión ya trazado por el imperio: escarmiento, terror, no dejar
sillares en pie que permitan reconstruir el viejo Estado, ellos tenían uno ya
diseñado. La Escuela de Chicago, a través de una nación Latino Americana, ofrecía
al mundo un nuevo modelo de sociedad. El 12 del mismo mes y año los generales
complotados miembros del nuevo gobierno, tenían ya sobre la mesa del Gabinete
el Plan Económico que abriría como por encanto la alborada de otro amanecer.
Periodistas que cubrían los sucesos, no se explicaban ¿De dónde salió y quién
había elaborado semejante texto bíblico? Para distinguirlo lo llamaron “ladrillo”.
Chile se convertía en la primera nación del globo en abrazar el neoliberalismo
y Pinochet en su mascarón de proa. Eduardo Galeano certera y ácidamente, dice:
“Las teorías de Milton Friedman le dieron el Premio Nobel; a Chile le dieron el
general Pinochet”. El modelo se convirtió en referente de desarrollo,
modernidad, riqueza etc.; oligarquías de otros países peregrinaban para
admirar, el milagro económico que había nacido de un shock brutal y que se lo
mantenía a sangre y fuego. Es más, en cada país, grupos oligárquicos soñaban
con un Pinochet en casa, “para que ponga las cosas en orden”, decían. Cuarenta
años después, el milagro se ha convertido en pesadilla, las grietas del sistema
amenazan con estadísticas más bien de espanto: inequidad, abismal desigualdad,
pobreza, carestía de la vida, educación privilegiada, sociedad lastimada por
cicatrices sin sanar. Claro está, también tiene otros rostros: barrios exclusivos,
clubes exclusivos y ricos del primer mundo. Por último, como diría Mario Benedetti, “los canallas viven mucho,
pero algún día se mueren”; el General, después de no ser útil para el sistema,
pasó a ser un convicto internacional y prontuariado senil; y en su país, debió
recurrir a la minusvalía física y mental, para no morir en la cárcel.
El modelo funciona para sus
panegiristas, es urgente reproducirlo; América Latina sigue siendo el
laboratorio. En Bolivia (1985) las condiciones son propicias: desfile de
dictadores militares, inflación sideral, pobreza generalizada, narcotráfico,
devaluaciones sistemáticas, emigración descontrolada; un verdadero cáncer,
merecedor de la terapia del shock. Los Chicago Boys estaban al acecho para
entrar en acción. En el gobierno de un presidente progresista, Víctor Paz
Estenssoro se aplicó el Plan neoliberal, redactado en la sala de la mansión de
un magnate boliviano educado desde la niñez en los Estados Unidos, cuyo español
tenía un fuerte acento gringo: Gonzalo Sánchez de Lozada. La historia es
conocida del fin del modelo y su padrino
Sánchez de Lozada. Naomi Klein señala que “el shock económico funciona con
acuerdo a una teoría similar: la premisa es que las personas pueden desarrollar
respuestas a los cambios graduales –un recorte en un programa sanitario por
aquí o un acuerdo comercial por allá- pero si los que se les viene encima son
decenas de cambios desde todas las direcciones y al mismo tiempo, lo que les
invade es una sensación de inutilidad y la población acaba por cansarse y
ablandarse”. Fenómeno que sucedió en Ecuador, cuando el Titánic se hundió
–metáfora usada para prevenir los efectos del shock-: quiebra bancaria,
congelación y salvataje bancario, devaluación coronada con la dolarización, y
un paquete de privatizaciones por venir. El pueblo no sabía por dónde correr, a
quién recurrir, unos murieron, otros emigraron y los demás nos resignamos.
El mundo se plagó de esta epidemia
provocando desastres desgarradores y cruentos, de una parte, porque también hay
beneficiarios: los nuevos ricos y sus inmensas fortunas; la revista Forbes cada
vez tiene más páginas, por la larga lista de mil millonarios. Así mismo la
nomina de Países que se sometieron a la terapia
de Shock es abundante: Argentina, Rusia, Polonia, los Cuatro Tigres Asiáticos,
México, Brasil…; cada cual con sus peculiaridades, pero el tratamiento, el mismo.
Hoy, Europa y los Estados Unidos, exigen radicalizar la terapia, están
quebrados e insolventes. En el viejo continente los pueblos ya no eligen a sus
mandatarios, los designan los banqueros y el mercado financiero. Tampoco las
elecciones son la cura, son placebos; en La Puerta del Sol en Madrid, un cartel
con espontánea sabiduría e decía; “Si votas igual, te jodes igual”. El sistema
esta herido de muerte. La indignación de los indignados globales no es
suficiente para detener el colapso de sus vidas.
Pero el país insignia del auge del
capitalismo del desastre es Irak. Otra fatídica fecha de otoños sombríos, fue
el 9-11-2001. La economía del imperio –se denomina así, al conjunto de naciones
altamente desarrolladas que están coaligadas y coludidas económica y
militarmente en afán de dominación y sometimiento a otros países- se encuentra
en el fondo del desastre. Estados Unidos es el gendarme del imperio dada su
panoplia y presupuestos militares descomunales; armas que no son de disuasión,
son de agresión; además, en cada aventura bélica, se lleva siempre la parte del
león. En consecuencia toma la iniciativa de agredir a los pueblos en el corazón
del mundo árabe y del petróleo. Para tener una justificación inapelable frente
a la comunidad mundial, se auto agrede de la forma más infernal y traumática,
para que no quede duda, para, lo que sucede en vivo y en directo supere lo
imaginable, monta un complot con aviones
estrellándose en las Torres Gemelas del
World Trade Center de New York -9/11. Acusó del atentado, al terrorismo mundial
e inició la cruzada de la libertad duradera. Afganistán es la primera presa,
continúa con Irak, desconociéndose, hasta ahora, donde terminará; mientras
Libia ya cayó, y en capilla están Siria e Irán. G. W. Bush fletó a su misión de
justicia infinita, aviones, barcos y soldados; los mercaderes llevaron Planes
económicos, expertos privatizadores, mercenarios, profesionales especialistas y
demás parafernalias para quedarse para siempre. La agresión externa es el mejor
momento para la terapia de shock, nadie puede negarse que le quiten un dictador
de gobernante, nadie se puede negar a recibir una democracia, una libertad, una
coca cola, una big mac, una pizza, un estilo de vida completo. No se puede ser
tan desagradecido por tanto desvelo. Todo aquello, era parte del equipaje que
llevaban los invasores. Después de destruir, era preciso reconstruir; el
negocio es redondo, todo es carne: armas, petróleo y negociar lo que cualquier
pueblo medianamente civilizado usa para sobrevivir, incluido el agua. En Irak
no hubo ni una sola función gubernamental que se considerase tan decisiva como
para no dejarla en manos de un contratista. Absolutamente todo se privatizó,
tanto las acciones militares como en la reconstrucción física, política e
ideológica. Hasta le democracia y la región fueron objeto de negocio, llevaron
un grupo poderoso de mormones de Houston para que realice captaciones
vocacionales y los saque de sus cerrazónicos principios islámicos. Las
compañías contratistas americanas, no compraron ni el cemento local para las
construcciones, los materiales venían de fuera, por que todo tenía el tufo del Estado. La doctrina del shock
recetada por M.Friedman y ejecutada por Bush, ha provocado hasta el momento,
según estudios confiables 650.000 muertos, 2.000.000 de personas desplazadas,
el País destrozado y la sociedad desconcertada sin esperanza. La cruzada de la
Escuela de Chicago que surgió con el propósito de desmantelar el Estado del
bienestar, por fin había alcanzado la cima.
Consecuentemente, si en el pasado nos
era imposible comprender la actitud demencial de Hitler, ahora, creo que hoy,
nos será más fácil. La lectura de “La doctrina del Shock” de Naomi Klein, debe
ser un texto de estudio en las Escuelas de Ciencias Económicas y Políticas.
¡COMO DETENER A LA BESTIA!
Entre la demencia y la razón, media el
objetivo. La demencia está plagada por el delirio y el perpetuo caos que
produce su fin. La razón construye con esfuerzo y tesón, armonía y vida. La
pesadilla kafkiana y demencial que el imperio ha creado y puesto en práctica
global, desconcierta y aterra. Como Josef K... en El Proceso, van ejecutando
previo escarnio, a gobernantes cuyo sino fatal fue juzgado y sentenciado en los
tabernáculos imperiales. En los Balcanes, Milosevic; en Irak, Sadam Hussein; en
Libia, Gadafi; y camino al cadalso llevan en próximos espectáculos mortales, a
Bashar Al Assad en Siria y Ahmanideyad en Irán. La lista de procesados, también
llegará por nuestros mares. El destino fatal de los pueblos está diseñado ya.
No existe fuerza ni razón para detenerlo.
Este texto fue escrito hace dos años,
cada día se actualiza; Ucrania no estaba en el escenario todavía, tampoco la
OTAN se querellaba con Rusia; y las espadas no se desenvainaban. Hoy solo falta
quien gatilla primero. Y el fin de la Historia cerrará su última página.
Guayaquil, 15 de noviembre de 2014