Arq. Vicente Vargas Ludeña
La inteligencia es la habilidad para resolver problemas. Todos los individuos normales son capaces de, por lo menos, siete formas cognitivas. Cada inteligencia, se basa, inicialmente, en un potencial biológico que luego se expresa como resultado de la interacción de factores “genéticos y ambientales”.
De las inteligencias múltiples que al futbolista le corresponde: es la
cinético-corporal. Y es, la que nuestros jugadores la poseen, escuálidamente. Físicamente
están bien dotados. Intelectualmente, huérfanos. El conocimiento cinético-corporal
se considera como apto para la solución de problemas. Esto se ve claramente en
las especies animales –la plástica sinuosidad del guepardo en pos de la presa-.
Es cierto, que efectuar una secuencia mímica o patear una pelota de fútbol no
es como resolver una ecuación matemática. Y, sin embargo, la habilidad para
utilizar el propio cuerpo para expresar una emoción (como en la danza), para
competir en un juego como en el fútbol, o para crear un nuevo producto;
constituye la evidencia de las características cognitivas de uso corporal.
Para ilustrar mencionaremos la escala de las inteligencias
múltiples: La inteligencia (inmanencia universal). El talento (destreza). La
prodigiosidad (el niño prodigio). La genialidad (el genio). ¿En que categoría
de inteligencia cinético-corporal ubicaríamos a Pelé, Maradona o al presente
Messi (“la pulga”)?
El futbolista ecuatoriano cuando lleva la pelota, la patea
sin destreza ni cálculo. Luego se apura en perseguirla. El objetivo se vuelve
la pelota, no la jugada; peor la estrategia. Messi lleva la pelota por delante,
casi pegada a sus pies, a centímetros de sus zapatos. Su objetivo es la jugada,
los aliados, el esquive, o el arco. La pelota es el instrumento. El gol, es la
meta. Eh ahí la diferencia entre perseguir la pelota y perseguir la jugada.
Entre patear sin orden ni concierto, y ejecutarlo armoniosamente divertiendose.
Entre la grosera rutina y la genial creatividad.
Este texto ilustra fehacientemente lo que aquí sostenemos.
Para ser buen futbolista se requiere una desarrollada inteligencia. En el
momento en que la pelota abandona la raqueta del tenista que ha efectuado el
saque, el cerebro calcula aproximadamente dónde aterrizará y dónde la
interceptará la raqueta. Este cálculo incluye la velocidad inicial de la
pelota, combinado con los datos de la disminución progresiva de velocidad y el
efecto del viento y, después, el rebote de la pelota. Simultáneamente, se dan
órdenes a la musculatura: no todos de una vez, sino constantemente, con
información refinada y actualizada. Los músculos tienen que cooperar. Los pies
se mueven, la raqueta se sitúa detrás, manteniendo un ángulo constante. El
contacto tiene lugar en un momento preciso que depende de si la orden consistía
en tocar la raya o cruzar la pista, orden que no se emite hasta después de un
análisis casi instantáneo del movimiento y de la postura del oponente.
Para devolver un saque normal se dispone de un segundo para
hacer todo esto. Tocar la pelota ya resulta notable en sí, y sin embargo no es
infrecuente. La verdad es que todo el que habita en un cuerpo humano es dueño
de una creación extraordinaria (Gallwey, 1976)
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