Arq. Vicente Vargas Ludeña
La burguesía guayaquileña que ha detentado la hegemonía
administrativa y política de la ciudad de Guayaquil, durante los últimos 36
años –sigue dominando el Cabildo-; acaban de poner la última piedra y el último
bronce en la estatutaria de la Ciudad, en un Memorial de un guayaquileño que
fugazmente pasó por la Presidencia de la República del Ecuador. Fugacidad
igual, del respiro a la muerte, en el impacto del avión en que viajaba: el
Abogado Jaime Roldos Aguilera.
El recorrido estatuario que los ideólogos de la oligarquía reaccionaria,
le imprimieron a la cultura urbana de Guayaquil, es, como no puede ser de otra
forma, expresión de Clase, sin pudor: El Betunero, el Voceador de periódicos,
Juan Pueblo y otras encarnaciones. Además muy, y, exclusivamente machista. Siempre
enclavados en una vereda exhibiendo sus raídos andrajos; prefigurados a
sus propias escalas humanas. Los linajes aristocráticos han tenido destinos
espaciales con elevada connotación urbana: el Malecón, hitos o nodos de alta significación,
y particularmente: de dimensiones y posturas mayestáticas. Ciudad sin ambages, con su verdadero rostro y geografía
estratificada: barrios de alta gama, fortificados; y arrabales infinitos en
colinas descendiendo a la manigua.
El homenaje edilicio estatuario que se realiza en un espacio
urbano, es una obra que está destinada a perdurar en el tiempo. Esa es la función
de la piedra y el bronce. Latente comunicador a la memoria, con los códigos y el
mensaje deseado.
Nada, en el espacio público comunica con tanta contundencia
como el objeto arquitectónico. Un cartel esta signado por códigos lingüísticos,
y pronto agota su misión comunicativa. Una estructura espacial urbana está
organizada por códigos arquitectónicos: para perdurar y luego, volverse
cultura.
El espacio y objeto elegido para el recordatorio del ULTIMO
MEMORIAL no está claro. Si es, a la tragedia del Dignatario, o, a las
cualidades ontológicas, axiológicas, de los fines del inmortalizado, en ese
lugar. Me asaltan las dudas -espero se aclaren en el avance del relato-. Ya
hubo, en ese lugar, un bodrio de monumento, de formato icónico: una “figura
humana con los brazos abiertos”; de pobre diseño del entorno y dudosa valoración
estética. El Memorial que nos ocupa recurre a múltiples categorías:
Arquitectónicas, Semióticas, Culturales, Ideológicas y principalmente
Políticas.
Los promotores
eligieron un eje vial complejo, abigarrado, y reducido espacio para trazar sus
ejes visuales, y con ellos organizar el espacio; de carácter abierto y sin
límites. Haciendo difícil su percepción y decodificación desde el conductor o
viajero que rodea la circunferencia. El Memorial, según la lectura de sus
creadores y aceptada por los promotores, es la vivida secuencia de los sueños,
aspiraciones y realizaciones del prohombre, jalonada por un conjunto de
columnas.
Los diseñadores del Memorial, eligieron LA COLUMNA como
código arquitectónico universal. De geometría variable. La función primaria de
este código es sostener. La “columna vertebral” de las cosas y deseos, se designa,
volviéndose metáfora. Sus funciones secundarias significativas son múltiples:
vitalidad, dureza, esbeltez, solidez… y todas las que elijamos para la circunstancia
que anhelamos inmortalizar. Abundan estos códigos con su propio lenguaje en
cada cultura universal. En la secuencia de las columnatas, según el relato de
sus autores, está el origen de la educación, formación académica, ideológica y política del
joven patriarca, que se abre desde dos elementos que sostienen el Portalón del
Colegio Vicente Rocafuerte –aquí, la columna no denota su función- es la remembranza
de un estilizado diseño del portal de O. Niemeyer en el Palacio de la Alborada
–Brasilia-. Luego pasa por las arquitecturas que la vida le deparó. Incluyendo las
columnas que reciben al activista político en el edificio del CFP. Culminando
el paseo, con un enfilado de inconfundibles columnas de orden clásico, greco-romano;
y las representaciones bronceadas de un hombre y una mujer; a escala natural.
La pregunta cabe ¿Existe
algún pensamiento u obra trascendente, que este matrimonio pergeñó en el
frenesí de sus vidas? El valor lúdico de sus
caminos, era la juventud que disfrutaban. El paso de la inmortalidad
–como memoria- al olvido, aquí, es insignificante. Sin la tragedia, sus vidas
estarían recibiendo soles estivales, otoños blanquecinos en sus cabelleras; y
su pensamiento clavado en lo que pudo ser, y no fue. Igual, como la de sus
émulos: “tristemente célebre”.
Guayaquil contemporáneo carece de un fundamento cultural e
intelectual con su propio peso específico. Alguna vez lo tuvo. Hoy desborda lo
rayano, burgués-mayamero, hedonista, rentista, patrimonialista… Sus elites están
agotadas, los abolengos se dilapidaron. Se hundieron en su inopia ética y
moral; nada crearon, no tienen a quien
rendir pleitesía; buscan con afán un referente que justifique sus languideces.
Su debilidad es tal, que hoy forjan sus esperanzas y futuro en un PERFECTO
CANALLA, para que sea él, quien promueva la transición, y devuelva sus prosapias y linajes. Por todo aquello, es un buen
momento para recurrir a la tragedia, al recuerdo triste, de una pareja de
esposos que en el fogonazo del rayo, la muerte se los llevó. También aquí, el
carácter de Clase esta visible ¿Cuánta diferencia filosófica podríamos medir con
la antes descrita, con otros personajes que luego lo sucedieron, pero que la
tragedia de la muerte no los tocó? ¿Febres Cordero, Bucaram, Alarcón,
Gutiérrez, Palacios, Duran Ballén...? ¿Acaso, de continuar estos demócratas
atenienses, madera de guerrero, en la construcción de la Ciudad
mercantil-portuaria-, independiente y soberana; sueñen levantar un Partenón, para que las generaciones que
vendrán con sus nuevos hijos, en el futuro; sean estos los que los petrifiquen
sus figuras y símbolos en alguna calle o plaza de la Ciudad?